¿Cuándo decimos que alguien ha decidido victimizarse?

A veces hay personas que asumen un rol para obtener un provecho determinado o incluso para manipular a otros.

¿Cuándo decimos que alguien ha decidido victimizarse?
psico rumbos

Por Lic. Daniel A. Fernández / Psicólogo y autor del libro Los laberintos de la mente (Editorial Vergara).

En esta columna hablaremos de las personas que conscientemente utilizan dicha posición de gran poder para manipular a otras. A veces se trata de seres con rasgos psicopáticos, que adrede fingen un personaje (víctima) para obtener beneficios. Aunque también es frecuente toparnos con gente que no es consciente de que habita este rol.

Muchas de estas personas tal vez están habituadas al sufrimiento y deambulan por la vida con una gran resistencia inconsciente a cambiar. Quizá se han acostumbrado a los fracasos o a vivenciar el mundo exterior como hostil, pero lo cierto es que terminan creyendo que, una y otra vez, son víctimas del entorno y el infortunio. Algo sumamente insatisfactorio.

Pero también es cierto que quienes se victimizan, aunque no elijan conscientemente esta condición, reciben de ella “beneficios secundarios”. ¿A qué me refiero? A que si alguien cree que no es responsable de nada de lo malo que le sucede, de alguna manera se “libera” mágicamente de buscar soluciones.

Siempre que la culpa sea de los otros, no será necesario reparar en faltas propias ni mover ninguna ficha para salir adelante. Y, desde luego, que asumir esta posición depara, a veces, otros beneficios: la atención del entorno, su contención, su solidaridad. Siempre que alguien tenga una resistencia inconsciente a asumir sus yerros, no hará más que proyectarlos en los demás.

De ahí que exista tanta gente que, apenas abre la boca, lanza una crítica. Como si a su alrededor todo el mundo se equivocara. Muchos acuden a un consultorio psicológico con el único fin de hacer catarsis narrando que son víctimas del daño ajeno. ¿Qué responsabilidad asumen estos seres quejosos? Ninguna.

Todas las personas tienen en sí la posibilidad de cambiar, pero dicho cambio únicamente es posible si reconocen que hay algo que deben transformar. Quien solo se queja de los otros, nunca conseguirá cambio alguno. Pretender hacer alguna forma de terapia sólo para saber cómo cambiar a los demás es irrisorio. Apenas podemos conseguir cambiar nosotros, nosotras... Pero para ello es indispensable que asumamos nuestras propias faltas y dejemos de acusar.

Por todo esto que vengo explicando es que, ya durante las primeras sesiones con sus pacientes, Lacan procuraba obtener de ellos su “implicación subjetiva”. Es decir, que fueran capaces de correr ciertos velos para registrar, de movida, que algo de lo que les aquejaba tenía que ver con ellos mismos.

En otras palabras, hacerse cargo. Involucrarse con la propia vida. ¿Cuán grande es la cuota de responsabilidad que tenemos en las cosas que nos ocurren? Implicarse es algo bastante resistido por quienes tienen la costumbre de acomodarse en el papel de víctimas, pero es el primer paso imprescindible para lograr un cambio genuino que les lleve a estar mejor.