El fantasma del ausentismo electoral

La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?

El fantasma del ausentismo electoral
Lucas Salim estalló en redes sociales tras las elecciones en Buenos Aires.

La participación electoral como comportamiento político específico de la democracia argentina viene siendo uno de los tantos temas que componen la conversación pública durante este año electoral, tras la sucesión de distintos comicios provinciales. Sin embargo, ¿es realmente alto el ausentismo electoral en Argentina? ¿Qué puede significar la posibilidad de que los argentinos no vayamos a votar?

La antesala a octubre, según los datos

Con las elecciones provinciales consumadas en algunas provincias de nuestro país, incluyendo el distrito de la Capital Federal, se ha ido instalando la baja participación electoral como recurrente de la conversación pública. Los primeros indicios que tenemos son los niveles de ausentismo electoral en las elecciones de CABA y de la Provincia de Buenos Aires, 53,45% y 60,98% respectivamente, las más altas desde el retorno de la democracia.

La democracia liberal, aquella que venimos ejerciendo ininterrumpidamente en nuestro país hace más de 40 años, puede ver eventualmente vulnerado alguno de sus principios. Por ejemplo, podemos encontrar hechos catalogables como censura sin necesidad de irnos demasiado lejos en el tiempo: las personas judicializadas por el tono de expresiones vertidas en redes sociales o la prohibición de difusión de audios de la secretaria general de la Presidencia de la Nación.

Por otra parte, la libre asociación pudo haberse considerado quebrantada con el aislamiento social, preventivo y obligatorio que Alberto Fernández implementó durante la pandemia de Covid-19. Sin embargo, el principio de las elecciones periódicas con elecciones libres y competitivas entre candidatos no ha tenido episodios en los cuales pueda interpretarse alguna transgresión verdaderamente creíble: hace más de 40 años que esta democracia nos permite elegir y ser elegidos. Incluso Macri demostró que un no-peronista puede terminar un mandato.

Pero, siguiendo la preocupación pública por los índices de ausentismo electoral: ¿qué pasa cuando se garantizan elecciones libres pero el ciudadano opta por no participar? Lo primero que debemos hacer es definir qué entendemos por participación baja. Para esto podemos basarnos en dos tipos de comparativas: la primera, de tipo diacrónica, que compare en las sucesivas elecciones nacionales argentinas desde el retorno a la democracia; y una segunda, que compare la participación en las últimas elecciones en cada uno de los países donde el voto es obligatorio, como en nuestro país.

Dentro de la primera comparativa, tomando tanto elecciones intermedias como presidenciales, podemos observar que la ausentismo electoral en 2023 se ubicó dentro del promedio histórico desde la vuelta a la democracia:

La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?
La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?

Viendo los datos de manera gráfica, queda más en claro que hay una paulatina caída de la participación, con una tendencia a la baja (visualizada en la línea negra):

La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?
La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?

Si pasamos a la comparación “sincrónica” (las comillas corresponden a que las elecciones no han sucedido exactamente el mismo año en todos los casos), vemos que los últimos comicios nacionales argentinos se encuentran entre los que menos participación han tenido entre los países con voto obligatorio, quedando por debajo solo los de Perú y los de Samoa:

La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?
La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?

En este sentido, podemos afirmar que la participación electoral de las elecciones nacionales de Argentina en 2023 fue baja en términos internacionales, pero estuvo dentro del promedio de participación histórica del último período democrático, que viene con una tendencia a la baja. Pero no olvidamos que estamos pensando en la preocupación que se desató este año sobre el asunto, con los datos de participación de las distintas elecciones provinciales. Para evitar perdernos en los datos, comparemos la participación electoral que en 2025 tuvieron las distintas provincias en las generales con la que tuvieron en la elección anterior del mismo tipo, allá por 2021:

La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?
La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?

Una caída promedio de 8,39% nos parece suficiente para afirmar que estamos ante un escenario de baja participación electoral en 2025. De mantenerse números similares para las elecciones nacionales de octubre, estaríamos ante la participación más baja desde el regreso a la democracia.

Lo local y lo nacional, el legislativo y el ejecutivo

Conocidos los resultados de las elecciones bonaerenses, emergió un consenso en los distintos analistas políticos sobre que había sido acertada la decisión de Kicillof de desdoblar el proceso electoral provincial: las mismas tuvieron un buen timing para coincidir con el alboroto generado en torno a las supuestas coimas de Karina Milei, que se daba ya en un clima de descontento económico. Así, los bonaerenses fueron a votar no solo con el bolsillo, sino también escandalizados.

