Malvinas 40 años: “El odio tiene un límite, no se puede vivir odiando”

En diálogo con Vía Jujuy, un artillero jujeño habla de la vida sin rencor después de Malvinas.

Las trincheras, restos de proyectiles y la emoción de un soldado jujeño en oportunidad de visitar la isla Soledad, en 2019.
Las trincheras, restos de proyectiles y la emoción de un soldado jujeño en oportunidad de visitar la isla Soledad, en 2019. Foto: Archivo de Justo Ramón Zambrano

Justo Ramón Zambrano es un jujeño suboficial del arma de artillería que residía en Paso de los Libres, provincia de Corrientes, cuando la Patria requirió sus servicios. Hoy, ya retirado y a 40 años de aquellos hechos históricos, comparte con Vía Jujuy su experiencia, sus recuerdos y sus sensaciones como veterano de guerra de Malvinas.

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Un aspecto saliente de su testimonio es que, a diferencia de muchos, asegura que “estuvimos todo un año (1981) entrenando y saliendo al campo sin importar las temperaturas o las condiciones del terreno, capacitándonos y aprendiendo. Entonces me queda decir que para Malvinas me entrenaron bien, fui con gente muy bien entrenada, no llevábamos soldados nuevos”.

Bien dispuesto para la entrevista, comienza relatando su llegada a las Islas siendo parte de la Batería “A”, no sin explicar que “una batería es el conjunto de seis cañones”.

“En Malvinas era sargento primero en el tercer año y mi puesto de combate era ‘computador principal del Centro de Tiro’. Yo viajé a Malvinas con la Batería “A”, mi jefe de batería era el teniente primero Caballero”.

Justo Ramón Zambrano (izq.) junto al excombatiente Paulino Guanuco, presidente del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Jujuy.
Justo Ramón Zambrano (izq.) junto al excombatiente Paulino Guanuco, presidente del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Jujuy. Foto: Archivo de Justo Ramón Zambrano

A la Isla Soledad llegaron cuadros (oficiales y suboficiales) y tres soldados que transportaban seis cañones, un jeep Mercedes Benz y las municiones, describe.

“La gente no tiene la culpa, pero dicen: ‘llevaron niños’. Todas las unidades no llevamos ‘niños’, nosotros llevamos soldados ‘viejos’, y en vez de llevar seis soldados por cañón, llevamos cuatro pero incorporamos a suboficiales que salieron de la Escuela (militar) como aspirantes y los transformaron en cabos para ir a Malvinas. Eran quienes tenían una instrucción de un año y medio, casi dos”, aclara Zambrano.

IMPROVISACIÓN, INGENIO Y MUCHO VALOR

En su reseña apunta también que al arribar a las Islas, sin distinción de jerarquías descargan entre todos el armamento, piezas que pesaban 900 kilos, y las municiones. Pero “estaba todo tan mal organizado -advierte- que faltaba el transporte, porque de acuerdo al reglamento, para mover los seis cañones y la gente se necesita 19 vehículos”.

“Con esta improvisación llegamos a Malvinas, entonces sale el ingenio. Nosotros estábamos en el aeropuerto y hasta el pueblo hay casi ocho kilómetros y como nosotros sabíamos dónde íbamos a estar, cuando pasaba un camión, lo cargábamos y le pedíamos que dejen esas piezas en la entrada del pueblo”, para desde ahí poder ubicarse en los puestos de combate.

La primera misión que tenía una parte de este grupo de artilleros era agregarse al Regimiento 25 de Infantería para defender el aeropuerto en la capital Puerto Argentino, mientras que el resto del Grupo de Artillería 3 estaba mucho más adelante, cubriendo la posición del Grupo de Artillería Militar 4 (GAM 4), procedente de Córdoba.

Vista del monte "Dos Hermanas", escenario de una épica batalla entre el 11 y el 12 de junio de 1982.
Vista del monte "Dos Hermanas", escenario de una épica batalla entre el 11 y el 12 de junio de 1982. Foto: Archivo de Justo Ramón Zambrano

En este pasaje Zambrano resalta el rol histórico de la Batería “C”, instalada en cercanías del monte “Dos Hermanas”, cumpliendo la función de primera línea con misión de fuego, lo que -sostiene el veterano jujeño- la dejó muy expuesta por la lentitud de su movimiento en razón de lo pesado que era el armamento.

