Desde su estreno, El juego del calamar generó debates alrededor del mundo. Pero más allá de la tensión, la violencia y la crítica al capitalismo, el final de la serie de Netflix no es una victoria, sino un sacrificio emocional y simbólico.
*Desde acá comenzarán los spoilers sobre la serie de Netflix.
Esta interpretación sostiene que la serie surcoreana explora un ciclo de trauma en el que el sistema capitalista funciona como la estructura misma del dolor. A través de sus personajes, el show no solo denuncia la desigualdad, sino que expone cómo las personas quedan atrapadas en lógicas de supervivencia que perpetúan la violencia y la culpa.
Esto tendría que ver con la última frase que intentó decir Gi-hun (456) antes de tomar la decisión de morir y que fue un cambió que tomó Hwang Dong-hyuk, creador de ‘El juego del calamar’, sobre la marcha.
En una entrevista reciente de The Hollywood Reporter, el creador ha revelado que en la versión inicial del guion de la tercera temporada de la serie, el jugador 456 habría sobrevivido al juego final. No obstante, el director y guionista cambió de idea porque no consideraba que un final feliz fuese apropiado para el tono de la serie
La figura de los VIPs viendo a 456 en la final
Uno de los puntos centrales del análisis del final es cómo la serie transforma el sufrimiento humano en entretenimiento, no solo para los VIPs que apuestan en la ficción, sino también para los espectadores reales (nosotros).
La pregunta incómoda que surge es: ¿qué tanto nos diferenciamos del público millonario que disfruta viendo a otros morir por dinero?
Los juegos infantiles, convertidos en pruebas mortales, usan la estética de la infancia para maquillar la violencia. Esta elección visual —muñecos gigantes, colores brillantes, canciones de cuna— refleja cómo el sistema premia la obediencia y castiga la duda, incluso desde edades tempranas. La metáfora es clara: la inocencia se usa como instrumento de control.
La decisión de no jugar más de 456 en el Juego del Calamar:¿qué iba a decir al final?
El punto de quiebre emocional y narrativo llega cuando Gi-hun elige no continuar el juego para proteger a otra persona: la bebé 222. No se trata de ganar, sino de romper con la lógica de “ganás o morís” que domina la serie.
Es que después de ganar, Gi-hun no celebra. Al contrario, se hunde en una culpa profunda, un rasgo clásico del llamado síndrome del superviviente. Gi-hun necesita reparar, aunque sea simbólicamente, todo lo que dejó atrás, lo que lo lleva a cuidar de la hija de la jugadora 222, quien representa una generación nueva, libre de la deuda emocional heredada.
“No somos un caballo, somos humanos y los humanos somos...”, comenzó así el último discurso del jugador 456, el cual no terminó de decir. Esta frase dejó muchas dudas en algunos espectadores, quienes no entendieron qué quiso decir. Esta fue la decisión que el creador de la serie quiso mostrar al cambiar el final, ya que quiso dejar en claro que los humanos somos seres complejos y por eso decidió dejarlo a la interpretación del público.
El final alternativo que pudo tener el Juego del Calamar
El director también reveló que había posibilidades de un final alterno, pero que decidió seguir por el camino que vimos en la serie.
“Gi-hun habría ganado el juego de una forma u otra, yluego habría visitado a su hija en Estados Unidos. Originalmente, la persona que presencia a la reclutadora norteamericana habría sido Gi-hun. Pero pensé, ‘¿Qué tipo de final quiero para esta historia?’, y ‘¿Cuál debería ser el viaje de Gi-hun’?.Los eventos del mundo real hicieron que pensara que Gi-hun debía sacrificarse para enviar este mensaje tan poderoso”, reveló Dong-hyuk. “El mundo cada vez va a peorde muchas maneras. Así que pensé, ‘¿Qué tipos de sacrificios debemos hacer las personas de nuestra generación para poder dejar un mundo mejor para las generaciones venideras?’Quise que el sacrificio de Gi-hun representase esto“, explicó.
¿Habrá un nuevo Juego del Calamar en Estados Unidos?
Si bien la serie muestra actos de humanidad —como el sacrificio de Gi-hun o su rechazo a perpetuar el juego—, el análisis es claro: el sistema no cambia por un solo gesto noble.
El juego del calamar nos advierte que mientras el sufrimiento pueda ser convertido en espectáculo, el sistema seguirá vivo. No alcanza con un héroe; se necesita una conciencia colectiva que deje de jugar con las reglas impuestas. Algo que queda claro con la presencia del líder en Los Angeles, mientras observa a una reclutadora—interpretada por Cate Blanchett—, lo que da a entender que en Estados Unidos habrá una versión de los macabros juegos.