Elegante, amable y jovial. Bastan esos tres adjetivos para describir la primera impresión que despierta el diseñador de indumentaria Kenzo Takada, un ícono de la moda que sigue creando maravillas a sus 79 años.
Takada es japonés, pero vive hace más de cincuenta años en Francia, a donde llegó atraído por la estética del cine y la moda, y también por sus propios sueños. Aunque hoy es una eminencia del diseño, su carrera debió sortear muchos obstáculos antes de ver la luz, a causa de la posguerra japonesa y de los estándares culturales de una sociedad conservadora y machista, que no concebía que un hombre se dedicara a la moda. Pero Kenzo Takada siempre tuvo en claro su norte, y fue por él.
Sus diseños comenzaron a resonar en la década del 60 y se hiceron populares en los 70 a causa de sus desfiles teatralizados, una apuesta curiosa e innovadora que volvió famosa su marca. A pesar de ello, se retiró en 1999 y, desde ese entonces, colabora en proyectos creativos que lo atraigan y lo desafíen a aprender más.
De visita en la Argentina para presentar su fragancia Avon Life Colour –su segundo lanzamiento junto a la reconocida marca de cosméticos–, el diseñador se hizo un tiempo para esta charla exclusiva con Rumbos.
¿Cómo se dio cuenta de que quería diseñar? ¿Qué quería contar a través de esas prendas?
Puedo asegurarlo, lo supe desde joven. Tenía 6 años, y en Japón no había nada, ni siquiera televisión. Lo único que podíamos hacer era mirar los diarios y, de vez en cuando, me llevaban al cine. Y tanto en los diarios como en el cine, empecé a sentirme atraído por cierta estética: veía las ilustraciones, la vestimenta de las mujeres.. Eso me sedujo y comencé a copiar los diseños. Luego, a los 9 o 10 años, cuando iba al cine a ver películas de Hollywood, fue cuando despertó en mí la necesidad de soñar e interesarme por la moda extranjera.
¿Fue fácil en aquellos tiempos tomar la decisión de dedicarse al mundo de la moda y el diseño?
A los 15 años, tenía que elegir la universidad a la que quería asistir y yo quería ir a Bellas Artes, estudiar algo relacionado con el diseño, la pintura o las lenguas extranjeras. Mi hermana, de 17 años, iba a asistir a clases de moda, y a mí me encantaba, pero su escuela no aceptaba hombres. Finalmente entré a la universidad de Lenguas, y un día, mientras viajaba en tren, vi un folleto que decía que la Escuela de Moda de Bunka (japonesa, y una de las más reconocidas a nivel mundial) empezaba a admitir hombres. Me empezó a latir fuerte el corazón y me dije: “Tengo que ir a Tokio, quiero ir a esta escuela, quiero eso para mi vida”. Mis padres no estaban de acuerdo y tampoco tenían el dinero para mandarme, pero trabajé pintando edificios y nunca le pedí un centavo a mi familia. Cuando logré ingresar a la escuela de modas, lo aceptaron.
Con todas esas barreras familiares y culturales, ¿dudó alguna vez de su vocación?
Nunca dudé de mis sensaciones, sigo siendo así. Acepté todos esos retos y obstáculos que se presentaron porque quería entrar a ese lugar y repetí esa actitud ante la vida con todos los desafíos que tuve después.
¿Siente que esa fue la clave de su éxito?
Sí, creo que sí. Es algo que elegí y provoqué yo mismo, estudié durante tres años, gané el premio de moda y empecé a trabajar gracias a este premio.
¿Existe alguna fórmula para innovar, ser diferente y gustar a todos?
Lo que yo intento es ser simple, la simplicidad y naturalidad es la clave del buen gusto.
¿Qué experiencias lo inspiran? ¿Hace alguna actividad totalmente diferente a su rubro para buscar nuevas ideas?
Hago ejercicios físicos y me ocupo mucho de mi salud. Hago gimnasia y yoga, dos actividades que me dan mucha energía y me hacen muy bien. Otro de mis secretos es rodearme de amigos más jóvenes, que no tienen nada de contacto con el mundo de la moda. El tercer secreto, más allá de mi edad, es que me sigue gustando la aventura.
¿Cuál es la diferencia entre diseñar moda y fragancias?
Es más o menos el mismo método de trabajo. Tanto las fragancias como la moda empiezan con una historia. Uno decide un tema y después se trabaja muchísimo sobre ese universo que se va desplegando. Y cuando de los perfumes se trata, me ocupo especialmente de que la cuestión estética acompañe a la fragancia. El diseño del envase es muy importante. Puedo opinar sobre los aromas, si algo me gusta o no, pero no soy experto en el trabajo de los perfumistas, trabajamos juntos en tal caso.
"Un perfume debe activar una emoción, hay que elegir desde el corazón."
¿Y cómo se da ese proceso inicial, creativo, con las prendas?
La moda está más centrada en el taller, en las telas. Conozco mucho más ese mundo porque trabajé en él nada menos que 50 años. Yo sé de telas, entramados y mezcla de colores; pero en este momento de la vida, con los perfumes, aprendo mucho más. Es muy importante trabajar en equipo.
¿Cuál fue su principal inspiración al crear Avon Life Colour?
El objetivo fue crear una fragancia que reflejara la personalidad y los colores que han inspirado mi profesión y me han ayudado a romper las reglas de la moda. Quiero que la gente se sienta inspirada y aproveche al máximo cada día, aportando de mi parte una fragancia fresca, joven y energética que se pueda usar en cualquier momento.
Los temas en los que se basan sus diseños, ¿surgen de cosas que pasan a su alrededor o de sus gustos personales?
Hay de todo. Para una colección de moda, por ejemplo, me inspiré en mis viajes. Cuando fui a India, me llené de imágenes increíbles y me quedé con una impresión tan fuerte, que se volvolvió un tema en sí mismo. También me ocurren estas cosas al leer un libro o al escuchar una conversación en la calle. Cualquier cosa que me llame la atención puede ser fuente de inspiración.
¿Puede darnos tres consejos para elegir la fragancia perfecta?
Es una elección singular: tiene que ver con la personalidad, la cultura y los recuerdos. Un perfume debe activar una emoción, idealmente una positiva. Creo que hay que elegir desde ese lugar, con el corazón. Después, no se me ocurre otro consejo. O te gusta o no te gusta. Si te gusta, no hay más que decir.