Patios y pasillos repletos de niños que corren de una punta a la otra en los recreos, risas y juegos entre ellos. La señorita que toma lista y vuelve a su casa con el guardapolvo lleno de tiza. Los útiles escolares remarcados con nombre y apellido, mochilas con manuales, expectativas e ilusiones que durante el 2020 no pudieron llevarse a cabo. La pandemia obligó a todos a confinarse y a modificar la modalidad de la mayoría de las actividades.
Desde que comenzó el aislamiento obligatorio decretado el 20 de marzo por el presidente de la nación, Alberto Fernández, a causa del Covid-19, disponer de un dispositivo electrónico con acceso a internet se convirtió en algo fundamental para la continuidad de trabajos, terapias, relaciones y algo tan importante como la educación, pero… ¿Cómo se desempeñó esta de manera virtual?
Según un informe del observatorio de “Argentinos por la educación”, publicado en 2020, el 90% del total de las escuelas primarias del país se comunicaban con los alumnos, pero solo la mitad lo hacía a diario, ya sea para proponer actividades educativas, saber cómo se encontraban los niños, corregir y evaluar sus tareas y conectarse con sus familias.
En la mayoría de las instituciones educativas y en los hogares de cada uno de ellos, no predominaba la comunicación remota. De las 262 escuelas que se tomaron como muestra, el 81,6 % tenía un vínculo asincrónico, el 0,8% sincrónico y el 17,6% ambos.
“En el transcurso de los meses se fue implementando el uso de diferentes redes sociales, con grupos de padres en WhatsApp, páginas de Facebook del colegio y páginas privadas por cada grupo de alumnos. Una vez que los alumnos reciben los módulos y los realizan, los docentes hacen una devolución a cada uno, a modo de estímulo conceptual, estimulando el trabajo hecho y fomentando lo positivo de la actividad”, expresó hace tres años, Analía Medina, vicedirectora de la Escuela Nuestra Señora de Luján de la ciudad de Miramar.
Google Meet, Zoom, Skype y WhatsApp eran las aplicaciones que hacían posible la comunicación entre instituciones y sus estudiantes, pero existía una brecha digital, ya que no todos contaban con las mismas posibilidades, un dispositivo electrónico que se adapte y una banda ancha estable. Dentro de una misma ciudad, provincia y país, las diferencias eran abismales.
Por aquel entonces, Celeste Forcades, bibliotecaria de las Escuelas N.º 1 General San Martín y N.º 4 Luis Elías Bernet de Miramar, explicó: “Hemos implementado distintas estrategias para poder trabajar. Esto fue ensayo, prueba y error todo el tiempo. Así como fue ensayo, prueba y error desde el estado nacional, también lo fue a nivel local, y a nivel institución, porque cada institución se maneja de diferentes maneras por las realidades que tienen”.
Dados los inconvenientes que se presentaban a la hora de conectarse, el 87,8% de los maestros enviaba el material de trabajo y luego lo recibía terminado; el 17,9% descargaba las tareas desde una plataforma, blog o página web; y el 8,4% lo hacía a partir de clases grabadas.
“Hemos llevado las tareas en formato papel, porque no cuentan con el dinero para imprimirlo”, comentó en aquel momento, Laura Moltoni, directora de la Escuela N.º 10 San José de San Martín, de la ciudad de Dolores, y agregó: “Al principio, una vez cada 15 días se les daba el bolsón alimentario, ahora es una vez por mes. Entonces aprovechamos ese tiempo para preguntarles cómo están y demás”.
En aquellos tiempos de aislamiento social, el apoyo de las familias y la constancia en las ayudas de las actividades escolares era algo esencial. “Podría decirse, que la continuidad pedagógica de los niños, solo se está haciendo posible por la colaboración, participativa e interacción entre la escuela y la familia”, indicó Analía.
Como hay chicos que tienen contención y apoyo detrás, hay otros que no, y es que para cada uno la situación es distinta. “Tenemos familias cuyos padres se sientan a trabajar con sus hijos y que tienen muchos recursos y les enseñan a sus hijos, pero, tenemos familias que no, cuyo nivel de estudio es muy bajo, papás y mamás que han ido a segundo y a tercer grado, incluso tengo una mamá que es analfabeta y el papá trabaja todo el día y llega de noche”, señaló Laura.
