Los 25 de mayo peronistas: Cámpora y Kirchner, coincidencias y diferencias

Se cumplen 50 y 20 años de la llegada al poder de dos presidentes justicialistas, lo que transformó la fecha patria en una efeméride para el peronismo. El origen de sus mandatos tuvieron algunos puntos en común pero una fuerte distancia en el ciclo político que abrieron.

El comienzo. El 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner asumía como presidente. Cuatro años después, lo sucedería su esposa, Cristina Fernández (La Voz/Archivo).
El comienzo. El 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner asumía como presidente. Cuatro años después, lo sucedería su esposa, Cristina Fernández (La Voz/Archivo).

Se transformó en una fecha épica con tintes fundacionales o refundacionales del peronismo. Es la misma que la historia argentina evoca como uno de sus hitos fundacionales. El 25 de mayo, el día que recordamos la Primera Junta que instauró el primer Gobierno patrio y abrió el paso al proceso de Independencia, se produjo también la asunción de dos presidentes de origen justicialista: Héctor Cámpora y Néstor Kirchner.

Del primer hecho se cumplen este jueves 50 años y del segundo, 20. La evocación central de este vigésimo aniversario será justamente en la emblemática Plaza de Mayo y estará encabezada por la vicepresidenta Cristina Kirchner, viuda de Néstor Kirchner y dos veces presidenta del país.

Cámpora y Kirchner tienen varios puntos de contacto pero cuentan con un desenlace marcadamente diferente en cuanto a los procesos políticos que iniciaron. Kirchner generó una corriente política que ha signado la historia política argentina en lo que va del siglo 21. Lo de Cámpora fue fugaz y sólo lo rescató de esos relegados sitiales en los que se archivaba su nombre la creación de la fuerza juvenil del kirchnerismo a fines del Gobierno de Néstor, quien no estaba convencido de denominar La Cámpora a esa agrupación, que recién cobró protagonismo tras la muerte del dirigente santacruceño.

La fecha del 25 de mayo fue más una casualidad generada por las turbulencias institucionales que por una decisión de alguno de los dos para hacerla coincidir con la efeméride patria.

Héctor Cámpora. (CEDOC)
Héctor Cámpora. (CEDOC)

El dictador Alejandro Lanusse, último presidente del período de facto que había iniciado con el golpe de Juan Carlos Onganía, había puesto como límite a su gestión el 25 de mayo de 1973, mientras negociaba con el levantamiento de la proscripción del peronismo sin habilitar como candidato a su líder exiliado Juan Domingo Perón.

Treinta años después, el presidente interino Eduardo Duhalde tenía mandato del Congreso hasta el 10 de diciembre de 2003 pero el asesinato de dos manifestantes en una protesta lo llevó a acelerar el proceso electoral y la entrega del poder para mayo de ese año.

Padrinazgos

Ya surgen dos elementos de coincidencia de Cámpora y Kirchner: contexto y padrinazgo.

Ambos llegaron al poder en momentos de convulsión política. No obstante, el primero lo hace después de una dictadura y de 18 años de proscripción del peronismo, con organizaciones armadas en un contexto regional de mucha violencia. Mientras que el segundo llega en una etapa de convulsión social luego de una caótica salida de la convertibilidad pero sin alteración del orden constitucional.

Los dos acceden al poder patrocinados por alguien. Cámpora era el delegado de Perón, cuya figura se había agigantado en el exilio, y Kirchner fue el elegido de Duhalde, que pese a no tener la legitimidad de las urnas estaba bien considerado en momentos de máxima atomización política y eclosión de las estructuras partidarias. Es complejo imaginarse que cualquiera de los dos hubiera podido llegar al principal cargo del país sin esos sostenes.

Sin embargo, la gran clave es la diferencia que había en cada liderazgo y en cada lazo y lo que hicieron cada uno de los apadrinados con su mentor.

Efemérides. Cámpora y Perón, en una foto de archivo.
Efemérides. Cámpora y Perón, en una foto de archivo.

La sujeción de Cámpora a Perón era total y rayana con el servilismo, según reflejan hasta los historiadores más proclives al odontólogo de San Andrés de Giles. La consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder” era de por sí una sentencia previa a lo que sería un mandato de apenas 49 días. Una renuncia forzada después de una virtual intervención de aquella efímera gestión apenas tomó sus primeras medidas.

