Qué voto cuando voto, guía para políticos y candidatos que se presentan en las PASO 2021

Cada dos años, la ciudadanía se expresa con el voto. Sin embargo, gobiernos, legisladores y candidatos no entienden o no quieren escuchar lo que les dicen los votantes.

El derecho y deber de votar (Archivo / Los Andes)
El derecho y deber de votar (Archivo / Los Andes)

Cada dos años hay elecciones en la Argentina y, por tanto, en Mendoza. Cada dos años, vamos a las urnas para continuar con la democracia, para hacer uso de nuestro derecho y cumplir con nuestra obligación. Cada dos años, los ciudadanos dicen algo en ese sobre, pero pareciera que quienes deben escuchar no entienden qué voto cuando voto.

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Hay quienes prefieren no votar. Si bien las estadísticas cambian si son elecciones que incluyen cargos ejecutivos o legislativos solamente o si son las recientes Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, desde que retomamos la democracia, el porcentaje de empadronados que se presentan a emitir su voto ha ido decreciendo en Mendoza. En 1983, el entusiasmo convocó a poco menos del 90% de los electores mendocinos; en la década del ‘90 empezó a decaer y, aunque en este milenio ha bajado del 70%, en las PASO legislativas de 2017 votó 78,7% de los empadronados.

Otros ciudadanos no terminan de decidirse y sufragan en blanco o anulan su voto con diferentes estrategias -colocan boletas rotas o buscan personajes de la historia como San Martín o alguien que consideran que tiene lo necesario para ocupar el cargo que se vota-.

La decisión es difícil y uno trata de ver el contexto socioeconómico, las personas que se presentan, los partidos políticos a los que representan, las alianzas, los que fueron consecuentes con su campaña, los que se “panquequearon” guiados por su propio afán de poder, los pocos que manifiestan y actúan atentos a la vocación de servicio que supone abrazar la función pública.

Para esa llegar a esa decisión, el análisis se orienta hacia la gestión y hacia el sucesor designado cuando se trata de elegir cargos ejecutivos. Un análisis que va más allá de si se construyeron rutas o megaobras, un análisis que pone en la balanza qué pasó con las escuelas y la educación, con los hospitales y la salud, con el manejo de alguna situación particular que haya puesto en jaque a la población.

Pero si se trata de renovar los cargos legislativos de la Nación, la Provincia y/o el Municipio, la balanza se inclina a alguien que pueda interpelar al Ejecutivo de turno o al que pienso votar (en caso de que coincidan ambas elecciones). No busco a quienes pongan piedras en el camino per se, sino a quien cuestione y obligue a discernir para que las normas salgan en beneficio del bien común.

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Es difícil sí, porque cada vez son más las decepciones que llevan a ese desánimo que amenaza con apoderarse de los ciudadanos comunes. Es que la elección está siempre entre los mismos patrones de partidos:

  • partidos que hacen promesas que desde el vamos son imposibles de cumplir;
  • partidos con un idealismo tal que rozan la ingenuidad, ésa que tenía a los 12 años cuando al ver la campaña del ‘83 pensaba que todos los candidatos debían trabajar juntos para forjar la Argentina de la paz y la libertad por la que peleaba cada uno para ganar votos;
  • partidos que siguen echando la culpa al gobernante anterior;
  • partidos que buscan un chivo expiatorio para justificar lo que hacia adentro no pueden justificar;
  • partidos -que según el mito urbano- son tan centralistas y lentos en la toma de decisiones dejan pasar las mejores oportunidades de crecimiento o hacen aunque se quedan con una tajada.

Pero es difícil también porque ninguno de esos partidos -a la elección siguiente- se acuerda o se quiere acordar de lo que la ciudadanía expresó con su voto a cada uno de los que se postuló.