Hasta Alaska por la ruta

Lucho y Belén nacieron en Adelia María, un pueblo del sur cordobés. Son pareja y desde hace más de dos años viajan en una vieja combi hacia el norte del continente.

Lucho y Belén planean llegar hasta Alaska a bordo de su camioneta
Lucho y Belén planean llegar hasta Alaska a bordo de su camioneta

La historia de esta pareja de cordobeses comenzó a cambiar cuando se dieron cuenta de que el poco tiempo libre que les dejaba su rutina, no les alcanzaba para ser todo lo creativos que deseaban. Vivían en San Pablo, Brasil, y a pesar de que habían llegado allí para que Lucho pudiera perfeccionarse en el diseño industrial de autos, algo los hizo tocar fondo y dio origen a esta idea de cambio de vida.

En 2016, compraron a "Blanquita", una combi Volkswagen de 1996, que se volvió el vehículo para llegar por tierra hasta Alaska y también, con un poco de creatividad y trabajo mediante, el hogar donde viven. Cada vez más conscientes de que la felicidad tiene que ver con soltar y vivir despojados, esta pareja que llegó a ducharse con jabón y shampoo bajo una lluvia en Cartagena, le contó a Rumbos su experiencia.

Lucho y Belén planean llegar hasta Alaska a bordo de su camioneta
Lucho y Belén planean llegar hasta Alaska a bordo de su camioneta

¿Cómo hicieron para transformar su camioneta en un lugar donde se pudiera vivir?

Lo primero que hicimos fue buscar ideas en Internet. Luego pasamos estas ideas a planos. Estábamos solos en San Pablo viviendo, sin espacio donde construir ni herramientas para hacerlo. Construimos todo en una calle en pendiente, con la locura de cientos de autos yendo y viniendo, y con una sierra manual. Encontramos un lugar que nos alquilaba las herramientas por día. Así que planificamos bien el trabajo, para hacer en un solo día lo que necesitábamos con las herramientas, desde las 8 am hasta las 18 hs. Por supuesto, no fue suficiente ni lo más cómodo, pero era lo que teníamos, y no podíamos alquilarlas todos los días por el precio. Construir con lo que encontrábamos fue básico. Buscamos retazos de madera, palets, cartones, fabricamos nuestros propios colchones, y a falta de máquina de costura, los envolvimos como un regalo y los pegamos con cemento de contacto. Muchas cosas no supimos hacerlas en el momento, como el tendido eléctrico, y estuvimos un mes sin luz, hasta que aprendimos y lo hicimos en el camino, como tantas otras cosas.

¿Cuáles fueron los cambios más importantes en sus vidas a partir del comienzo de este viaje?

Aprendimos a vivir con menos y a “confiar” en que todo aquello que necesitamos lo vamos encontrando o consiguiendo en el momento justo. Hemos aprendido también a ser parte de este planeta, por eso nos importa, lo cuidamos y motivamos a otros a que lo hagan. Fabricamos nuestra propia pasta de dientes y los desodorantes, y nuestra alimentación es ahora mucho más consciente, a base de frutas y verduras locales, pues las cosas importadas tienen un costo excesivamente elevado para el mundo.

Recorrieron la Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Salvador, Honduras, Guatemala y Belice, y ahora pasean por México.

Vivir de viaje suena a una idea de vida casi perfecta. ¿Cuáles son las dificultades?

Las dificultades han sido encontrar cotidianidades, una rutina dentro de esta no-rutina. Buscar baño y ducha casi a diario, encontrar un tiempo para hacer ejercicios, estar quietos durante un tiempo. Estar con la familia y con los amigos tomando mates charlando de sus vidas, de cosas que ellos están atravesando. Vivir en la ruta se torna una normalidad para nosotros; y a veces no es tan simple charlar de cosas que no estén relacionadas con esto, es decir, proponer conversaciones acerca de otras cuestiones que nos pasan a todos, viajes o no.

¿Qué les ha provocado discontinuar las que eran sus actividades habituales, por ejemplo, en el caso de Lucho, su profesión?

Y, sí, ha sido un factor de decaimiento. Cuando estamos inmersos en la búsqueda de resolver lo urgente, como puede ser arreglar algo que se rompió, buscar un lugar seguro donde pasar la noche, generar dinero, decidir y averiguar qué ruta tomar, es difícil encontrar un momento para dedicar tiempo a otras cosas que no sean del viaje. Pero disfrutamos mucho lo que hacemos.

Además de viajar lento, Lucho y Belu escriben, dibujan y practican yoga. Su capital principal es el tiempo, y la mejor de sus herramientas, la creatividad. Para ellos, fueron dos los secretos de este gran desafío: animarse a dar un primer paso, aunque falten cosas, y soltar el control. Y un día se dieron cuenta de que fue el propio camino el que comenzó a marcarles la velocidad, el ritmo y el rumbo.