San Miguel de Allende resume todo lo que podemos anhelar de un destino viajero: una asombrosa arquitectura barroca y un pasado heroico, un entorno natural bien preservado, comidas aromáticas que nos recuerdan que estamos en México y mucho confort hotelero.
Por segundo año consecutivo, en 2018 esta antigua ciudad mexicana fue elegida como el mejor lugar del planeta para visitar, según el voto de quienes leen la prestigiosa revista de viajes Travel + Leisure. A 274 km del Distrito Federal y 70 de Guanajuato, esta comunidad que tuvo un papel central en las luchas independentistas mexicanas, cuenta desde 2008 con el honor de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Si tenemos la fortuna de visitarla, no podemos dejar de conocer el Museo del Juguete Popular Mexicano y la cafetería San Agustín, célebre por sus churros rellenos de dulce de cajeta (dulce de leche de cabra) y su chocolate amargo. También vale la pena animarse a sobrevolar la ciudad en globo aerostático, siempre que dejemos algo de energía para el paseo al atardecer por la calle Cuna de Allende, donde se concentran las tienditas de artesanías mexicanas.
Su agenda de festivales (de jazz, blues, ¡disfraces!) todo el año y los espectáculos del prestigioso teatro municipal Ángel Peralta, hacen de esta ciudad un polo cultural muy disfrutable.
Un albañil neogótico
Parroquia de San Miguel de Allende
Entre 1880 y 1890, esta fantástica construcción religiosa levantada a mediados del siglo XVI, fue sometida a un proceso de reforma profundo que cambió radicalmente su apariencia externa. El esmerado trabajo no estuvo a cargo de algún afamado arquitecto italiano, sino de un albañil indígena llamado Zeferino Gutiérrez Muñoz, que era profundo admirador de las formas de las iglesias alemanas de estilo neogótico. Para revestir la nueva fachada, Gutiérrez hizo extraer piedra rosa de las canteras del faldeo del extinto volcán Palo Huérfano. Sus delicados pilares afiligranados, sus arcos en punta y los remates de aire medieval hacen de este templo un sitio de visita obligada si andamos por Allende.
Emporio del churro
La confitería San Agustín
En una antigua y coqueta mansión del siglo XVIII funciona la cafetería San Agustín, uno de los templos del chocolate con churros en San Miguel de Allende. La confitería es propiedad de Margarita Gralia, una famosa actriz mexicana de telenovelas, cuyas fotos con otras celebridades o en los rodajes pueblan las paredes del cálido y pequeño salón. Cestería indígena y otras artesanías locales completan la sencilla decoración. A la hora de hacer nuestro pedido al mozo, salen muy bien el “Chocolate español”, más espeso y con menos azúcar; y los churros marmolados, los rellenos de nutella, chocolate, lechera y cajeta (dulce de leche), entre otros manjares. También hay bocadillos y platos mexicanos.
¡Caravana loca de atar!
Cada año, a mitad de junio, locales y visitantes se enfundan en sombreros y disfraces disparatados para participar de la Fiesta de Locos, un fin de semana en el que todos se caracterizan como personajes de comics y películas, o satirizan a los políticos. Salen en procesión por las calles del pueblo, a puro baile, mientras los admiradores les arrojan caramelos a su paso.