"Ella se queda acá y yo me llevo algo de esta tierra en mí, para saber, a oscuras, mis sueños. Cierro los ojos para apoyar las manos sobre la tierra que acaba de taparte, mamá, y se me hace de noche. Cierro los puños, atrapo y la llevo a la boca. La fuerza de la tierra que te devora es oscura y tiene el gusto del tronco de un árbol. Me gusta, me muestra, me hace ver".
La que nos cuenta su historia en esta novela, con una primera persona descarnada y poética, es una adolescente de una barriada popular bonaerense pero que podríamos imaginar sobreviviendo en la periferia de cualquier gran ciudad de la Argentina.
Es una piba pobre y bastante sola en la vida, a la que todos llaman desde siempre "Cometierra", ya que sólo es dueña de un don extraño y doloroso que se termina volviendo su medio de subsistencia: la videncia a través de la tierra. Ella se lleva a la boca el fango o los terrones secos y comienza a "ver" las cosas terribles que otros han ocultado. Descubre, así, los lugares donde han sido enterradas mujeres víctimas de femicidios o las casas donde las redes de trata mantienen encadenadas a chicas secuestradas. Y empiezan a acumularse en la puerta de su casa botellas con tierra que le dejan familiares desesperados, gente que busca a alguna hija o prima que un día no volvió a casa...
Con estilo personalísimo y una trama atrapante, esta ópera prima de Dolores Reyes sorprende por su particular manera de abordar la grave problemática de los femicidios y se suma cómodamente al mapa de la nueva narrativa argentina, junto a referentes como Selva Almada, Samantha Schweblin, Julián López, Mariana Enríquez y Marcelo Carnero, entre muchos otros.
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