Vía Tres Arroyos te presenta una nueva entrega de Pinceladas literarias la sección a cargo de Valentina Pereyra.
En esta ocasión presentamos un cuento de Monica Más, titulado:
Los ojos de la niña
Era tarde, los ojos de la niña vieron el beso clandestino entre su madre y un hombre que no era su padre y una amenaza velada por el temor le hizo guardar silencio. Miró el cuarto, sus hermanos dormían, eran pequeños. Esos mismos ojos inocentes acunaban una muñeca que había sacado de manera furtiva de su lugar para disfrutar de ella.
El ruido de un motor la sobresaltó, su madre se iba, le besó la frente, se subió rauda y como en un sueño vio la mano que la saludaba desde el vidrio trasero. El auto se alejaba, el tiempo se detuvo allí: en ese auto negro que se llevó a su madre. En ese momento la niña no supo que su vida cambiaría para siempre.
Como en un gran carrusel su vida giraba sin parar, vio delantales grises que la acompañaban, gente buena que cuidaban de los tres niños sin madre. Con un padre que afanosamente trataba de seguir y entre mocos y lágrimas los días pasaban y la niña seguía sin entender qué había hecho mal para que su madre los abandonara.
Las noches eran los fantasmas, las almohadas mojadas del llanto silencioso serían para siempre testigos mudos de su dolor.
La figura de su padre se engrandecía en tanto pasaban los años. Era un ser superior, era su amor, su gran amor y así fue creciendo. Y aunque el dolor había hecho nido para siempre en su pecho, los momentos con su padre eran mágicos.
Los ojos de la niña sabían de dolor, de humillaciones, de soledad, pero dejaban entrar al corazón, la esperanza, la fe en Dios, los momentos dulces mientras vivía en la gran avenida y su cuerpo, como en una metamorfosis, la había transformado en una hermosa mujer.
Aquellos ojos despidieron a su padre con solemnidad, había sido el mejor padre que la vida le había dado, lo había visto luchar, llorar, hacerse gigante, protegerlos, pero sobre todo amarlos a ella y a sus hermanos.
La vida volvía a ser tormenta, ¿cuánto debía regar para ver crecer flores? Nadie le había enseñado.
Siguió luchando y siguió creciendo amada por manos bondadosas que la precipitaban a un futuro que ella no veía, pero estaba pronto a llegar. Fue así que cierto día, unos ojos verdes se posaron en los suyos y supo que el amor había llegado para quedarse y a pesar del dolor y la tormenta, el arco iris por fin empezaba a salir.
Y su vientre se volvió fértil y como leona cuido sus crías hasta que cada una pudo volar. Jamás dejaría de cuidarlos porque su esencia estaba marcada por el abandono. Sabía que velaría hasta la eternidad por sus hijos.
Por fin entendió que no había nada malo en ella, cuando alguien la llamó para decirle que la vida de su madre se apaga, que desde su lecho de muerte pedía por ella y abrió su corazón y fue al encuentro de un ser que rogaba perdón. Y mientras gruesas lágrimas caían de sus ojos sólo tenía una certeza y se la dijo: No me pidas perdón papá hizo de madre y padre…y la perdonó.
Y hoy, después de muchos años se puede ver a la niña encorvarse en una tumba para dejar las flores de su jardín a su padre y a su amor, ese amor que la rescató de la tristeza y le dio una vida plena.
Y de tanto en tanto se da vuelta para ver la mano de su madre diciéndole adiós. Cada tanto…
Sobre la autora
Monica Más en sus propias palabras expresa:
“Me encanta leer historia romántica y cuando mi corazón necesita expresar, me atrevo y escribo para calmar algo de la pena que encoge mi alma desde que perdí mi niña mayor.
Participe en un par de talleres de escritura y lectura en la Biblioteca Cacuri y de la mano de Pilar López ahondé en lo mágico de los concursos. Creo que la escritura y la lectura son sanadores por naturaleza".