Quién fue Azucena Villaflor, una de las Madres de Plaza de Mayo víctima de los “vuelos de la muerte”

En una profunda entrevista con Vía País, María Laura De Vincenti, nieta de esta emblemática Madre Fundadora, recordó a su abuela y la historia que marcó para siempre a su familia.

Azucena Villafor.
Azucena Villafor. Foto: Web

María Laura De Vincenti es periodista, docente y secretaria de Educación de la Municipalidad de Avellaneda. Tiene 40 años -“como la democracia” dice con orgullo-, es sobrina de Néstor De Vincenti, un detenido desaparecido, y nieta de Azucena Villaflor, la histórica fundadora de las Madres de Plaza de Mayo.

Habla con mucha claridad sobre la historia de su familia y hay dos sentimientos que traspasan la pantalla del Zoom con Vía País: la importancia que le da a la lucha colectiva y la tristeza incurable de una historia que nunca tendría que haber sucedido.

Azucena, junto a sus cuatro hijos.
Azucena, junto a sus cuatro hijos. Foto: Web

Su tío Néstor tenía 21 años cuando se lo llevó la última dictadura militar. Con él también a su novia, Raquel Mangui. Su abuela Azucena hizo “lo que haría cualquier madre o padre”, dice María Laura, pero le costó la vida. Azucena fue secuestrada en la esquina de su casa el 10 de diciembre de 1977 y se estima que falleció a fines de ese mismo mes, en los llamados “vuelos de la muerte”. La familia pudo recuperar sus restos en 2005. De Néstor y Raquel, no supieron más nada.

¿Cuándo comenzaste a tener noción de quién fue tu abuela?

- Durante mi primaria, e incluso los primeros años de la secundaria, los derechos humanos no eran una política de Estado. No había espacios en las escuelas para charlar estos temas porque en el 24 de marzo no era una efeméride y eso no habilitaba a los docentes que lo trabajen en el calendario escolar, que ahora es obligatorio. Tampoco en los medios de comunicación nacional se reivindicaba la fecha, menos la lucha de los detenidos desaparecidos ni de las Abuelas ni Madres de Plaza de Mayo.

Lo que sí tengo muy presente, que pasaba en mi infancia y en mi adolescencia, es que venían a hacerle entrevistas a mi papá estudiantes del profesorado de historia y algunos periodistas pero de otros países, sobre todo de Francia, España y de otros países de Europa. Venían a preguntarle sobre la historia de su hermano desaparecido y de su mamá.

¿Qué pasaba durante esas entrevistas en tu casa?

- Se transformaba en un estudio de televisión, digamos. Ese era el momento que yo tenía habilitado preguntar todo en función de mi tío y de mi abuela. Yo soy la más chica de cuatro hermanos, pero cuando se daban esas situaciones mi mamá se buscaba alguna actividad porque le hacía muy mal hablar de eso, mis hermanos también se iban. Yo me quedaba sentada al lado de mi papá, escuchando e interiorizándome sobre lo que había pasado.

Cuando terminaban de entrevistarlo, yo aprovechaba y le seguía preguntando sobre lo que me quedaban dudas o lo que quería averiguar en función de la edad que iba teniendo.

¿Cómo era hablar de lo sucedido en tu familia?

- Era un tema muy triste, para mi papá y para todos nosotros. No es que había una rutina de la pasta de los domingos y hablar de qué había pasado con mi abuela o con mi tío. Cada vez que se tocaba ese tema, en mi casa se vivía un clima de muchísima tristeza. Entonces yo aprovechaba las entrevistas a mi papá para conversar sobre lo que pasó.

Sabemos que el fallecimiento es parte del ciclo de la vida pero nadie está preparado para una desaparición. La figura del familiar desaparecido dejó cicatrices incurables en mi viejo y en nosotros, incluso en mí que no tuve la posibilidad de conocerlos.

Hebe de Bonafini, visitando la casa que fuera de Azucena. A derecha, María Laura De Vincenti.
Hebe de Bonafini, visitando la casa que fuera de Azucena. A derecha, María Laura De Vincenti. Foto: María Laura De Vincenti

Más allá de la pérdida del ser querido, ¿qué consecuencias tiene un crimen de este tipo?

