El Día el Periodista es celebrado alrededor del mundo el 8 de septiembre, en homenaje al periodista checo Julius Fučik, ejecutado por los nazis en ese día del año 1943. Sin embargo, en Argentina se festeja en una fecha diferente al resto del mundo y tiene un sentido patriótico: conmemora el primer periódico argentino, fundado por Mariano Moreno el 7 de junio de 1810.
"La Gazeta de Buenos Ayres" fue la primer publicación de prensa desde el nacimiento de nuestro país, apenas días después de la Revolución de Mayo, y fue un medio de difusión de las ideas de la Primera Junta de Gobierno. Además de su fundador, entre sus grandes escritores se encontraron Manuel Belgrano y José Castelli.
En su primera edición, Moreno describía el motivo que lo llevó a fundar este medio: "¿Por qué se han de ocultar a las Provincias sus medidas relativas a solidar su unión, bajo nuevo sistema? ¿Por qué se les ha de tener ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifiesten el sucesivo estado de la Península?... Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal".
A través de La Gazeta, las ideas patrióticas de Moreno fueron difundidas: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal."
Muchos años después, durante el Primer Congreso de Periodistas del 25 de mayo de 1938, el Día del Periodista quedó institucionalizado. En aquel encuentro también se forjaron las bases del Estatuto del Periodista, que fue sancionado recién en 1944.
Hace algunos años, el historiador Felipe Pigna relató detalles sobre la vida del patriota a Clarín: "Moreno se dio el gusto de publicar en sus páginas El Contrato Social, de su admirado Rousseau, para que lo conozca la mayor cantidad de ciudadanos posibles. Como no desconocía el alarmante porcentaje de analfabetismo, ordenó que se leyera desde los púlpitos de las iglesias, lo que puso un poco nerviosos a algunos sacerdotes contrarrevolucionarios."
En el prólogo a esta obra, el periodista y abogado escribió: "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía".
