Democracia 4.0: ilusión, desencanto y la sombra del narcotráfico

Andrés Malamud y Graciela Römer analizaron las cuatro décadas de recuperación democrática en el último panel del año del ciclo “Voces que suman”. Cómo impactan la aceleración de las frustraciones, los fracasos económicos y el avance del crimen organizado.

Diálogo. Conectados de manera remota, Graciela Römer y Andrés Malamud intercambiaron ideas y visiones junto con la editora de Política y Negocios de La Voz, Virginia Guevara. (Nicolás Bravo / La Voz)
Diálogo. Conectados de manera remota, Graciela Römer y Andrés Malamud intercambiaron ideas y visiones junto con la editora de Política y Negocios de La Voz, Virginia Guevara. (Nicolás Bravo / La Voz) Foto: Bravo Nicolas

Los 40 años de democracia ininterrumpida en la Argentina llegan con éxito en la continuidad del sistema, pero con fracasos en el entorno socioeconómico y luces de alerta por las amenazas del narcotráfico y del crimen organizado.

En ese escenario, la calidad de vida es clave en el alto nivel de insatisfacción social que registran diferentes sondeos –entre 60% y 70% de los consultados– sobre el sistema democrático. De esas frustraciones, que se fueron acumulando a lo largo de estas cuatro décadas, un emergente es el actual presidente Javier Milei, un outsider de la política.

Las demandas de la sociedad, los desafíos que implican y el contexto regional en el que se dan fueron los ejes de un nuevo panel del ciclo “Voces que suman”, en el que participaron el politólogo Andrés Malamud (investigador en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa) y la analista Graciela Römer (presidente de Save Democracy America). La moderación estuvo a cargo de Virginia Guevara, editora de Política y de Negocios de La Voz.

El diálogo, que se emitió vía streaming por las plataformas de La Voz, de Los Andes y de Vía País, marcó el cierre de año del ciclo, que cuenta con la coordinación general de Daniel Alonso, la producción ejecutiva de Sebastián Gilli y la colaboración de Marcela Rosatti.

Retrospección

Con la lupa puesta sobre la dinámica de estos 40 años, Malamud planteó que en 1983 había dos demandas explícitas: la de la no violencia, ya que la Argentina “había fracasado en mantener una comunidad pacífica y venía de una guerra”; y el reclamo de justicia, que desembocó en el juicio a las Juntas Militares.

“En el reclamo de vida, cumplimos; el de justicia todavía está en deuda”, señaló el politólogo. A la vez, enfatizó que el “éxito” del expresidente Raúl Alfonsín fue en la “concepción democrática”, mientras que su “fracaso” fue el económico.

“Después de él, nadie arregló la economía; y eso, de alguna manera, lo disculpa. Lo que nunca nadie pudo romper fue la política”, opinó

Römer, en tanto, revalorizó la figura de Alfonsín en una sociedad que, en aquellos años, “tenía miedo, no sólo a la violencia, sino a la falta de perspectivas y dominada por un signo de interrogación”.

En esa línea, remarcó que Alfonsín “impuso” la necesidad de un replanteo de la Justicia: “Lo que aportó fue poder conceptualizar el fenómeno que atravesaba la Argentina, mirar el futuro y proyectar el país”.

A su entender, el peronismo, como oposición, tuvo “bastante” que ver con la incapacidad de Alfonsín para conducir la economía. En ese punto, Malamud planteó que “los no peronistas han sido tan incompetentes como los peronistas”.

El devenir económico selló también la primera etapa de las gestiones de Carlos Menem, que, para Römer, en esa fase fue el presidente de la “recomposición económica”, aunque también advirtió que, “fantasiosamente”, la gente creyó que el país había entrado al primer mundo.

“El Consenso de Washington se convirtió en la plegaria de muchos, pero fue una ficción; la convertibilidad se sostuvo endeudándose”. Con la llegada de Fernando de la Rúa a la Casa Rosada, según Römer, el exministro de Economía Domingo Cavallo fue convocado por falta de alternativas y por ser un emblema de “la estabilidad de precios”.

