Reinsertaron a un aguará guazú en su hábitat tras un año de adaptación

Al animal lo habían encontrado en mal estado en el norte de Santa Fe y creció en cautiverio sin su madre.

El ejemplar tiene un collar con el que planean hacer un seguimiento satelital durante 18 meses..
El ejemplar tiene un collar con el que planean hacer un seguimiento satelital durante 18 meses.. Foto: @erikagonnet

El Ministerio de Ambiente y Cambio Climático de Santa Fe confirmó que reinsertaron en su hábitat natural a un aguará guazú que había sido rescatado en el norte provincial. Después de más de un año de trabajo, lo liberaron en los bajos submeridionales y harán seguimiento de su adaptación durante 18 meses.

La titular de la cartera provincial, Érika Gonnet, precisó que el animal pasó el último tiempo en el Centro de Rescate e Interpretación de Fauna La Esmeralda, donde lo estabilizaron después de haberlo encontrado en muy mal estado. A partir del trabajo junto a la Fundación Temaikèn, el último jueves pudo volver a la región donde habita la especie.

Los especialistas que intervinieron el caso remarcaron que el aguará guazú era muy joven cuando lo recogieron y tuvieron que “enseñarle desde cero” como comportarse en su ambiente natural. El objetivo fue que pudiera desarrollar sus habilidades de supervivencia sin contacto con seres humanos.

Desde fines de 2020 en La Esmeralda vieron un proceso de “desarrollo y aprendizaje exitoso” que concluyó con la liberación del animal. “No sabemos su edad con precisión, calculamos unos 6 meses, pero sí sabemos que por algún motivo se separó de la madre”, explicó Cristian Gillet, responsable de rescate y rehabilitación de fauna de Temaikèn.

El aguará guazú volvió a hábitat natural con un collar para poder monitorearlo.
El aguará guazú volvió a hábitat natural con un collar para poder monitorearlo. Foto: @erikagonnet

El aguará guazú, (zorro grande en guaraní), es el mayor cánido de América del Sur, donde extiende su hábitat entre Argentina, Paraguay, Bolivia y Perú. Actualmente es una especie amenazada por las acción humana debido a la pérdida de su hábitat natural y también a la caza ilegal.

Fuentes consultadas por Télam precisaron que este ejemplar “estaba condenado a no sobrevivir”, ya que se había separado de su madre en una etapa en la que todavía depende de ella. En esta instancia le colocaron un collar con una batería que dura aproximadamente 18 meses para efectuar un seguimiento satelital y evaluar cómo se adapta su ambiente.