- Por un lado, que hay un árbol genealógico que se corta, que no siguió creciendo. Mi papá, que falleció el año pasado, era el hermano mayor. Le llevaba 14 meses a mi tío Néstor, que fue secuestrado. Hicieron el colegio juntos, mi abuela los crió casi como hermanos mellizos. Después venía mi tío Adrián, que le decían Toto, y mi tía Cecilia. Cortar la rama de mi tío Néstor me imposibilitó tener más primos y el cortar con mi abuela fue terminar con esas familias típicas italianas, de la cocina de la ama de casa que era… Todo eso no estuvo más. Es un dolor muy fuerte.

Por otra parte, la figura del desaparecido, no tener donde llevarle una flor o elegir donde colocar sus cenizas fue muy traumático para mi familia. De mi tío Néstor, que se lo llevaron con su novia Raquel Mangin, no supimos más nada.

¿Qué pasó con tu abuela?

- De mi abuela Azucena, por testigos sobrevivientes, sabemos que estuvo poco tiempo en la ESMA. Después gracias al trabajo del equipo de antropólogos forenses pudimos recuperar sus restos. Se estima que desde fines de los ‘80, principios de los ‘90 ya se sabía que había cuerpos NN enterrados en General Lavalle en una fosa común, pero no se investigó. Es Néstor Kirchner quien decide ponerle recursos al equipo de antropología forense y se termina de detectar que uno de los cuerpos pertenecía a mi abuela y se estima que, por la data y los estudios que se hacen, fue víctima de los vuelos de la muerte a fines de diciembre -a ella se la llevaron el 10 de diciembre-.

¿Qué es lo que destacás de los valores que tienen las Madres de Plaza de Mayo?

- Con el tiempo fui teniendo noción de lo que pasó y por qué mi abuela fue “la madre de las Madres”, como la solían llamar, en ese cortito tiempo que estuvo en la organización. Valoro y reivindico la idea de ella de juntarse, que esa fue la frase que la llevó al título de fundadora: “En lo individual no vamos a lograr nada, vayamos juntas a pedir por los hijos de cada una”. Mi abuela estuvo muy poquito, ella empezó con las rondas en abril y en diciembre se la llevaron de la esquina de su casa, que es la misma donde yo me críe después.

Reivindico que pudieron seguir con la lucha más de 40 años después el resto de las Madres. Hoy son reconocidas en todo el mundo por la semilla que plantó mi abuela pero sobre todo por la constancia de la lucha de las que siguieron.

Mi abuela hizo nada más y nada menos que lo que haría cualquier persona: salir a buscar a su hijo. A partir de ahi tuvo la lucidez de apostar a juntarse, el acierto de apostar a la lucha colectiva. Aun sabiendo, porque era parte del plan sistemático que los sobrevivientes salgan y cuenten, que había tortura y muerte, pero aún así ella siguió poniendo el cuerpo y no por beneficio personal sino colectivo.

En 2005, los restos de Azucena fueron colocados en la Plaza de Mayo.
En 2005, los restos de Azucena fueron colocados en la Plaza de Mayo. Foto: Página 12

¿Qué le pasaba a tu papá con la historia de su madre?

- Mi papá muchos años tuvo la ilusión de que se hubiera perdido, de que se haya vuelto loca. Mi viejo laburó de chofer en las provincias y contaba que él veía a alguna persona revolviendo la basura y daba la vuelta con el camión con la esperanza de que fuera su mamá. Es muy triste, por su hermano y por su vieja. Tenía una frase mi papá que a mi me marcó mucho: estamos agradecidos por cómo trasciende la figura de mi abuela pero quisiéramos que no la conozca nadie y que la podamos haber tenido con nosotros.

¿Qué creés que perdiste vos sin tu abuela?

- Me hubiera encantado tenerla, porque me cuentan que no solo fue de avanzada por encabezar la lucha de las Madres, sino también en la cotidiana. Mi mamá, por ejemplo, se vinculó desde el lugar de nuera con ella y, como se casó muy joven con mi papá y venía de una familia más bien conservadora, mi abuela le hablaba desde su lugar de la independencia económica de las mujeres, del placer sexual. Hoy me imagino lo que podría haber sido yo si hubiera podido crecer con mi abuela.