“Alfonsín fue la democracia, Menem la economía estabilizada durante unos años, lo que no duró porque los cimientos no estaban sólidos –repasó Malamud–. Sin embargo, hubo logros: consiguió los capitales con los que (Néstor) Kirchner después pudo lograr los superávits gemelos. Gracias a esa acumulación de capital, aprovechamos el boom de las commodities. El menemismo termina antes que la convertibilidad. No hay que perder de vista que la Argentina, en 60 años, sólo tuvo seis de superávit”.

El fin de la inocencia

Para Malamud, la crisis del 2001 fue el “fin de la inocencia”. Opina que, en ese momento, la Argentina advirtió que era “un país más de Latinoamérica, no algo diferente, como suponía”.

Agregó que la Alianza (la coalición que gobernaba cuando estalló la crisis) llegó al poder con el eje puesto en “la lucha contra la corrupción, pero no tenía programa económico”.

Römer aportó que la crisis del 2001 “evidenció” el deterioro de los indicadores sociales y consideró que en esas circunstancias surgió el reclamo de “equidad distributiva”, que coincide con la suba en el precio de las materias primas agrícolas.

“Sobre la soja se montó el relato del kirchnerismo, que tuvo que ver con lo económico, con lo social y con los derechos humanos, tema que le rindió sus frutos en la primera gestión. Pero el peronismo, en los últimos años, fue impactado por la imposibilidad de dar respuesta a la crisis. Esto explica que haya emergido la figura de (Javier) Milei”, señaló.

El kirchnerismo “temprano” –refirió Malamud– buscaba un país “normal”, incluso en lo político planteó la pluralidad, lo que explica haber elegido como vicepresidente de Cristina Kirchner al radical Julio Cobos.

“Después del conflicto con el campo, empieza a jugar al límite de la democracia”, añadió y graficó esa situación con el cántico “Macri, basura, vos sos la dictadura”.

Son “etapas consecutivas; no es lo mismo. El kirchnerismo recrea una ilusión de los ‘70 sin las armas”, agregó Malamud.

Deudas. Malamud y Römer coincidieron en que la democracia ha sido resiliente, pero ha resignado calidad e intensidad. (Nicolás Bravo/La Voz)
Deudas. Malamud y Römer coincidieron en que la democracia ha sido resiliente, pero ha resignado calidad e intensidad. (Nicolás Bravo/La Voz) Foto: Bravo Nicolas

Baja calidad y narcotráfico

Las democracias de baja calidad, que asomaron en gran número a fines del siglo pasado, constituyen uno de los fenómenos políticos distintivos del actual escenario mundial y caracterizan, en especial, a Latinoamérica.

Malamud opinó que “hay más democracia, pero no necesariamente mejor”. Y argumentó: “Tenemos más, porque no hay fragilidad, hay resiliencia. La democracia argentina se banca todo: el ‘que se vayan todos’, el que venga cualquiera, dos hiperinflaciones, tremendas recesiones y una depresión de una década. Pero es de una calidad inferior a la que nos gustaría. Los derechos están plasmados en la ley, pero no concretados en la práctica”.

En esa línea, insistió en que es una situación común a Latinoamérica, donde hay democracias resistentes, pero de baja calidad.

“La democracia no satisface porque no concede bienestar material. Hay pobres con un trabajo formal, falló en la entrega de beneficios materiales. Hay libertad y vida. En la Argentina no se arriesga la vida por ser candidato como sí pasa en Ecuador, en México, en Colombia o en Brasil. Acá no. El acuerdo comunitario es el ‘no a la violencia’”, resumió.

Römer planteó que “tenemos democracia, pero no mejor; no se puede tener de baja calidad”.

La analista trajo a colación la visión del sociólogo Zygmunt Bauman, quien sostiene que la democracia no sólo es un conjunto de reglas procedimentales; es una cultura, un estilo de vida comunitaria.