Para defender esa Batería se formó un grupo de tiradores, “Los Gansos Salvajes”, integrado por oficiales y suboficiales, hasta que la Unidad de Infantería pasara a ocupar “Dos Hermanas”. Ellos cumplirían entonces la función de primera línea.

Zambrano permaneció allí hasta que los ingleses atacaron y destruyeron su Centro de Tiro. Pasó entonces a pertenecer “al grupo del teniente coronel (Martín) Balza”, pero más tarde, al tener diferencias con su superior, fue removido y como castigo lo mandaron a la Batería “C”, que estaba a cargo del teniente Acosta, recuerda.

De entre los pliegues de su memoria rescata que “había dos cadetes que se formaron ahí como oficiales, que se formaron en combate, los subtenientes Herrero y Barreiro, changos jovencitos…”, evoca, comparando que él en esa época tenía 34 años.

Ubicados en un lugar estratégico y escondido, detrás del monte “Dos hermanas”, defendían el aeropuerto, hasta que fueron descubiertos por las fuerzas inglesas, que atacaban por las mañanas. Sin embargo, su batería resistía a esos ataques, resistencia que, presume el entrevistado, era posible gracias a las características del terreno: “Ellos atacaban con municiones explosivas, que al tocar el terreno tan blando no producían el efecto esperado”. Sólo hacían pozos en el suelo y no provocaban bajas, dice.

SOBREVIVIENTE DE UN INCLEMENTE ATAQUE

Con claridad rememora que en un momento “se hace el recambio de personal y vienen varios cuadros jóvenes y también cabos. Yo creo que eso nos permitió resistir tanto. Esa noche por primera vez fuimos atacados por el destructor (HMS Sheffield)*; los otros ataques que recibimos eran de la fragata (HMS Brilliant)**, que nos disparaba con un cañón, que era más pausado”.

“En ese momento uno se siente impotente, en ese pozo se acuerda de todo, hay que aguantar psicológicamente”, avisa. “Había dos soldados nuevos a los que notaba nerviosos por el ataque del destructor, que atacaba con cinco cañones a la vez. En medio de esa impotencia -remarca- hay que aguantar”.

Los novatos tenían motivos de sobra para estar nerviosos. Relata Zambrano: “Nos buscaban porque éramos la batería que más daño hacía. Nos atacaban la fragata, el destructor y los aviones, pero nosotros aguantamos bastante bien, hasta la noche del ataque fuerte de ellos. Perdimos contacto con quienes estaban más adelante y nos pasaban los datos de ubicación para disparar. A las diez y media de la noche empezaron a pasar los primeros heridos”.

Un grupo de camaradas de Justo Ramón Zambrano volvió a pisar el suelo malvinense 37 años después de haber batallado allí contra los ingleses.
Un grupo de camaradas de Justo Ramón Zambrano volvió a pisar el suelo malvinense 37 años después de haber batallado allí contra los ingleses. Foto: Archivo de Justo Ramón Zambrano

Las órdenes esa noche eran que siguieran tirando a los blancos identificados, porque de lo contrario “los gringos los van a pasar por arriba”, recuerda que les dijeron.

Para esto fue de mucha utilidad la previsión del artillero jujeño, que conservaba una planilla con las ubicaciones para seguir disparando.

Al amanecer reciben la orden de replegar la Batería “C” llevando las ocho piezas en dos camiones. Uno de esos vehículos era una ambulancia, acota.

“RECUERDO TODO, PERO NO TENGO ODIO”

En lo que parece un episodio menor de esa madrugada, el entrevistado encuentra una extraordinaria moraleja: “Había una zapata que estaba tan enterrada que no la podíamos sacar. Vino un cabo que se llamaba Duran, un chaqueño, petiso. Desarmó el artefacto completo en medio del barro, lo subimos a la caja del camión y así lo transportamos”.

La emoción lo embarga y explica: “Ese es el valor que hay que ver en nuestra gente. Nuestra gente y el material trabajaron al límite, con exigencias al máximo por el terreno, el cansancio por no dormir. Hay que valorar el esfuerzo que se puso”, pide, reclama, el excombatiente jujeño.