Tres décadas después, Kirchner tomó nota de aquellas lecciones de la historia, comenzó a distanciarse de Duhalde en los primeros meses de gestión y rompió con duras acusaciones en la primera elección de medio término a dos años de mandato.

Kirchner y Duhalde habían compartido el denominado Grupo Calafate en el PJ a finales del menemismo en busca de generar un polo de poder interno frente al liderazgo de Carlos Menem. Después del estallido de finales de 2001, la renuncia de Fernando de la Rúa y la salida de la convertibilidad, los partidos tradicionales quedaron fragmentados, sin liderazgos ni elementos ordenadores. Duhalde logró encauzar, a un alto costo, la situación social y económica, ayudado por un contexto internacional favorable que terminó siendo clave luego para Kirchner.

Ante la convocatoria a elecciones, autoexcluido el favorito en ese momento que era Carlos Reutemann, el aval de Duhalde era clave para llegar a la segunda vuelta. El bonaerense deshojó la margarita hasta último momento entre Kirchner y José Manuel de la Sota y se inclinó por el santacruceño. “Uno era muy probable que me traicionara y el otro era seguro que lo haría”, comentó, años después, en diálogo con La Voz.

Kirchner, que arrancó su gestión con medio gabinete de Duhalde, se empezó a distanciar de su compañero de arranque, en especial por el llamado a la transversalidad y su relación con los movimientos sociales. En 2005, a dos años de gestión, él y su esposa, la entonces candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires acusaron a los Duhalde de “mafiosos”.

Votos y contextos

Cámpora y Kirchner tuvieron una marcada diferencia en cuanto al caudal de votos obtenidos, lo cual nada influyó en que uno tuviese una gestión brevísima y el otro construyera un sólido proyecto político.

El delegado de Perón logró el 11 de marzo de 1973 un 50 por ciento de los votos pero estaba claro que era sólo en su condición de vicario. El gobernador de Santa Cruz entró el 27 de abril de 2003 a la segunda vuelta electoral con el 22 por ciento de los votos, dos puntos menos que Menem, que declinó semanas más tarde de ir a la segunda vuelta ante una derrota que se vaticinaba sería de 70 a 30.

Con circunstancias históricas bien diferenciadas, Cámpora y Kirchner tuvieron en común su perfil ideológico de centroizquierda, con guiños claros a las organizaciones armadas del peronismo, con la obvia diferencia que uno los hizo cuando estaban en actividad y el otro a décadas de distancia.

El primero tuvo un contexto internacional desfavorable para implementar un programa económico, más allá de las severas limitaciones políticas, mientras que al segundo le ocurrió todo lo contrario.

Cámpora no sólo fue echado del Gobierno por Perón sino que su líder lo mandó a una especie de exilio político con la designación como embajador en México, donde murió ya en el exilio real en 1980, en plena dictadura.

Militantes y referentes de La Cámpora inician marchan desde la exEsma a Plaza de Mayo. Foto: gentileza Clarín
Militantes y referentes de La Cámpora inician marchan desde la exEsma a Plaza de Mayo. Foto: gentileza Clarín

Kirchner generó una corriente interna en el peronismo que se transformó en un movimiento central en la política argentina en todo lo que va del siglo 21, con su gestión, las dos de su pareja Cristina Kirchner y la actual de Alberto Fernández, uno de los principales operadores políticos que tuvo el fallecido dirigente santacruceño.

La centralidad de Kirchner contrasta con la de Cámpora, cuyo nombre fue rescatado por la agrupación juvenil K que recién cobró protagonismo cuando falleció Néstor a fines del primer mandato de la actual Vicepresidenta.

Pero por esos caprichos de la política, ese homenaje a Cámpora por parte del kirchnerismo tuvo como contrapartida la escandalosa manera en que echaron durante la segunda presidencia de Cristina al jefe de los fiscales, Esteban “el Bebé” Righi, por impulsar una investigación contra vicepresidente Amado Boudou, posteriormente condenado por corrupción. Righi había sido una pieza clave en el efímero Gobierno de Cámpora como ministro del Interior.