El fútbol y la política recorrieron, en muchas ocasiones, caminos paralelos que varias veces se entrecruzaron. Nadie puede negarlo, es histórico. El deporte ha sido funcional a gobiernos en numerosas ocasiones, sobre todo, para tapar genocidios, guerras o para mostrar un bienestar ficticio de algunos países.
Sin llegar a ejemplos tan determinantes, muchos funcionarios han utilizado la presidencia de los clubes de fútbol como plataformas para iniciar su carrera política. Pero durante el Mundial de Rusia 2018 se vio algo diferente, a la inversa: esta vez, fueron los futbolistas los que introdujeron cuestiones políticas en lo deportivo, quienes usaron el fútbol y el contexto de un campeonato mundial para mostrarle al mundo su sentido de pertenencia a un país.
Granit Xhaka y Xherdan Shaquiri representan a la selección de Suiza, pero tienen origen albano-kosovar. Ambos fueron sancionados por la FIFA por festejar sus goles en la victoria ante Serbia, por la fase de grupos de la Copa del Mundo, con la seña de un águila formada con sus manos. Y es que el problema no está en el gesto, sino en su significado: el ave de dos cabezas es el símbolo de Albania, país que vio nacer a ambos jugadores y que ha mantenido diversos conflictos armados contra los serbios.
Heridas que no sanan
Kosovo ha sido siempre un terreno en disputa: tanto serbios como albaneses lo consideraron, durante años, un espacio propio y las tensiones entre ambas comunidades se extendieron durante todo el siglo XX, con innumerables hechos de violencia. Entre ellos, la Primera Guerra Balcánica (entre 1912 y 1913) y luego la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). De hecho, más del 90% de los habitantes del país hablan albanés, el idioma oficial, mientras que el bosnio y el serbio no llegan a un 4%.
Después de la Segunda Guerra Mundial fue el régimen comunista de Yugoslavia- bajo el comando de Josip Broz Tito- el que supo aglutinar a los pueblos de Yugoslavia y proclamar su orden. Sin embargo fue común, durante esas décadas ver manifestaciones nacionalistas en toda Yugoslavia reprimidas por el régimen de Tito bajo la consigna de mantener el orden y limitar a Serbia, para que no adquiera predominio sobre el resto de las repúblicas. Y aunque para 1945 la población de Kosovo era mayoritariamente de origen serbio, ello cambió a fines de siglo cuando los asentamientos albaneses pasaron a ser mayoría étnica.
En 1974, un nuevo estatuto le permitió a Kosovo tener mayor autonomía, su propia Asamblea, una fuerza policial y un lugar en el Consejo de la Presidencia; pero siempre bajo el control del partido comunista de la región. Seis años más tarde, con la muerte de Tito, la demanda de los albaneses para poder constituirse en la séptima República de Yugoslavia creció, pero para serbios y macedonios era un pedido inadmisible. Los conflictos étnicos crecieron junto con las divisiones políticas, aumentó el nivel de tensión y la represión ocasionó que vivir en ese territorio fuera insostenible para muchos.
La situación continuó sin mejorar. Kosovo como provincia independiente implementó políticas de corte albanés y marginó a la minoría serbia que aún seguía ahí. Pero Sloboda Milošević, primer presidente electo de Serbia y el fundador del Partido Socialista de ese país, necesitaba apoyo para su candidatura y, sabiendo que la mayor parte de la población en esa región era serbia, mandó a arrestar a los líderes albaneses del partido comunista de Kosovo. Esta situación aumentó el malestar y los arranques violentos de ambas parcialidades, muchos albaneses se quedaron sin trabajo y comenzaron a abandonar el territorio kosovar, que fue declarado en estado de emergencia.
Dejar la tierra
Ragip Xhaka estudiaba en la Universidad de Pristina, Kosovo, cuando por entonces aún era una provincia de Yugoslavia. Por participar en manifestaciones contra el gobierno central comunista de Belgrado (Serbia), fue sumariado y apresado; la sentencia fue por seis años de prisión, pero solo cumplió tres años y medio. Cuando quedó en libertad, anheló radicarse en otro lugar y escapar de la inminente Guerra de los Balcanes. Es por eso que, junto a su mujer Elmaze Xhaka -con quien solo había compartido tres meses antes de ser encarcelado- dejaron todo y se refugiaron en Suiza, donde poco tiempo después nacieron sus hijos Taulant y Granit. El primero, decidió jugar para Albania. El segundo, para el país que lo recibió: Suiza. Pero aunque no vivió en Kosovo, siente como suyo el origen albano de sus progenitores.
