Hay un dicho muy antiguo que leí en mi juventud, que anoté en uno de mis diarios de hojas satinadas y que recuerdo hasta el día de hoy: "Los dioses, cuando quieren castigarte, escuchan tus deseos". Y mucho más adelante encontré otra versión con el mismo sentido: "Ten cuidado con lo que deseas, pues los dioses quizás te lo concedan." Fue dentro de este contexto que, por esos divertículos mentales en que se enquista el pensamiento, decidí incluir en Alguien llama a la ventana –una antología de cuentos góticos seleccionados por mí– alguna narración que tomara este desvío de lo clásico.
Primero pensé en uno de esos relatos que, cada tanto, se mencionan en diarios o en la televisión: la historia de la joven que, en una carretera desierta, detiene a un automovilista y pide que la acerque a algún lugar. El lugar puede ser un cementerio, una capilla –no necesariamente vieja– o una casa.
A veces olvida algo en el asiento, y cuando el conductor regresa al otro día a devolver la prenda, la familia, horrorizada, le cuenta que la joven ha muerto hace años, en el mismo lugar en el que se le apareció, de forma trágica: un accidente, un asesinato.
Es, indudablemente, un cuento de fantasmas moderno –lo prueban detalles como el automóvil– y, como dice Rodolfo Walsh en Antología del cuento extraño, es una de esas historias de aparecidos que no han dejado de inventarse en pleno siglo veinte.
Quizás "Vivir para siempre" –el cuento que seleccioné finalmente– no abarque totalmente estos detalles, pero tiene ese algo misterioso de aquel poema de la época de Shakespeare que habla del tiempo y los relojes que leí en la cama de la maternidad, con mi hijo recién nacido al lado.
Era un libro muy viejo, sin tapas, que había comprado en una librería de usados y por casualidad quedó en mi cartera. Sin nada que leer, lo abrí al azar y di con ese poema anónimo. Me impresionó tanto –quizás por mi condición de madre tan reciente– que hasta hoy, más de cincuenta años después, lo recuerdo.
Olvidé el libro en la clínica; pensé varias veces en ir a rescatarlo, pero mi embeleso de madre hizo que no encontrara el tiempo y un día, año después, comprendí que ya era inútil.
Aquellos versos siguen obsesionándome, pero no puedo dar con ellos porque no los memoricé.
El cuento que seleccioné se titula "Vivir para siempre" y es inquietante. También lo he buscado en Internet, sin más datos que "Anónimo europeo". ¿Quién lo escribió? ¿De qué nacionalidad era el autor? ¿En qué siglo fue escrito?
En contraposición de los anónimos modernos, que son de apariciones, esta historia tiene un sentido mucho más filosófico y aterrador, teniendo en cuenta aquella frase con que titulo la nota. Como le acaeció a la dama de este cuento:
Vivir para siempre
Anónimo europeo
Una dama comía y bebía alegremente. Tenía cuanto puede anhelar el corazón, y deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y a arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer, ni beber.
Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en una iglesia. Todavía está allí, en la iglesia de Santa María. Es del tamaño de una rata y una vez al año se mueve.
Sugerencias:
1) Buscar en internet la historia de "la chica en la carretera": he encontrado versiones desde Canadá hasta Argentina.
2) En Antología del cuento extraño, de R. Walsh, leer "La casa encantada".