Hace 80 años, Pablo Picasso presentó su Guernica, la obra pictórica más importante del siglo XX, de una inmensa popularidad que todavía subsiste.
La obra fue presentada algo más de dos meses después de la destrucción horrenda por las aviaciones alemana e italiana de la ciudad santa de los vascos, Guernica, el 26 de abril de 1937.
El escenario de la aparición fue el Pabellón Español de la Feria Mundial de París el 12 de julio de 1937. El autor y el grupo de autoridades culturales republicanas que hicieron posible el Guernica decidieron que la obra tenía que poder ser transportada al finalizar la exposición porque si hubiera quedado fijada en un muro habría caído por la piqueta como le sucedió a otros pabellones de las muestras universales.
Así que se confeccionó un bastidor de 3,49 por 7,77 metros. La obra no contiene ninguna alusión a la tragedia de la ciudad de Guernica ni a la guerra civil. No hay narración, son un conjunto de extraordinario talento artístico de símbolos.
Picasso tenía otras ideas para la obra que le había encargado el Gobierno republicano --y que se descontaba sería la joya de la Expo--, pero no dudó en apartarlas todas por el tema de la destrucción total de Guernica, el ametrallamiento de la población por los italianos, cuando los campesinos corrían buscando un refugió contra las bombas alemanas de la Legión Cóndor.
Símbolo del horror, del dolor infinito de un pueblo desarmado contra los “adelantos” en la destrucción desde el aire que el mariscal Herman Goering ensayó con la eficacia que después usaría contra Londres, Coventry, Amberes, contra las caravanas de refugiados, (niños, mujeres y ancianos) que huían por las carreteras de Francia, Leningrado, Stalingrado y miles de ciudades soviéticas.
Después, Alemania, Japón e Italia fueron aplastadas. Picasso nunca definió el significado simbólico de sus figuras.