Fatime Shaqiri limpiaba casas y oficinas; Isen Shaqiri era un agricultor alpino jubilado. Ambos decidieron emigrar a Suiza en 1992 con sus cuatro hijos: Arianit y Erdin (los dos mayores), Medina (la más chica de los 4) y Xherdan; él nació el 10 de octubre 1990 en Gjilan, al este de Kosovo, en el seno de una familia pobre. Ayudó a su padre en una granja alpina y a su madre, quien vendía ropa cuando finalizaba las tareas de limpieza. "Mi padre no hablaba alemán ni suizo, por lo que tuvo que empezar a lavar platos en un restaurante", reconoció Xherdan. Su padre notó que muchos hijos de refugiados se dedicaban a jugar al fútbol para conseguir dinero rápido y sacar a sus familias de la pobreza. Por eso, averiguó en el club local y los llevó a una prueba. De los tres hijos varones, sólo el más chico pudo quedar en el SV Augst.
A partir de allí, la infancia llena de privaciones iba a quedar de lado; Xherdan no sólo iba a triunfar, sino que se transformaría en el principal sostén económico de la familia (también, le enviaban dinero a los que se quedaron en su lugar de origen). Él nació en Kosovo, vivió el horror de las explosiones de la Guerra de los Balcanes con apenas dos años y tuvo que huir. Se naturalizó suizo y decidió defender los colores de la selección del país que le dio asilo a su familia, pero no se olvida de sus raíces ni el sentido de pertenencia a Albania.
Fútbol e historia
Cuando el italiano Gianni de Biasi llegó a dirigir a la selección albanesa, comenzó a buscar a aquellos hijos de migrantes que estaban desperdigados por los países vecinos. Xhaka ya había debutado con Suiza y al igual que Shaqiri, hay varios futbolistas más de origen albano-kosovar en la selección helvética: Behrami, Dzemaili, Seferovic, Gavranovic, Drmic.
De todos modos, eso no le impidió lograr una revolución futbolística: llevó a ese equipo a disputar por primera vez en la historia el torneo más importante a nivel selecciones del continente Europeo. Pero en la clasificación para esa Eurocopa 2016, se vivió un hecho histórico o, si se quiere, un partido repleto de carga emotiva e historia: el conjunto albanés, con siete kosovares en el plantel, visitaba por primera vez Belgrado desde 1967, fecha en la que el gobierno de turno rechazó la independencia de Kosovo, con mayoría albanesa.
El encuentro, que fue considerado en la previa como de "alto riesgo" por la UEFA (la institución organizadora del torneo), se jugaba con normalidad, hasta que a los 43 minutos del primer tiempo, un dron con la bandera roja albanesa, con el águila bicéfala negra en el centro, sobrevoló apenas por encima de los jugadores serbios en el estadio de Belgrado. El futbolista serbio Stefan Mitrovic la agarró y se desató la furia visitante: se desencadenó una batalla campal entre los dos equipos que obligó al árbitro inglés Martin Atkinson a suspender el partido. Días más tarde, comenzó el fuego cruzado de declaraciones mediáticas y de culpas. La UEFA sancionó a ambas federaciones con 100.000 euros cada una, pero le dio el partido por ganado de oficio a Serbia. Sin embargo, Albania apeló y el Tribunal Supremo de Arbitraje (TAS), que revocó la decisión, le dio ganado el encuentro al conjunto balcánico, por 3-0, y le otorgó los tres puntos "por fallos de seguridad de los organizadores y de los actos de violencia ejercidos sobre los jugadores albaneses por parte de los aficionados serbios y, al menos, un miembro de seguridad".
Pasaron muchos gobernantes, innumerables hechos de violencia y varios conflictos bélicos. La comunidad albanesa de Kosovo, que es mayoritaria, aprovechó la desintegración de Yugoslavia para aspirar a la independencia de Serbia, pero todo acabó con una sangrienta intervención de la OTAN en 1999. Tras la firma de un acuerdo de paz, el gobierno local declaró unilateralmente su independencia el 17 de febrero de 2008, reconocida por Estados Unidos, el Reino Unido y la mayoría de las naciones que componen la Unión Europea, pero es rechazada por Serbia, Rusia, China, la mayor parte de América, África, Asia y Naciones Unidas (sólo lo reconocen 112 de 193 miembros).
Los serbios aún consideran a Kosovo y Metoquia como una región autónoma, dentro de su propio territorio, conforme a su constitución y a la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque no intervenga en su administración desde 1999.
Pero aunque sus vidas estén lejos de estos conflictos, a pesar de que optaron por vestir los colores de Suiza, el sentido de pertenencia a la etnia albanesa y albano-kosovar es muy fuerte para Xhaka y Shaqiri; al punto de que jugando un mundial, sueño máximo al que aspira un futbolista, ellos no olvidan sus orígenes.
Aún no saben si tendrán otra sanción; pero ni los miles de euros de multa que les impuso la FIFA harán que ellos dejen de sentir como propia esa lucha política que vivieron sus padres y que aún sufren algunos familiares, que no pudieron irse de Albania ni de Kosovo. Y aunque la selección suiza quedó eliminada en octavos de final de Rusia 2018, ellos ganaron lo más importante: que el mundo hable, a raíz de su festejo formando el águila de dos cabezas con las manos, de una guerra que está lejos de encontrar el final y que muchos desconocen.