Tute: El psicoanálisis no te da comodidad, sino herramientas para comprender

El reconocido humorista gráfico -hijo del inolvidable Caloi- acaba de lanzar su tercer libro de dibujos y psicoanálisis, “Superyó”. En esta charla rumbera plagada de interrogantes de diván, habla de la infancia feliz junto a sus hermanos, de Quino, el amor, el ego y la muerte... Y, por supuesto, de Mabel y Rubén, dos personajes que se volvieron sus laderos entrañables.

Tute: El psicoanálisis no te da comodidad, sino herramientas para comprender
"La vida es divertida y tremenda. Me gusta mover a la risa pero n me alcanza con eso nomás: me interesa que el humor se meta con lo paradojal de nuestra existencia y pueda transformarse en un espejo del otro", admite Tute. Foto: Alejandra López / prensa.

Humorista gráfico desde hace más de dos décadas e hijo mayor del inolvidable Caloi, Juan Matías Loiseau (46) –o Tute, como le dicen todos– está en un gran momento creativo pese al complejo contexto de la pandemia. Acaba de lanzar por Sudamericana su tercer libro de humor y psicoanálisis, Superyó, mientras avanza con los preparativos de la segunda temporada de Preguntas dibujadas (su ciclo de entrevistas intimistas, por YouTube, donde interroga a la gente por el ego, la vida y la muerte) y fantasea con dirigir una película (ya dio el primer paso: dibujó el afiche). En esta charla con Rumbos se deja llevar por espejos imaginarios, personajes entrañables e interrogantes de diván.

–Hace unos días publicaste Superyó, tu tercer libro de humor gráfico atravesado por el psicoanálisis, y tus viñetas se llenaron otra vez de charlas existenciales y sesiones de terapia. ¿Qué te atrae de este juego reflexivo que establecés con tus personajes?

–La vida es divertida y tremenda. Me gusta mover a la risa, pero no me alcanza con eso nomás: me interesa que el humor se meta con lo paradojal de nuestra existencia y pueda transformarse en un espejo del otro. Los vínculos amorosos o de amistad que establecemos están llenos de paradojas. No bien nacemos, nos vemos arrojados a una vida en la que sabemos que vamos a morir; primera gran paradoja por resolver o, bueno, tal vez imposible de resolver. Alguna vez le pregunté a Quino qué buscaba con el humor: ¿para qué hacemos humor? Quino me respondió: para dejar al descubierto lo ridículo de la vida.

En la última Rumbos, un repo exclusivo a Tute, hijo del gran Caloi y uno de los máximos referentes del humor gráfico argentino. Foto: Alejandra López / prensa.
En la última Rumbos, un repo exclusivo a Tute, hijo del gran Caloi y uno de los máximos referentes del humor gráfico argentino. Foto: Alejandra López / prensa.

–Al mirar tu nuevo libro, lo primero que llama la atención es el espejo que dibujaste en la portada. ¿Es algún tipo de provocación “psic”?

–Este espejo busca interpelarnos, que no nos quede otra que ver nuestras conductas reprochables o, mejor dicho, paradojales, aunque nos incomoden. Supongo que en primer lugar me miré yo ahí, pero ahora es una invitación a los demás. Y es un espejo que no va a ser condescendiente. Freud hablaba de las tres grandes heridas narcisistas de la Humanidad: una es cosmogónica, otra biológica, otra psicológica. La primera la ubicaba con Copérnico, en el siglo XVI, cuando el tipo dijo “muchachos, no somos el centro del universo, como creíamos; somos un planetita que gira alrededor del Sol”. La segunda herida narcisista fue con Darwin, que nos dijo “no sólo somos animales, sino que venimos del mono”. Y la tercera herida es la psicológica, descubierta por el mismo Freud: “Muchachos, ni siquiera somos dueños de nosotros mismos”. El descubrimiento del inconsciente nos anotició de que no manejamos ni siquiera nuestra propia casa, nuestra mente. Cuando dibujo me gusta jugar con esta dimensión, y no sólo desde el chiste, sino desde mi técnica formal, porque trato de encontrar ideas a partir de la asociación libre.

–¿Cómo llega a tu vida la experiencia del psicoanálisis?

–Llegó por curiosidad y se quedó por necesidad. Cuando era chico, el tema estaba instalado en mi casa, mi vieja era psicóloga social y mi viejo, un tipo muy psicoanalizado. Ellos hablaban de segundas y terceras lecturas, fallidos, mil conceptos del psicoanálisis que yo no entendía. Empecé a ir a los 18, pasé por tres analistas, el del medio muy brevemente. Hago diván. Creo que cuando hacés análisis, no estás buscando comodidades, sino un espacio que te dé herramientas para comprender.

–¿Se te “meten” los personajes o los temas que estás dibujando en tus propias sesiones?

–En general no me pasa. Como el trabajo no suele representar un rollo en mi vida, no aparece tanto en mi análisis. Sí me pasó con Diario de un hijo, pero porque ese libro fue justamente un final de duelo dibujado y tuve muchas idas y vueltas: infinitas ganas de hacerlo, pero sintiendo en un momento que no estaba preparado.

–¿Hace cuánto que dibujás a Mabel y Rubén, estos personajes que ya son tan queridos y esperados en tus redes sociales? ¿Qué representan para vos sus diálogos profundos y cotidianos?

–A Mabel y Rubén no los creé a conciencia, como a Batu, sino que me fueron encontrando a mí con el tiempo... Ellos son espejos nuestros, somos ellos. Hace 15 años yo tenía más personajes, más nombres, Betty, Raúl, Ricardo, pero me fui quedando con estos porque me caían más simpáticos o me resonaban por alguna historia suburbana, por los nombres del barrio, esas cosas. Y al final resultó un chiste en sí mismo, porque ahora casi todos los personajes que dibujo son Rubén y Mabel. Con ellos, el principal recurso humorístico es que dicen lo que los demás pensamos pero callamos.

