TIBURCIA ESCUDERO - LA CAUTIVA DE LOS RANQUELES. HISTORIA DE CAMPO

En una pequeña localidad de San Luís, llamada San José del Morro, tuvo lugar un drama que fue el de miles de mujeres del interior del país a lo largo del siglo XIX: el padecimiento de ser secuestradas por los indios.

Mujeres Cautivas
Mujeres Cautivas

Esta historia, en su época contada por su protagonista y escrita por el docente local Humberto Silvera, fue recordada por el periódico "El Diario de la República", de San Luís, en su edición del 14 de abril de 2018.

En el año 1850 Tiburcia Escudero era casi una niña cuando El Morro fue atacado por unos 200 indios ranqueles. En su campo estaba ella con su madre y dos hermanos, quienes se desperdigaron en la huida. En la carrera en busca de refugio Tiburcia fue alcanzada por un indio y levantada por los pelos hasta la grupa de su caballo. Los atacantes destruyeron todo en el pueblo. A los niños -según su relato- los tiraban al aire y los mataban con las lanzas.

Llevada maniatada, la mujer describió que tardaron varias jornadas en llegar a las tolderías y allí empezó otro drama. Los primeros días la ataron a un palo y la hambrearon. Luego vinieron otros tormentos, violaciones constantes de los indios que estaban borrachos todo el tiempo, palizas (de las que se encargaban las "chinas" indias) y toda forma de castigo. No tuvo idea de los meses que pasaron pero nunca la abandonó la idea de escapar, aunque no sabía el rumbo que debía seguir.

Tiburcia
Tiburcia

Una noche, en un descuido de sus captores, lo intentó. Caminó por lo que entonces era casi un desierto y al amanecer estuvo bastante lejos; pero no lo suficiente como para que no la recapturaran. El castigo fueron muchos días de palizas constantes.

Tiempo después lo intentó una segunda vez, caminando una noche y un día completo y otra vez la encontraron. Entonces el castigo fue más cruel: le despellejaron la planta de los pies. Tardó unos tres meses para volver a pararse y bastante tiempo más para poder caminar nuevamente. Esperó que sus heridas sanaran para intentar la tercera fuga. Su valentía y determinación eran únicas.

Esta vez lo hizo montada a caballo. Una noche sacó tres de los animales de las tolderías, con agua y alimentos. Con el frio del pleno invierno (era agosto) anduvo varios días totalmente desorientada, y agotando las provisiones, por lo que tuvo que sacrificar uno de los caballos para alimentarse.

Fue encontrada por un grupo de arrieros en la frontera entre Mendoza y San Luís. Una vez repuesta y habiéndose conocido su hazaña, fue recibida por el gobernador de la provincia. Luego Tiburcia fue llevada de regreso a El Morro, donde se reencontró con sus hermanos, que no la reconocieron. Habían pasado cuatro años de su cautiverio. Entonces también se enteró de que a su madre la habían matado en aquel malón.

Tiburcia Escudero fue una de las pocas mujeres que volvió del cautiverio indio. Estas, a su vuelta a la civilización, sufrían un estigma que las perseguía hasta el fin de sus días: eran mujeres que estaban "sucias".

Tiburcia pudo casarse pero nunca tuvo hijos. Murió muy anciana, en 1931. En el cementerio de San José del Morro hay un pilar con una placa que recuerda su historia.