Sin fútbol y sin alma, de la cabeza a los pies

El horror de Caballero desnudó toda la impotencia de una Selección que parece a la deriva. Sin conducción ni dentro ni fuera de la cancha. Un Sampaoli repudiado, un Messi ausente y un equipo al borde del papelón.

Falló el que podía fallar, el arquero. Y faltó el que no podía faltar, Messi.
Falló el que podía fallar, el arquero. Y faltó el que no podía faltar, Messi.

El 3-0 inapelable, impiadoso, hiriente... ¿hasta que punto es impensado? La Selección fue una sombra y está en la delgada línea de repetir un fracaso similar al del Mundial 2002, con eliminación en primera ronda.

La salvedad es que aquel equipo de Marcelo Bielsa llegaba como candidato, y por eso hizo tanto ruido la caída. En cambio, esta desangelada Selección de Jorge Sampaoli no daba pie a demasiadas ilusiones, aunque ni lo más pesimistas avizoraban los dos primeros partidos sin triunfos y el peligro inminente de eliminación.

Esta Selección de Sampaoli, que no supo como vulnerar a un voluntariosa (y no mucho más que eso) Islandia, sucumbió frente a una Croacia que juega de memoria y con intérpretes que inclinaron rápido la balanza. Sobre todo su envidiable línea central con Modric y Rakitic.

Frente a un rival de temer, Argentina salió a cara descubierta. Con la formación sin confirmar hasta último momento; con una arriesgada línea de tres en el fondo; con una alarmante falta de convicción y de reacción después del gol que abrió el marcador; con un arquero que no daba seguridad con las manos, por su falta de competencia, y tampoco con los pies, lo que en teoría era su fuerte; y lo mismo fue ratificado en el puesto.

Sin trabajo previo, sin una jugada preparada, sin planificación, de papelón en papelón, y dependiendo más que nunca de una genialidad de Messi, más apático y abúlico que nunca con la casaca Albiceleste (hasta Caballero tocó más la pelota que el 10 argentino); qué hacía pensar que a la Selección le tendría que ir mejor.

La improvisación que encarna Sampaoli, rodeado de una tropa de colaboradores y sin terminar de esbozar nunca un plan, se paga con este 3-0 tan difícil de asimilar y que se asemeja demasiado a un golpe de nocaut. Sobre todo porque hay evidencias, por los dichos de Sergio Agüero por ejemplo, de que el grupo se rompió y que las diferencias con el técnico ya serían insalvables.

Así le está yendo a la Selección en un Mundial en el que parece condenada. Hay esperanzas aún, tenues, porque Argentina no dependerá de sí misma si Nigeria no derrota a Islandia; y en el mejor de los casos accedería como segundo y sufriendo por demás.

Las explicaciones están en los dos partidos en esta Copa, en la que el equipo defeccionó. Y también, fundamentalmente, en un proceso de desorganización: con una AFA acéfala, que con Claudio Tapia y su adjunto Daniel Angelici (mentor de la contratación de Sampaoli) tampoco ofrece garantías; con un Sampaoli de quien se esperaba mucho y desnuda su impericia para uno de los cargos más importantes en el país; y con un plantel que tiene demasiados históricos y sin embargo, sigue sin hacer historia.