Un recuerdo de Julio Moya: el retrato emotivo del regreso de Talleres a Primera

Nuestro querido compañero en Vía Córdoba nos dejó por una cruel enfermedad. Sus notas son criaturas vivas. Así lo sienten los fútbolistas.

El Cholo tocando el cielo con las manos. El gran símbolo Albiazul también recordó al periodista Julio Moya.
El Cholo tocando el cielo con las manos. El gran símbolo Albiazul también recordó al periodista Julio Moya.

¿Cuánto cambió tu vida en estos 12 años? ¿Quién eras cuándo la T aún jugaba en Primera? ¿Quién sos hoy? Igual, pase lo que pase, los colores no se tocan jamás.

Algunos se fueron en silencio. Otros, nacieron a los gritos. Los niños y niñas de aquel momento se convirtieron ya en señores y señoras. Los bebés que asomaron en ese entonces hoy ya sacan el certificado para el secundario.

Aquellos que tenían su rutina en el día, la de salir en el bondi, comprar el diario, desayunar en el centro y meterse en la oficina hasta que el sol se pone otra vez naranja yema, hoy ya están con todo el tiempo del mundo, poniendo la pava, leyendo el diario en el patio, caminando por el barrio.

Y sí, la jubilación es algo que llega en algún momento. Y la nena que acompañaba a la mamá a la verdulería ya camina despacito con esa criatura en brazos. Pero la abuela resiste a los años con su olla al lado. Y el tiempo que todo lo cura o lo enferma.

De golpe, el que andaba muy bien por aquellos años, hoy se la tiene que rebuscar arriba del remis. Y aquel que salía a patear la calle con tanto reniegue, ahora se puede tomar hasta el mismo viernes. El tiempo transforma nuestra realidad. El destino es un carril que nos cambia en alguna curva. El casado es ahora un divorciado. Y esa mujer abandonada ahora tiene un brazo que la merece.

Cómo será que el colectivo tiene otro color, otro número y otro recorrido. Y aunque la parada esté ahí mismo ya es un poste herrumbrado en las puntas, tapado de pintura de muchos tonos encimados.

Es probable que, en aquel tiempo, aunque no sean tantos años, nuestra vida aún estaba limpia de redes sociales. Éramos más puros. Nos encontrábamos en un lugar a tal hora. Y allí estábamos. O capaz que no nos pedíamos permiso para llamarnos por teléfono.

Puede que, en ese entonces, éramos pokemones de carne y hueso. Y salíamos a cazarnos por los bares, por la costanera de la Cañada, por algunos boliches que ahora ya son un local de muebles viejos. O un edificio moderno. O apenas un reservorio de murmullos nostálgicos que nos hacen llorizquear cuando pasamos por ahí.

No tenés que contarme que en estos 12 años, no hubo un sólo y maldito día en el que te retorcieras por volver a estar acá parado.

No me vengas a contar todos los viajes, las gastadas, las cargadas y hasta las barbaridades que tuviste que hacer para seguir estando. Ni cómo volviste a llorar por otro descenso. Ni mucho menos cómo te volviste a amargar cuando tus amigos se quedaron ahí, entre los hierros retorcidos en la ruta, sólo para ir a ver a Talleres.

​Hoy tenés en tu Wassapp el grupito de la cancha, en tu Facebook te matás con tus amigos de otros colores. Y te sacás la fotito en el Kempes azul y blanco, para que Don Instagram te la publique.

Te grabás cantando y lo tuiteás. Tu vida sí que cambió, tu historia se modificó. Capaz que ya no tenés esa vieja mascota, la misma cama, el mismo techo, el mismo novio, la misma novia, que algún pariente se te piantó hasta el cielo o que el abuelo se quedó en el camino sin poder volver a vivir esto que hoy te toca a vos.

Capaz que tu vida ya no es aquella. Capaz que no sos lo que pensabas que podías ser hoy.

Y que si volvieras a nacer otra vez, volverías a vivir todo esto que te tocó. Sea como sea y sea en la vida que sea. Bienvenido a este día soñado, bienvenido Talleres, otra vez a Primera.