Todos los comienzos son difíciles. Y es verdad que hoy vivimos tiempos difíciles, sobre todo, para las expectativas. A los jóvenes les duele la precarización del empleo, la dificultad para planificar una vida personal y/o profesional, la incertidumbre respecto al futuro...
¿Qué hay por delante? Todo este combo los desconcierta y desestabiliza, y hasta les genera expectativas particulares: algunas son heroicas y otras marginales, más o menos riesgosas, más o menos evasivas. En muchos casos, incluso surge la dificultad para generar o sostener estas expectativas porque aparece la sensación de sinsentido ("para qué me esfuerzo tanto", "esto no sirve para nada").
Si los jóvenes son el futuro, como se dice, éste se presenta, por lo menos, ambiguo y desdibujado. Por eso se escucha tanto aquello de "no renuncies a tus sueños"... Porque a veces nuestras expectativas y esperanzas se demoran, o bien, no se concretan porque son poco realistas (puede ser que habiten los extremos, acercándose a las utopías o porque son poco motivadoras).
También puede suceder que las expectativas, esperanzas y sueños no se conviertan en proyectos. Esto supone evaluar tiempos, esfuerzos, amigos y enemigos, posibilidades y probabilidades y hasta debilidades y fortalezas. Nada sucede por simple meritocracia. Los lugares en el mundo se pelean. El mundo es competitivo y cada vez menos solidario. Y para eso, hay que prepararse. Y los jóvenes de hoy tienen un peso adicional: escuchan desde hace décadas que "siempre estamos empezando desde cero". Esta frase obviamente genera desesperanza, lo que lleva a que el horizonte temporal de las expectativas no exceda el fin de semana.
También lleva a la convivencia (forzada y/o elegida) de jóvenes de más de 30 años con sus padres. Y otra particularidad de nuestro tiempo es que "los culpables son siempre los otros". Si un ser humano necesita desarrollarse como persona, generar su identidad, sentirse y saberse constructor de su futuro, esto requiere de condiciones en el orden social. Ya nadie se echa la culpa alegremente por no lograrlo (el peso de lo social no se puede minimizar). Además, nadie se desarrolla aislado, desconectado, y no lo digo por la internet, sino por las relaciones sociales, los vínculos... El ser humano necesita finales abiertos, la posibilidad de equivocarse y de poder volver a elegir, chances reales para desarrollarse. Y siendo jóvenes necesitan apoyo familiar, acompañamiento de sus pares y obviamente condiciones sociales favorables.
Recuerdo aquella vieja frase que dice: "Si los adolescentes adolescen, los adultos adulteran". La adulteración aumenta el dolor y el costo del desarrollo para cualquier joven que tenga algún tipo de expectativa, por más mínima que sea. Acompañémoslos para que puedan salir adelante.