"Estados Unidos dialogará con Cuba cuando tenga un presidente negro y haya un Papa latinoamericano", vaticinaba irónicamente Fidel Castro en 1973, cuando en plena Guerra Fría nada podía sonar más disparatado.
Pero desde que, a fines de 2014, Obama anunciara el fin del bloqueo a Cuba, los ojos del mundo se clavaron en ella: en uno de los momentos más interesantes de su historia, miles de turistas pugnan por visitar la isla "antes de que cambie para siempre"; quieren descubrir su halo misterioso de isla estancada en el tiempo, que conserva vivamente las huellas de su trayectoria revolucionaria.
Las opciones turísticas para conocerla son infinitas. Desde el descanso en alguna de sus playas paradisíacas hasta el paseo en auto por el Malecón, como una diva de los años 50, al atardecer. Hay mil maneras de conocer La Habana, y entre ellas está la nuestra.
Al Casco Histórico en “almendrón”
Caracterizan a la capital cubana un inconfundible aroma a tabaco, que perfuma todos los rincones, y el fluir de miles de visitantes circulando al ritmo de la música callejera. Recorrer a pie, en carruaje tirado a caballo o en "almendrón" (bellísimos autos de los años 50) La Habana Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es un espectáculo en sí mismo debido a la abundancia de edificios añejos en proceso de restauración. En la Plaza de Armas podemos hallar artesanías, primeras ediciones de Martí y álbumes de figuritas que repasan las hazañas de los caudillos revolucionarios.
Ron blanco, añejo y un chorrito de limón
¿A dónde salimos?
Aunque todos hablen de La Bodeguita y El Floridita, existen en La Habana Vieja otros bares de tragos exquisitos, ¡y a mejores precios! Uno de ellos es Dos hermanos, en la Avenida del Puerto, barcito quedado en el tiempo, que atrae a habaneros y turistas.