Asimismo, por más nacionalizada que estuviera la campaña electoral de PBA, la misma no dejaba de ser provincial, con muchos municipios que elegían sus respectivos concejales, lo que movilizó de manera particular a los intendentes. De cara a lo que viene estos tienen menos incentivos directos para encarar la campaña de octubre, lo que podría significar un punto a favor para el argumento kirchnerista que sostenía que había que unificar la elección provincial con la nacional.

Pero si lo local tiene una injerencia sobre la elección, también lo tiene el tipo de cargos a elegir: de los 10 distritos que realizaron elecciones este año, hubo uno sólo en donde se disputaba la gobernación y que coincide con haber sido el que más participación tuvo: Corrientes. En el resto de las provincias hubo algunas localidades que elegían sus ejecutivos, pero mayoritariamente renovaron parte de sus concejos deliberantes. ¿Se moviliza el electorado de la misma manera para cargos legislativos que para ejecutivos? Tomemos en este sentido y a modo de ejemplo la provincia de Santa Fe, donde la participación en pueblos y ciudades que solo renovaban concejales fue menor en comparación con las que elegían cargos ejecutivos:

La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?
La participación electoral Argentina en la mira. ¿Nos debe preocupar los números de ausentismo?

En otras palabras, para analizar la participación electoral hay que considerar el tipo de cargo que elige y el nivel de gobierno de los mismos: el electorado puede estar más interesado por los cargos ejecutivos, mientras que los intendentes se movilizan más en los comicios donde ponen en juego su propia gobernabilidad local. El 26 de octubre sólo habrá 4 provincias que de manera concurrente tendrán elecciones provinciales: Mendoza, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero, siendo esta última la única que tenga que definir cargos ejecutivos. Teniendo en cuenta estos elementos, veremos cómo se va a dar la participación en cada una de dichas provincias.

La pasión también vota

Un matiz que también conviene tener en cuenta a la hora de observar los movimientos electorales es la composición del voto, es decir, qué votó efectivamente el electorado. Si consideramos que la participación puede dividirse en votos positivos a partidos políticos y en votos negativos, conformados por los blancos y nulos; el porcentaje que cada una represente en una elección determinada también nos puede anunciar como se está dando la relación entre la ciudadanía y el sistema representativo.

Tal relación no puede proyectarse observando una línea de tendencia electoral, sea la de la participación a los comicios mostrada más arriba, la de los votos negativos o la de los distintos partidos y/o coaliciones. Porque aunque tales tendencias sean un insumo interpretativo, los actores juegan y en política hay acontecimientos que pueden desviar, o hasta quebrar, cualquier tipo de tendencia. Y en Argentina, cuando la proyección a mediano plazo de un escenario político parece inevitable, algo extraordinario ocurre.

Cuando hay eventos que generan sacudidas coyunturales hay que dar por sentado que habrá cambios en el estado de las pasiones. En el 2001 el llamado voto “bronca” movilizó a gran parte de la ciudadanía a expresarse en las urnas aunque en la calle resonaba el que se vayan todos. Una ambivalencia que ocupaba la calle en las orillas de la representación y, al mismo tiempo, había elegido las urnas para canalizar su enojo.

Pero la bronca confía en el mecanismo electoral como un medio privilegiado para expresarse, en cambio, la apatía generalizada conduce al ausentismo electoral; máxime cuando los costos de no ir a votar son prácticamente inexistentes: nadie teme ser sancionado por no hacerlo.

Las fisuras de la representación

No son menores los episodios donde la representación se ha puesto en duda, desde el Movimiento 501, que proponía trasladarse a más de 500 kilómetros del domicilio para quedar exceptuados de la obligación de votar, hasta el que se vayan todos como consigna indeleble del 2001. Ninguna de estas expresiones logró astillar de manera completa el sistema de representación, los argentinos seguimos votando y eligiendo a quienes nos representen.

Aunque si son síntomas que responden a una apatía a las elecciones, esto no equivale a decir que estamos frente a una apatía política: se puede estar en desacuerdo o ni siquiera sentirse movilizado ir a votar y, al mismo tiempo, estar interesado en participar políticamente de las discusiones que giran en torno a lo común. Por lo tanto, lo que se encuentra en crisis, si es que realmente lo está, es una modalidad específica de la representación: la que tiene lugar dentro de la democracia liberal. Un uso particular de la representación que no la agota en sus diferentes apariciones.

Quizás nos encontramos en la situación de que lo que produce representación no se encuentra dentro de la democracia, y se esté buscando en otro lugar. Lo que queda por averiguar es si ese ausentismo electoral es síntoma de una reclusión nihilista-individualista o es otra manera novedosa de la participación política, un posible éxodo de la democracia liberal.

En las horas que corren, estaremos atentos si las urnas continúan enfriándose o si la coyuntura política logra reanimarlas.