Trombosis venosa: la importancia de caminar en cuarentena

La falta de movimiento por los meses de encierro produjo un aumento de las trombosis venosas superficiales y profundas de los miembros inferiores. Las claves para evitarlo.

A la falta de movimiento que induce el encierro, se le suman las sedentarias actividades de ocio.
A la falta de movimiento que induce el encierro, se le suman las sedentarias actividades de ocio.

Por Marcelo Nahin*

Sin una vacuna preventiva o tratamiento efectivo para el Covid-19, el mundo se vio obligado a tomar medidas arcaicas, que funcionaron cuando el desarrollo de la medicina era muy rudimentario: cuarentena y distanciamiento social.

La población mundial quedó encerrada es una experiencia única para el planeta, que llevó a que las personas necesariamente tuviéramos que confinarnos en nuestras casas durante meses.

Si bien aún es prematuro analizar las consecuencias físicas y psíquicas que dejará el encierro prolongado, hay un tema que se está observando en consultorio y en las guardias: un aumento de las trombosis venosas superficiales y profundas de los miembros inferiores, en pacientes no contagiados con coronavirus.

A la falta de movimiento que induce el encierro, se le suman las sedentarias actividades de ocio: mirar películas, leer libros acostados, pasar mucho tiempo sentados frente a la computadora, entre otras. ¿Pero qué es exactamente la trombosis? ¿Por qué aumenta su incidencia con la inmovilidad?

La sangre es un tejido líquido muy espeso, ya que casi el 50 % de sus componentes son sólidos (glóbulos rojos, blancos y plaquetas) y se encuentran dispersos en la fase líquida (plasma). Este sistema de dos fases (sólidos dispersos en un líquido) se denomina coloide.

La sangre necesita estar en movimiento para poder fluir por las arterias como un líquido y oxigenar los tejidos con el oxígeno que transporta la hemoglobina y llevarse los desechos celulares desde los tejidos a través de las venas.

El enlentecimiento de la circulación de la sangre puede provocar trombosis.

En la dinámica de los fluidos, la sangre se comporta como un líquido “no newtoniano”, es decir, su viscosidad depende de la velocidad. Si la velocidad disminuye mucho, se puede formar un “coágulo interno” o trombo.

La sangre se pone en movimiento en el sistema circulatorio por la energía mecánica del corazón, que la impulsa con cada latido, dentro del sistema cerrado de cañerías que conforman las arterias, las venas y los capilares.

Si se toma una foto del sistema circulatorio en cualquier momento dado, encontraremos el 13% de la sangre en las arterias, el 64% en las venas, el 7% en los capilares, 7% en el corazón y 9% en los vasos pulmonares.

Es decir, casi el 70% de la “volemia” (cantidad total de sangre de un individuo) está siempre en las venas. Las venas llevan sangre carboxigenada (“sucia”) al corazón para que éste la envíe al pulmón a renovarse con el aire que respiramos.

La sangre venosa de los miembros inferiores es la que mayor dificultad tiene para llegar al corazón porque debe vencer la ley de la gravedad. Si permanecemos sentados durante mucho tiempo o tirados en el sillón, se dificulta aún más ese retorno venoso. Por lo tanto, la inmovilidad por sí sola o asociada con otros factores de riesgo (tabaquismo, obesidad, deshidratación, trombofilias y várices previas) puede desencadenar trombos en las piernas.

Pero la sola acción de caminar, produce la contracción de las pantorrillas, impulsando la sangre venosa hacia arriba y facilitando el retorno venoso.

*Cirujano cardiovascular, Hospital Británico