Como casi todos los artilleros que combatieron en las batallas libradas en las Islas Malvinas en aquellos meses de 1982, el suboficial retirado Zambrano padece en la actualidad problemas auditivos.

Indagando por otras secuelas que hubiese dejado en él la guerra, ante la pregunta de Vía Jujuy, con templanza Justo Zambrano responde: “Yo lo recuerdo, no lo voy a olvidar nunca, más esa noche que quedamos como primera línea, pero no tengo odio”, dice con absoluta sinceridad.

Hallada en lo que campo de batalla, una pieza de cañón, hoy mudo testigo cuya presencia retrotrae al ensordecedor fragor de la guerra.
Hallada en lo que campo de batalla, una pieza de cañón, hoy mudo testigo cuya presencia retrotrae al ensordecedor fragor de la guerra. Foto: Archivo de Justo Ramón Zambrano

Esto fue pie para otra anécdota. “Cuando estuve prisionero, un sargento inglés me quitó un cuaderno Rivadavia de 200 hojas donde anotaba todas mis memorias y me dijo ‘después te lo devuelvo’. Había ingleses que hablaban bien el español. Sacó de ahí una foto de mi mujer y mi hijo y me la dio. Nos trataron muy bien”, ´valoró.

Este oficial británico fue el que también le dijo que ambos eran soldados, que la guerra había terminado y que “ahora la cuestión le correspondía los políticos”.

“NO NOS QUERIAN RECIBIR EN NUESTRO PAÍS”

Pasando de la memoria a las sensaciones, el militar jujeño preconiza que “el odio tiene un límite, no podés vivir odiando”, porque en definitiva, se reconoce la humanidad en el contrincante, rasgo que, en vez de alejarlos, los acerca, argumenta.

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Algo de esto se refleja en otro de sus recuerdos, de cuando estuvo prisionero de los británicos: “Nos subieron al Canberra***, (un barco) que era como un hotel flotante. Nos ubicaron respetando los grados. Todas las mañanas nos cambiaban el toallón, la máquina de afeitar y el jabón, que eran descartables. Desayunábamos café con leche, medialunas, facturas…”.

Pero impactante resulta también escucharlo decir: “Nos rendimos el 15 de junio, estuvimos en la isla tres días, nos embarcaron y estuvimos dando vueltas porque según los ingleses, no nos querían recibir en nuestro país. Decían que nos llevarían a Uruguay. Las ventanas del barco estaban todas cubiertas, calculo que cinco días más”.

El destino quiere que el epílogo de la entrevista sea finalmente un telón que al caer, en cierto modo ensombrece la voz del entrevistado. Es cuando el suboficial retirado Justo Ramón Zambrano articula una última reflexión, incentivada por estos recuerdos, lamentando que a los excombatientes de Malvinas les faltó atención y acompañamiento psicológico después de la guerra.

“No, nunca volví a las Islas”, responde por último. “A lo mejor, Dios mediante, lo realice algún día”, anhela todavía.

Restos de metralla y demás artefactos permanecen dispersos en las Islas, tal como muestran imágenes registradas en 2015 por excombatientes allegados al entrevistado.
Restos de metralla y demás artefactos permanecen dispersos en las Islas, tal como muestran imágenes registradas en 2015 por excombatientes allegados al entrevistado. Foto: Archivo de Justo Ramón Zambrano

En Jujuy, el acto conmemorativo central a 40 años del desembarco en las Islas tendrá lugar este sábado 2 de abril a partir de las 8:00 en la plazoleta “Caídos en Malvinas” de la capital jujeña, ubicada en avenida Santibáñez esquina Yaraví, en proximidades del Regimiento de Infantería 20 “Cazadores de los Andes”.

Entrevista realizada por Laura Victoria Quintana.

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(*) Destructor HMS Sheffield (D80): Buque de la Marina Real Británica, equipado con lanzamisiles guiados. Hundido por la Fuerza Aérea Argentina el 4 de mayo de 1982.

(**) La HMS Brilliant (F90) fue una fragata Clase Broadsword, perteneciente a la Marina Real británica de 1981 a 1996. Después fue vendida a Brasil.

(***) El SS Canberra eRA un transatlántico británico que sirvió como buque de transporte de tropas en 1982.