El puntaltense Ignacio Acosta fue ordenado diácono permanente

La ceremonia junto a su familia, amigos y fieles se llevó a cabo en la Catedral “Nuestra Señora de la Merced” de Bahía Blanca. La misma fue presidida por el Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa. También fueron ordenados Jesús Benavente y Hernán Tula.

El Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa ordenó a tres diáconos permanentes. El puntaltense Acosta estuvo acompañado de su familia.
El Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa ordenó a tres diáconos permanentes. El puntaltense Acosta estuvo acompañado de su familia.

Este sábado a las 10 hs se llevó a cabo la ceremonia de ordenación diaconal del puntaltense Ignacio Miguel Acosta en la Catedral “Nuestra Señora de la Merced” de Bahía Blanca. La misma fue presidida por el Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa.

Acosta luego de varios años de formación, recibió los ministerios de lectorado y acolitado, para finalizar con el diaconado permanente. En todo momento tuvo el acompañamiento de su esposa Nora Aranda.

El Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa ordenó a tres diáconos permanentes. El puntaltense Acosta estuvo acompañado de su familia.
El Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa ordenó a tres diáconos permanentes. El puntaltense Acosta estuvo acompañado de su familia.

Además, estuvieron presentes en la misa, sacerdotes, diáconos, aspirantes al diaconado y por la pandemia, un número reducido de familiares, amigos y fieles. En la misma celebración también fueron ordenados Jesús Benavente y Hernán Tula.

El Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa ordenó a tres diáconos permanentes. El puntaltense Acosta estuvo acompañado de su familia.
El Arzobispo Fray Carlos Azpiroz Costa ordenó a tres diáconos permanentes. El puntaltense Acosta estuvo acompañado de su familia.

En el Concilio Vaticano II, se restableció nuevamente el diaconado permanente. Este tipo de diaconado puede ser conferido a hombres casados. El diácono permanente debe ser considerado hombre «probo» por la comunidad, caritativo, respetuoso, misericordioso y servicial. Es determinación del obispo exigir que sea casado, y en este caso, la esposa deberá autorizar por medio escrito al obispo la aceptación para la ordenación del esposo (requisito indispensable). Un diácono casado que pierde a su esposa no puede volver a contraer matrimonio, pero sí puede optar a ser presbítero. Quien es ordenado diácono siendo soltero se compromete al celibato permanente.

Solo el varón («vir») bautizado recibe válidamente esta sagrada ordenación. El sacramento del Orden confiere un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo determinado. Se le puede liberar de obligaciones y de las funciones vinculadas a la ordenación y hasta se le puede impedir ejercerlas, pero no vuelve a ser laico nuevamente puesto que, desde la ordenación, se considera que el diácono queda marcado espiritualmente de forma permanente (de allí el término marca o carácter).

Funciones de los diáconos

  • Proclamar el Evangelio, predicar y asistir en el Altar;
  • Administrar el sacramento del bautismo;
  • Presidir la celebración del sacramento del matrimonio;
  • Conferir los sacramentales (tales como la bendición, el agua bendita, entre otros);
  • Llevar el viático (sacramento de la eucaristía así llamado cuando se administra particularmente a los enfermos que están en peligro de muerte) pero no puede administrar el sacramento de la unción de los enfermos, ni el sacramento de la reconciliación.
Además, y siempre de acuerdo con lo que determine la jerarquía, puede:
  • Dirigir la administración de alguna parroquia;
  • Ser designado a cargo de una Diaconía;
  • Presidir la celebración dominical, aunque no consagrar la Eucaristía (lo cual corresponde a presbíteros y obispos).

Puede además efectuar otros servicios, según las necesidades específicas de la Diócesis, particularmente todo aquello relacionado con la realización de obras de misericordia, y la animación de las comunidades en que se desempeñan.

Vestiduras propias del diácono

Las vestiduras litúrgicas propias del diácono son la estola puesta al modo diaconal, es decir, cruzada en el cuerpo desde el hombro izquierdo y unida en el lado derecho, a la altura de la cintura y sobre esta la dalmática, vestidura cerrada con amplias mangas, utilizada sobre todo en las grandes celebraciones y solemnidades.

En el común vestir, el diácono puede usar sotana o camisa clerical, y alzacuellos si así lo sintiera. Su vestimenta diaria depende de su estado de vida y del carácter de su diaconado.