A tres años del inicio de la cuarentena, cómo está la educación hoy
Hoy, 20 de marzo de 2023, a tres años del inicio del confinamiento obligatorio, Vía País se comunicó con docentes, quienes comentaron la situación actual de la educación y con qué se encontraron al regresar a las aulas.
Celeste, quien había sido contactada con anterioridad, reveló que fue lo más difícil que vio cuando recuperó el contacto con los chicos. “Fue muy difícil sacar los barbijos, pero por esta cuestión de taparse, de no dejarse ver. Hay muchos que lo utilizaron como manera de protección, pero de cuestiones emocionales”.
En cuanto a los aspectos negativos de la parte educativa, sostuvo: “Lo que se perdió en ese tiempo era irrecuperable y hoy no lo van a recuperar ni con esa hora de más ni con los 190 días. En mi caso personal, mi hijo que empezaba primer grado, todo lo que no vivió en los dos primeros años de la pandemia, es algo que no va a volver a vivir y no lo va a tener porque la construcción del conocimiento en los chicos se hace en grupo. Todos estos chicos fueron aprendiendo en soledad, en sus casas”.
Verónica es maestra de primer grado de una escuela de la provincia de Buenos Aires, al preguntarle cómo respondieron los alumnos al regreso de sus actividades, comentó: “Positivamente, aunque se los observó más faltos de límites que de costumbre. Respetuosos de los cuidados pero muy dispersos y poco conectados con actividades”.
Y aseguró: “Las familias no sabían qué hacer con sus hijos en la casa todo el día. Hace un tiempo que la función de la familia se perdió, no es posterior a la pandemia. La pandemia solo puso en evidencia algunas cuestiones, pero la crisis de crianza la vemos desde hace algunos años”.
Con relación a los niños que no podían conectarse, Verónica indicó que el tiempo se recuperó progresivamente durante la presencialidad, pero que la diferencia está en los estímulos externos, “las mismas diferencias que se siguen viendo en las aulas en plena presencialidad”.
Con respecto a cómo se sienten los alumnos hoy, señaló: “Están bien en cuanto a contenidos, pero las familias ponen en la escuela lo que ellos no hacen. Los alumnos hoy preguntan cuánto falta para ir a su casa a jugar jueguitos”.
Rodrigo es maestro de primaria de una escuela de la Ciudad de Buenos Aires. Al regresar a la institución vio dos sentimientos en los más pequeños. Primero, la alegría de reencontrarse con sus compañeritos, pero por el otro, la tristeza, ya que muchos de ellos habían sufrido pérdidas no solo materiales, por quedarse sin trabajo sus familias, sino también de seres queridos.
Al preguntarle cómo están los estudiantes hoy, Rodrigo aseguró: “En cuanto a los contenidos, muy atrasados. Emocionalmente, en general, se sienten mal. Sobre todo los más grandes, mientras que los más pequeños, no tanto”
Por otra parte, Roxana, también docente de primaria de una escuela de provincia, mencionó que los alumnos estaban contentos de volverse a ver, ya que muchos de ellos estuvieron literalmente sin contacto social, algo que los tenía tristes y angustiados. Asimismo, indicó que muchos perdieron el poco interés que tenían por el estudio. “Y peor aún fue cuando se supo que todos pasaban de grado igual, porque los que se esforzaron y trataron de mantenerse conectados y cumplir quedaron en igualdad de condiciones que quienes no lo hicieron”, sostuvo.
Y profundizó: “Te cuento un caso de un nene de la villa 1-11-14, su mamá se iba todas las mañanas hasta la YPF del barrio porque allí tenía wifi, y en su casa no. Eso fue conmovedor”.
En todos los casos, el rol de la familia es fundamental. Sin embargo, la aparición de la pandemia dejó visible la ausencia de esta. “Se notó mucho la falta de diálogo en casa, muchos padres y madres recién conocieron realmente a sus hijos en la pandemia, se dieron cuenta a quienes habían criado. Eran perfectos desconocidos”, aclaró Roxana.
“Hoy el esfuerzo es una mala palabra, todo tiene que ser fácil y rápido. Y en esta vertiginosidad y aceleración los chicos se muestran apáticos, ansiosos, deprimidos, no vemos un buen panorama. Y la escuela ya no puede abarcar más, no está pudiendo dar respuesta a esos sentimientos, quedó obsoleta”, concluyó.