La columna literaria de Magdalena Giorgio

La joven escritora concordiense nos acerca un nuevo relato de su columna para Vía Concordia.

La columna literaria de Magdalena Giorgio
La columna literaria de Magdalena Giorgio Foto: Magdalena Giorgio

DÍA 16

Las calles de mi ciudad suben y bajan. Nada es chato. Tenes una subida y después una bajada y así, continuamente. No me di cuenta de esto hasta que empecé con lo de la bici. Manejar los cambios: liviano para la subida y pesado para las bajadas. También aprendí que al poner cambio pesado uno puede pedalear en bajada y agarrar velocidad. La velocidad me da un poquito de miedo, pero me gusta. Todo lo que da miedo en cierto punto me gusta. En las bajadas, antes, cuando no sabía este truco de la bici pesada, muchas veces me encontraba pedaleando en el aire. Es como que uno quiere hacer la acción, pero las piernas se desparraman en el pedal y pierden el control, todo queda flojo. Para mí eso es algo parecido a lo que a veces pasa con el amor: intento dar otra vuelta, tensar la correa, pero ya no hay superficie que soporte tal cosa. Quiero decir, muchas veces me encuentro pedaleando en el aire y es una pena haberme dado cuenta con un ejemplo tan simple y repetitivo como andar en bici.

Por suerte el vivero queda cerca. Me pongo a hablar con Roberto, el dueño. Tiene el vivero desde el año 89, a ese dato lo sé porque es justo el año en que nació mi hermana y una de mis abuelas compró un ficus que plantaron en el patio de casa. Roberto atiende con su mujer, toma mate y con mucha paciencia te explica cada cosa que le preguntas. Yo de plantas no sé mucho, ni siquiera puedo decir que lo básico, así que cada vez que voy le muestro fotos y siento por él una admiración inconsumible, lo creo sabio. Quiero algo así o lo más parecido que tengas, le digo. Él me termina vendiendo plantas mejores porque dice que esas no son para interiores, o que a esa hay que cuidarlas mucho y que por qué no mejor una con más color.

La columna literaria de Magdalena Giorgio
La columna literaria de Magdalena Giorgio Foto: Magdalena Giorgio

Después sigo hasta el autoservicio Joaquín, le digo a Roberto voy a pasar más tarde con el auto a buscar las plantas que elegimos porque con la bici se me complica. Me las deja separada con mi nombre. Lo de Joaquín es un lugar de paso, la gente frena cuando va hacia el Lago. Compran desde gaseosas y cervezas hasta pelotas y colchonetas inflables. Se puede decir que Joaquín es un lugar lleno de cosas, pero todas apretadas. Como el ático que tiene mamá donde hay camas que no usamos, sillas, valijas y sobre todo las cosas de mi abuela que nadie quiso.  Todo esta tan perfectamente encimado que uno se pierde y termina comprando cualquier cosa.

Miro el celular y releo la lista que mandó mamá. Voy descartando las cosas que no entran en la mochila, las buscaré más tarde cuando salga por las plantas. Pienso que mi paseo es medio inútil porque no termino haciéndose las cosas hasta el final. Meto todo en la mochila y pago con billete de mil, le digo que al vuelto me lo de en caramelos de miel. La cajera me pregunta si quiero una bolsita, pero yo le digo que los tire en la mochila