En 2016, el 91% de los estudiantes de 6° año participaron de la evaluación Aprender y fueron indagados sobre el máximo nivel educativo de sus padres. Tras el análisis de los resultados, el Observatorio Argentinos por la Educación, verificó una tendencia que ya había sido señalada por varias investigaciones internacionales: a mayor nivel educativo de los padres, mejor capacidad de aprendizaje de sus hijos.
El estudio demostró que, tanto en lengua como en matemática, los alumnos cuyos padres terminaron la escuela secundaria superaron el nivel "satisfactorio". Mientras que la media de los estudiantes cuyos padres no completaron este nivel educativo estuvieron por debajo de esa marca.
En esta línea, Paula Razquin, profesora e investigadora de la Universidad de San Andrés, asegura en diálogo con La Nación que "el nivel educativo está relacionado con el nivel de ingresos de las familias", pero que, de incluirse otros factores, la situación puede ser más compleja. "Dadas estas variables, lo que sucede en la escuela y cómo esta se articula con las familias tiene gran relevancia para compensar estos condicionantes previos de los que los chicos no son responsables", advierte.
Los resultados de la prueba Aprender son poco alentadores. Los distintos grupos de hijos de padres que no culminaron sus estudios primarios, los que hicieron sólo hasta el primario y los que no terminaron el secundario, son los que peores calificaciones obtuvieron, alcanzando solo el nivel "básico". Por su parte, los alumnos cuyos padres tenían como mínimo estudios secundarios completos lograron alcanzar el nivel "satisfactorio".
En esta línea, Guillermina Tiramonti, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) hace hincapié en que el sistema educativo "puede y debe romper" con esta correlación que existe entre el nivel educativo de los padres y la capacidad de aprendizaje de sus hijos. "Desde los años 70, las investigaciones de especialistas críticos, entre los que se destacan el sociólogo Pierre Bourdieu y de linguistas como Basil Bernstein, ya habían marcado esta correlación entre el origen cultural de los alumnos y su rendimiento educativo. Según estos autores, el capital cultural que portan los alumnos a la escuela o el uso del lenguaje y su familiaridad con conceptos abstractos son recursos que condicionan sus aprendizajes", explica la especialista a La Nación.
Otro dato curioso que revela el citado informe es que, en la mayoría de las familias, los padres tienden a compartir un mismo nivel educativo. En un 29,1% de las familias, la diferencia entre la pareja es de un nivel; alcanza dos niveles en el 13,5% de los casos y uno de cada diez respondió que había una diferencia de tres niveles en sus padres. La escala iba de "no terminó la escuela primara" a "tiene estudios universitarios".
Hoy el gran desafío del sistema educativo argentino es poner en acción políticas capaces de compensar esta diferencia, a fin de achicar la brecha de desigualdad.