En el tranquilo valle de Calamuchita, a pocos kilómetros de la ciudad de Córdoba, vivió durante casi dos décadas un hombre que había sido un temido jerarca de las SS y persona de confianza de Heinrich Himmler.
Se trata de Ludolf Von Alvensleben, quien fue responsable de la muerte de alrededor de 30.000 personas, según investigaciones judiciales europeas. Bajo el alias de Carlos Locke, recibió la ciudadanía argentina en 1952.
QUIÉN ERA EL “NAZI CORDOBÉS” QUE SE ESCONDIÓ EN LAS SIERRAS
En la apacible localidad de Santa Rosa, “Bubi”, como era apodado cariñosamente por su gran estatura, se desempeñó como supervisor de caza y pesca para el Instituto Provincial de Asuntos Agrarios y Colonización (ICAP), cobrando un sueldo de la provincia.
Incluso incursionó en la política local, militando en el radicalismo cordobés y llegando a ser funcionario en Santa Rosa de Calamuchita. A pesar de pasearse visiblemente armado, los vecinos lo recordaban como un alemán “correctísimo”, un hombre “adorable y justo con sus pares”, cuyo pasado parecía haberse borrado al llegar a Córdoba.
La escritora Elisa Pardo, autora del libro “La búsqueda de Hubertus. Tras las huellas del alto jerarca nazi, Ludolf Von Alvensleben”, investigó la vida de este personaje en el pueblo. Su obra revela cómo Von Alvensleben, quien llegó a Argentina en 1956 escapando de los Aliados, logró integrarse a la comunidad, participando en actividades como la presidencia del Club Unión y jugando al fútbol.

Sin embargo, algunos episodios, como la persecución a tiros de unos pescadores, sembraron temor entre ciertos sectores. Incluso, un empleado de una estación de servicio lo enfrentó por insultar a un vecino judío.
En sus últimos días, enfermo, Von Alvensleben aún conservaba símbolos de su pasado, como varias cruces esvásticas en su domicilio y armas preparadas. A pesar de haber sido acusado en Europa por la muerte de miles de personas, murió en Santa Rosa de Calamuchita en 1970 de cáncer de pulmón sin haber sido juzgado. En su velorio, grupos de alemanes lo despidieron con el saludo nazi, y su tumba llegó a tener dos rúnicas del alfabeto esotérico nazi.

La historia de Ludolf Von Alvensleben en Córdoba ilustra, según Elisa Pardo, la “banalidad del mal”, la normalización de la atrocidad en individuos que en su vida cotidiana podían parecer ciudadanos ejemplares. Su caso se suma a la llegada de 143 criminales de guerra nazis a Argentina, convirtiendo al país en uno de los principales refugios tras la Segunda Guerra Mundial.