*Por Melisa Mirabet, Psicóloga Clínica, Psicoterapeuta Cognitivo Conductual y Directora de SEPSIAT.
Quizás todos reconocemos la famosa frase del filósofo Heráclito que expresó "Lo único permanente es el cambio", sin embargo, quizás no todos conocemos cómo identificar los cambios, cómo posicionarnos frente a ellos y sobre cómo adaptarnos cuando estos se presentan.
Los cambios implican una transformación, un pasaje de estado, acoplarnos y ajustarnos a algo nuevo que irrumpe. Para algunos acontecimientos que implican el cambio estamos más listos que otros simplemente por el hecho de elegirlos o saber que vendrán, lo cual nos da la posibilidad de prepararnos. Por lo contrario, hay otros cambios que se presentan de forma súbita, que parecería que cuando surgen, nos quedamos sin estrategias y recursos para poder afrontarlos.
Las crisis como oportunidad para aprender a cambiar
Si pensamos en el ciclo vital completo de una persona, que se extiende desde el nacimiento hasta la vida adulta, podemos suponer claramente que la vida es evolución constante, crecimiento y, por lo tanto, a cada instante estamos cambiando.
Si bien lógicamente vivimos momentos o épocas en nuestras vidas que son relativamente más apacibles, siempre aparecerán periodos o circunstancias de transición y cambios, donde tendremos que tomar conciencia que hay que dar el paso a algo nuevo y será necesario adaptarse a las nuevas circunstancias que demandan nuevas exigencias.
Estos momentos de cambios que alteran el equilibrio, a nivel emocional y psicológico de una persona, los denominamos crisis vitales y son acontecimientos que repercuten en nuestra vida tanto de manera favorable como adversa.
Las crisis vitales implican una sensación de pérdida de estabilidad y control, ya que nos obligan a tomar decisiones y nos obligan a cambiar y adaptarnos de forma abrupta. Cuando hablamos de crisis vitales, debemos diferenciar las crisis vitales evolutivas; como puede ser ingresar a la adolescencia, cumplir cierta edad o jubilarse; de las crisis vitales accidentales o situacionales, como por ejemplo una desvinculación laboral, una ruptura amorosa que no esperábamos o el fallecimiento súbito de un ser querido. Las crisis vitales evolutivas, al ser acontecimientos que sabremos que no podemos evitar, nos brindan tiempo para pensar cómo atravesarlos, pero a diferencia de las crisis vitales accidentales o situacionales son acontecimientos que suceden de forma imprevista e implican nuestra vida cambie de manera repentina.
Cuando estas crisis abruptas acontecen, que implican como expresamos anteriormente un cambio para el cuál quizás no estábamos preparados, es normal que nuestro comportamiento automático incluya pensamientos de incompetencia como ser "no voy a poder con esto", "esto me supera", "no estoy listo para afrontarlo", surjan emociones como miedo, angustia, ansiedad y nuestras acciones se vean bloqueadas por desconocer cómo podemos posicionarnos.
Si esta actitud nos sucede frente al cambio, lo importante es reconocer que es completamente válida, porque estaríamos atravesando un estado temporal de incertidumbre, desorganización y desajuste. Pero deberemos tener presente también, que como es una situación que inevitablemente tendremos que transitar, será necesario revaluar alternativas y promover en nosotros estrategias para poder hacerle frente.
¿Qué tenemos que hacer frente al cambio?
ACEPTARLO
Aceptar radicalmente que se debe cambiar o que algo cambió no es lo mismo que desearlo o valorarlo como bueno; pero si nos resistimos, negamos o lo continuamos rechazando, comenzamos una lucha interna que genera sufrimiento y que, además, no nos permitirá reorientar la mente a reflexionar y evaluar alternativas que puedan promover en nosotros estrategias de adaptación.
EXPLORARLO
Es común que rechacemos lo desconocido, por eso frente al cambio es conveniente tomar una actitud de apertura y observación diferente (que no implica que sea necesariamente malo). Conocer a qué nos enfrentamos nos permitirá comenzar a buscar soluciones y desarrollar nuevas habilidades para poder abordarlo.
TRANSITARLO
Una vez que aceptamos el cambio es inevitable, que desarrollemos alternativas y recursos para afrontarlo y el compromiso consiente de comenzar a vivenciarlo.
Este vivenciar de algo nuevo, puede ser difícil o incómodo en un primer momento, pero a medida que vamos reconociendo que somos capaces de adaptarnos, podremos incluso sentirnos más tranquilos con algo nuevo e incluso lo podemos reconocer como una oportunidad de aprendizaje de nosotros mismos.
Es importante tener presente que lleva tiempo desarrollar estas estrategias de afrontamiento al cambio y que, aunque sea difícil desprenderse de una situación pasada, adaptarnos a una nueva nos permitirá no estancarnos, ser flexibles y acompañar la constante evolución de la vida, que, si nos ponemos a pensar, son pocos los momentos de relativa estabilidady al fin y al cabo, siempre estamos en constante proceso de transformación.
Mirabet (@melisamirabet) es psicóloga Clínica y Directora de SEPSIAT.