“Mirado el largo plazo, el análisis no es auspicioso. Profundizamos y sostuvimos reglas, pero tenemos enormes falencias que preocupan, porque son la puerta de entrada a los populismos. Es riesgoso dividir lo procedimental de lo valorativo”, consideró Römer.

En este punto, reflotó el conocido aporte del politólogo Guillermo O’Donnell, al considerar que la “sociedad se tiene que convertir en una sociedad de ciudadanos, (ya que) tenemos ciudadanos de baja intensidad y democracia de baja intensidad”.

Para Malamud, el valor más importante que tiene que dominar a la democracia que viene es “la vida, igual que en 1983″. ¿Por qué ese anclaje? Porque esta vez, según el politólogo, “no van a ser las organizaciones terroristas ni la dictadura militar las que van a atentar contra la vida, sino las organizaciones criminales”.

Su planteo fue elocuente: “Lo que se viene en Argentina es lo que se ve en el resto de América latina: narcotráfico, corrupción, contrabando con mercados secundarios de bienes robados, no sólo de drogas o de armas, sino también de personas y de recursos naturales”.

Al respecto, consideró que el país necesita “un Estado que esté dispuesto a luchar contra el crimen; y para eso, sólo la legitimidad democrática le concede el poder que necesita”.

Lo definió como “la economía de la violencia”, en el sentido de que, cuanto más regulada esté la violencia a partir de determinadas capacidades estatales, menor será el riesgo de padecerla.

Römer coincidió y advirtió que el narcotráfico “coopta políticos; no está afuera, está adentro y tiene que ver con la corrupción. El narcotráfico está colonizando estados, ¿qué democracia podemos tener si no se cumple el contrato básico?”.

El factor Milei

Para Römer, Milei deberá resolver cómo “gobernar con la casta, para destruir a la casta. Cómo gobernar no dándole la espalda al sistema político democrático”. Apuntó que la propuesta del líder libertario “no es universal” al interior de sus votantes, y eso también implica un desafío.

En cuanto a las primeras medidas de la nueva gestión, subrayó que avanzar en un ajuste sobre gastos que tienen más peso simbólico que real le puede servir “para generar un colchón para que el ajuste sea procesado” por toda la sociedad.

Malamud, por su parte, interpretó que Milei es el resultado de la “aceleración del ciclo de frustraciones”. Y razonó: “Hasta ahora, veníamos de movimientos pendulares. En la última década, nos gobernaron los dos y los dos fracasaron. Milei es un outsider, no un extrapartidario o una celebrity adoptada por un partido. Rompió con eso”.

Pero persiste la incógnita sobre cómo va a reconfigurar su poder. “El 30% lo votó para que haga lo que prometió; el 25%, porque creía que no lo iba a hacer. Tendrá que compatibilizar eso teniendo 15% de los diputados y 10% de los senadores. Hay más chances de fracasar que de tener éxito, pero él es consciente de que la tiene más complicada que los demás presidentes”, agregó.

Con respecto al clima social y a las protestas callejeras, Malamud señaló que “no hay democracia sin instituciones, y no hay democracia sin pueblo en la calle. Es así porque los votos se cuentan, pero los intereses se pesan. La gente que quiere demostrar cuán intensa es su preferencia, se manifiesta; y hay que convivir con eso”.

Frustraciones. De la ilusión que despertó la recuperación democrática en 1983, el ciclo alternó con crisis socioeconómicas que han provocado desencanto. (Nicolás Bravo/La Voz)
Frustraciones. De la ilusión que despertó la recuperación democrática en 1983, el ciclo alternó con crisis socioeconómicas que han provocado desencanto. (Nicolás Bravo/La Voz) Foto: Bravo Nicolas

