Por estos días, Alan Sutton no solo se prepara para subirse al escenario del Gran Rex el próximo 9 de agosto con su banda Las criaturitas de la ansiedad, sino que también transita un momento especial: el efecto emocional que dejó Berrinche, su último disco, todavía lo atraviesa.
El álbum, concebido como un proyecto íntimo y acústico, lo llevó a grabar junto Jero Romero y Gonzalo Moreno en una cabaña en El Calafate durante 13 días. Lejos del ruido de la industria, Sutton buscaba bajar un cambio. “Venía de hacer un disco muy intenso, Algo tiene que cambiar, que nos había puesto de cara al público de una forma nueva, y eso me sobrepasó. Soy una persona muy sensible y necesitaba hacer las cosas de otra manera”, explica en diálogo con Vía País.
La idea original era grabar un par de canciones acústicas, como un retiro artístico. Pero la Patagonia y su inmensidad hicieron lo suyo. “Nos prestaron una cabaña y nos fuimos con Jero y los demás. Ahí la inspiración nos encontró, y en vez de hacer algo sencillo, surgió un sonido nuevo, un disco entero. Berrinche se convirtió en un recreo, en una pausa”, cuenta.
Aunque su plan era mantener la experiencia lo más alejada posible de la tecnología, Jero—más entusiasta del registro audiovisual— comenzó a grabar y logró las tomas que hoy acompañan a las canciones en Youtube. “Yo estaba completamente negado a filmar. No me gusta compartir mi vida personal. No me gusta la lógica de las redes sociales de mostrar todo lo que uno hace. Pero por suerte él ponía la cámara igual, y terminamos con material hermoso, que hoy se transformó en los videos del disco”, recuerda.
Música para crecer (y crecer con otros)
El universo que rodea a Alan Sutton y Las criaturitas de la ansiedad no es fácil de etiquetar: tiene teatralidad, sensibilidad, ironía, existencialismo pop. Y lo siguen, con devoción, adultos, adolescentes y hasta niños. “Es una locura. Yo lo noto mucho en los shows. En Obras, por ejemplo, me impresionó ver a tantos chicos. Y no sé por qué pasa, pero sí sé que me lo tomo con responsabilidad”, afirma. “Quizás hay algo de cómo me expreso, o quizás tengo la mentalidad de un nene de 9 años en alguna parte de mí. Pero si hay algo que intento, es que mis palabras tengan sentido. Que haya un mensaje, más allá del juego”.
Y ese mensaje no siempre llega de forma directa. Muchas veces se transforma, muta, se vuelve íntimo para quien lo escucha. “Hay canciones que hice por una razón y después me llegan historias que me desarman”, dice.
“Un día a la vez la escribí para una amiga que estaba mal. Pero después me cuentan que esa canción los ayudó a atravesar un duelo, una adicción, algo tremendo. Y yo me siento parte de algo más grande, como una cadena que viene desde el primer cavernícola que dibujó algo en la pared y dijo ‘soy yo’. Hacer canciones también es eso: que alguien más las vea y se vea reflejado”, explica, señalando que siente que está participando de esa misma tradición milenaria de compartir emociones a través del arte.
El valor de lo colectivo para Alan Sutton
A lo largo de la entrevista, Sutton vuelve una y otra vez a un eje: el trabajo colectivo. La música, para él, no tiene sentido si no es con otros. “Lo más hermoso que me dio esta carrera son mis amigos. Trabajo con mis mejores amigos. Jero, Manu, todos los chicos de la banda… somos una familia. Y eso es lo más valioso para mí. Yo fui un niño solitario, hijo único. Ahora siento que crecimos juntos, que pasamos de los veinte a los treinta acompañándonos”.
El Gran Rex, para muchos artistas, representa un hito. Para Sutton, en cambio, es apenas una estación más en un viaje emocional. “Antes tenía esa ambición voraz por llegar a lugares, por cumplir metas. Hoy estoy resignificando todo. Lo que me importa es hacer este show con la gente que amo, con quienes construí este camino. No pienso tanto a largo plazo. Quiero disfrutar este presente. Tocar estas canciones que hicimos en El Calafate. Mostrar eso. Aunque también me cuesta. Soy muy vulnerable, y exponerme me duele un poco”.
Después del lanzamiento de Berrinche, admite, pasó días difíciles: “Tuve pesadillas. Soñaba que estaba desnudo en la calle. Sentí una angustia profunda. Mostrar lo que uno ama, lo que uno hace desde un lugar tan sincero, a veces te deja indefenso. Pero por suerte los tengo a ellos. Sin mis amigos, nada de esto tendría sentido”.
Lo que viene, promete, será distinto. Como todo lo que hacen. “Siempre buscamos algo nuevo. Cambiar es una constante para nosotros. Berrinche fue un recreo. Lo que se viene será otra cosa. Porque la música también es jugar. Y yo quiero seguir jugando”.
La Gira de Alan Sutton y las criaturitas de la Ansiedad
- 9 de agosto: Teatro Gran Rex (Buenos Aires)
- 22 de agosto: Sala Lavarden (Rosario)
- 24 de agosto: Studio Theater (Córdoba)