–Vos también aparecés desde hace un tiempo interactuando en las tiras como un personaje más…

–Sí, ese es un superpoder que descubrí hace poco. Con Diario de un hijo surgió la necesidad de dibujarme a mí mismo, a mi viejo, a mi familia, a Quino, a Fontanarrosa. Y me di cuenta de que podía lograr retratos reconocibles. Se abrió una dimensión nueva espectacular.

Según el propio Tute, el espejo ilustrado en la portada de su nuevo libro "busca interpelarnos, que no nos quede otra que ver nuestras conductas reprochables o paradojales, aunque nos incomoden".
Según el propio Tute, el espejo ilustrado en la portada de su nuevo libro "busca interpelarnos, que no nos quede otra que ver nuestras conductas reprochables o paradojales, aunque nos incomoden".

–Te escuché decir que el humor es uno de los grandes mecanismos colectivos de defensa. ¿Qué pregunta existencial de las tuyas nos vendría bien hacernos como sociedad?

–Una pregunta que podríamos hacernos, más allá de la mirada política de cada uno, es “¿Cómo salimos de esta?”. Y me refiero a la pandemia, a nuestras contradicciones como país, a todo. Se ha hablado mucho de que íbamos a evolucionar como seres humanos después del Covid, pero todo indica lo contrario. No veo cómo, después de un suceso como este, alguien puede salir mejor persona si no se lo propone. Tenemos que plantearnos una evolución real, elevar la calidad de la discusión, que es muy berreta y absolutamente inconducente. Nada bueno puede nacer de tirarse granadas permanentemente.

–El año pasado publicaste el libro Todo es político! y condujiste un ciclo de entrevistas por YouTube –Preguntas dibujadas–, en el que interrogabas a figuras de nuestra cultura acerca del ego, del amor, de la vida, de la muerte. ¿Qué sacás en limpio de esas charlas? ¿Todas las personas sentimos más o menos lo mismo y lo expresamos igual?

–No... Aunque nos pasen cosas parecidas y tengamos miedos similares, noté que todos somos universos distintos. Ante preguntas sobre la muerte muchos respondieron con humor, pero otros pedían quedarse más tiempo o se enojaban con la muerte. El humor es un mecanismo de defensa personal y social frente a la adversidad, pero cada persona hace su experiencia.

–Y de esas preguntas que solés hacer a los demás, ¿cuál te cala más hondo a vos?

–Hay una que me encanta: ¿a qué recuerdos de infancia te gusta viajar con la memoria? No hay dos personas que respondan lo mismo.

–¿A qué postal de la niñez te gustaría volver?

–Lo primero que me viene es una foto de mi infancia muy vista y la sensación vívida de estar con mis tres hermanos en el parque de mi casa en José Mármol, en zona Sur del Gran Buenos Aires. Seguramente vuelvo ahí porque fueron momentos de mucha felicidad y también de esa inconciencia de la primera infancia que te hace sentir inmortal, sin registro de la muerte propia ni ajena.

–¿Vas a hacer una segunda temporada de Preguntas dibujadas? ¿Qué querés hacer en este 2021?

–Ando con muchas ganas de hacer canciones y encarar otra tanda de estas entrevistas pero sumando a figuras de otros países; es un berretín personal, me encanta, aún no tiene fecha de salida. También estoy dibujando un libro de estos muy pesados sobre la muerte, que es un tema que me tocó de cerca en los últimos tiempos (en 2019 fallecieron su mamá y su hermano Tomás Loiseau). Otro proyecto que vengo empujando pero más despacito es la escritura de una película. No sé si voy a animarme a dirigirla yo solo, pero vengo bien, ¡ya dibujé el afiche de la película! (risas). Tiene que madurar el tema... Quino tenía un cuaderno de “Ideas” con unos pajaritos volando en la tapa. Él ahí bocetaba ideas que muchas veces permanecían años en el papel sin progresar. Si él sentía que no cerraban perfectamente, las dejaba que maduraran y cada tanto las visitaba a ver qué pasaba.

–¿Lo extrañás a Quino?

–Sí, mucho, él se fue apagando de a poquito. Extraño el Quino más vivaz y divertido, al tipo tierno e inteligente con el que tenía grandes conversaciones. Por eso fue uno de los padres de nuestro arte moderno. Tenía la lucidez de un filósofo y la ternura de un pibito. •

A la par de sus libros y tiras diarias, Tute está preparando la segunda temporada de Preguntas dibujadas, su ciclo de entrevistas intimistas, por YouTube, donde interroga sobre el ego, la vida y la muerte. FOTO:
A la par de sus libros y tiras diarias, Tute está preparando la segunda temporada de Preguntas dibujadas, su ciclo de entrevistas intimistas, por YouTube, donde interroga sobre el ego, la vida y la muerte. FOTO:

Reflejo del superyó

“A lo largo de esta pandemia, a mis dibujos y mis personajes también les ha ido pasando lo que a la gente por la calle con la cuarentena. Rubén y Mabel han comenzado a aparecer en espacios cerrados porque no se podía salir, surgieron los barbijos, el distanciamiento social, el amor mediado por el protocolo... También aparecieron unos fantasmitas y hasta el mismo virus en escena. Todo mi trabajo se circunscribe al universo de los temas que me preocupan, y la pandemia está entre las cosas que quiero entender y que me tocan social e internamente. La solemnidad y la corrección política son las grandes enemigas del humor.”

* Editora de revista Rumbos. Contenido exclusivo para Rumbos. Se reproduce aquí con autorización.