Dos visiones

Andrés Malamud: El enemigo es el narcotráfico

Politólogo. Andrés Malamud es licenciado en Ciencia Política, con un doctorado en el Instituto Universitario Europeo. Actualmente es investigador principal en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, en Portugal. (Nicolás Bravo/La Voz)
Politólogo. Andrés Malamud es licenciado en Ciencia Política, con un doctorado en el Instituto Universitario Europeo. Actualmente es investigador principal en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, en Portugal. (Nicolás Bravo/La Voz) Foto: Bravo Nicolas

Tenemos más democracia, pero no necesariamente mejor democracia. Tenemos más porque no hay fragilidad, hay resiliencia. La democracia argentina se banca todo: el que ‘se vayan todos”, el que venga cualquiera, dos hiperinflaciones, tremendas recesiones y una depresión de una década. Pero es de una calidad inferior a la que nos gustaría. Los derechos están plasmados en la ley, pero no concretados en la práctica. Nos falta la base material, nos falta cumplir con que los ciudadanos son iguales ante la ley; también las condiciones materiales en las cuales ejercemos nuestros derechos. La democracia no satisface porque no concede bienestar material. Hay pobres con un trabajo formal; falló en la entrega de beneficios materiales. Hay libertad y vida. En la Argentina no se arriesga la vida por ser candidato como sí pasa en Ecuador, en México, en Colombia o en Brasil. Acá no. El acuerdo comunitario es el no a la violencia, es deshacernos de nuestros gobernantes sin derramar sangre, y eso lo conseguimos magistralmente. Queda que nos dé de comer, que nos cure y nos eduque. El contrato básico de la democracia es que los gobernantes se van cuando no los votamos. En América latina, el enemigo de la democracia no es el populismo, es el narcotráfico. Javier Milei es el resultado de la aceleración del ciclo de frustraciones. Hasta ahora, veníamos de movimientos pendulares. En la última década nos gobernaron los dos, y los dos fracasaron. Milei es un ‘outsider’, un extrapartidario o una ‘celebrity’ adoptada por un partido. Rompió con eso”.

Graciela Römer: No nos insertamos en un proyecto de país

Socióloga. Graciela Römer es licenciada en Sociología. Es la directora de Graciela Römer y Asociados y presidenta de Save Democracy America, un grupo dedicado al monitoreo y apoyo a las democracias de América latina. (Nicolás Bravo/La Voz)
Socióloga. Graciela Römer es licenciada en Sociología. Es la directora de Graciela Römer y Asociados y presidenta de Save Democracy America, un grupo dedicado al monitoreo y apoyo a las democracias de América latina. (Nicolás Bravo/La Voz) Foto: Bravo Nicolas

Tenemos democracia, pero no mejor; no se puede tener de baja calidad. El sociólogo Zygmunt Bauman sostiene que la democracia no sólo es conjunto de reglas procedimentales; es una cultura, un estilo de vida comunitaria. Mirado el largo plazo, el análisis no es auspicioso; profundizamos y sostuvimos reglas, pero tenemos enormes falencias que preocupan porque son la puerta de entrada a los populismos. Es riesgoso dividir lo procedimental de lo valorativo. La apertura a la ultraderecha tiene que ver con sus fallas; si no hay mejora en la calidad de vida, no podemos sostener democracias de calidad. Van a ser de baja intensidad si los líderes no terminan de entender por qué las encuestas marcan insatisfacción. Existe la necesidad de resignificar lo que la gente aspira y espera de la democracia. Nuestra sociedad se tiene que convertir en una sociedad de ciudadanos, tenemos ciudadanos de baja intensidad y democracia de baja intensidad. El narcotráfico está colonizando estados. ¿Qué democracia podemos tener si no se cumple el contrato básico? Javier Milei emerge del fenómeno complejo de la segmentación, del fracaso social y económico. No nos insertamos en un proyecto de país. Estamos estancados, en una espiral decreciente en todos y cada uno de los subsistemas de una sociedad. Hay necesidad de nuevas generaciones de políticos y propuestas partidarias para tomar conciencia de las limitaciones que tenemos para encarar un proyecto que nos haga formar parte de la misma comunidad”.