La inflación arde y el Gobierno reparte culpas: qué hay detrás del 51,8%

El Presidente responsabiliza a los precios de los commodities y a los “formadores de precios”. Economistas señalan que es un problema más complejo que cruza emisión monetaria, desconfianza e inercia desde hace más de una década.

El presidente Alberto Fernández (Foto: Archivo)
El presidente Alberto Fernández (Foto: Archivo) Foto: telam

El Gobierno tuvo una semana de zozobra. Al escándalo por el “Olivos-gate” se le sumó el dato del 3% de inflación de julio, que fue más alto que el esperado. Y en un estado de nerviosismo, el presidente Alberto Fernández salió a repartir culpas.

El discurso oficial sobre la inflación venía con un foco: la suba de los commodities. Pero Fernández sumó como causa la “voracidad” de los empresarios que tienen capacidad de “formar precios”.

El visible enojo oficial dejó expuesto que el Gobierno no sabe o no quiere explicar por qué se recalentó la inflación; no dice puntualmente qué está haciendo para bajarla del 51,8% anual; y pone en la línea de fuego al empresariado del que dependen las inversiones, la producción y la comercialización.

¿Hay concentración? El Indec señala, por ejemplo, que ocho empresas agrupan el 83,8% de la facturación total de los supermercados ($93 mil millones al mes). Y otras 102 registran el 100% de la facturación de los electrodomésticos ($20 mil millones al mes). ¿Es la causa de fondo? No.

En el reciente rebrote inflacionario la economista Natalia Motyl, de la Fundación Liberta y Progreso, ve un factor clave: la emisión monetaria. El año pasado, el Banco Central asistió al Tesoro en unos 2 billones de pesos y en lo que va de 2021 ya le giró 670 mil millones.

Para Ricardo Delgado, presidente de Analytica Consultora, la emisión explica parte del problema. Y señala que la Argentina viene con una inercia inflacionaria que cuatro gobiernos no han podido morigerar: los dos de Cristina Kirchner, el de Mauricio Macri y el actual.

La suba actual

Motyl señaló que durante el año pasado a raíz de las restricciones sanitarias y el shock exógeno que generó la pandemia, el Gobierno tuvo que salir a amortiguar el impacto en la actividad. Y, ante la falta de financiamiento con deuda, se optó por la inyección monetaria.

“La inyección llegó a crecer el 94% interanual hasta mayo, cuando el blue tuvo una movida importante, el gobierno se asustó e intentó absorber parte de esos pesos. Lo hizo con deuda remunerada (Leliq y Pases Pasivos), que hoy supera los 3 billones de pesos”, indicó la economista.

Y recuerda que el mismo problema hubo con las Lebac, durante el macrismo. Las tasas de interés se acumulan y en algún momento hay que pagar, por lo que el Banco Central termina emitiendo más moneda para poder afrontarlo. Esto erosiona el valor del peso.

“La emisión monetaria tiene un rezago de seis a ocho meses. El año pasado mucha gente no salía de sus casas, por lo que una parte de los pesos que se iban inyectando no se movían. Ahora se gastan y eso genera aumento de precios”, apuntó Motyl

También, dijo, existe una crisis de confianza. “Desde 2018, los mercados no confían que se va a defender el valor del peso, porque el Banco Central depende del Gobierno y lo financia. Macri había bajado el ritmo de emisión hasta el 20% anual. Y sin embargo tuvo 53,8% de inflación”, señaló.

No es coyuntural

No hay decisión política para resolver el problema”, consideró Delgado. Y, tras explicar que el fenómeno es multicausal, expresó que tras las elecciones tendría que darse una mesa de discusión entre el Gobierno, la oposición, el empresariado, el sindicalismo y los movimientos sociales y hasta la Justicia que no quiere pagar el impuesto a las Ganancias.

Según el economista, el gobierno viene “haciendo los deberes” ahora en materia fiscal y monetaria. Pero hacia adelante hay una pregunta que no se responde: ¿Cómo se va a financiar el Estado? Y para eso, apuntó, se necesitan consensos básicos, las denominadas “políticas de Estado”.

“La discusión que hay que dar es muy grande. Desde cómo se financia el Estado hasta cómo se distribuyen los fondos entre Nación y las provincias”, dijo y, al igual que Motyl, consideró que hay una crisis de confianza de larga trayectoria.

Por otro lado, explicó Delgado, una inflación de más de una década genera conductas, dado que el sector privado se termina a adaptando al fenómeno. “Esto genera inercia inflacionaria y pone un piso del cual es muy difícil bajar”, comentó.

Esto tiene un alto costo para la población. Hoy, según el jefe de Analytica, el salario privado formal promedio está 25 puntos abajo del nivel que tenía en 2015 y medido en dólares, es un 45% más bajo.

Y señaló que si bien hay emisión monetaria, Macri terminó su mandato con 53,8% de inflación con un nivel bajo de impresión. “Hay que emparejar la emisión con la demanda de dinero. Pero es más complejo: se requiere tiempo, dólares genuinos y apoyo externo”, expresó.

Lo que viene

El Banco Central confía en que se profundizará la tendencia a la baja mensual de la inflación que comenzó en abril. Y ejemplifica que consecuencia de ello es que los depósitos a plazo fijo en UVA moderaron su ritmo de expansión, lo que responde a que se redujo el diferencial de tasas de interés.

El tipo de cambio nominal aumentó 1% en julio, 0,2 punto menos que en junio. “Este menor ritmo de depreciación busca contribuir al proceso de desinflación”, dijo la autoridad monetaria en su último informe monetario.

Pero hay una disociación entre lo que cree el Gobierno y lo que prevén 27 consultoras económicas y doce bancos encuestados por el propio Central, que estimaron que la inflación minorista cerrará 2021 en 48,2%; será del 42% en 2022 y del 36% en 2023.

Si bien desde abril el dato mensual está bajando, el número anual sube porque van saliendo de la cuenta meses de 2020 con guarismos mucho más bajos de los que van entrando en estos meses. Por eso, mes a mes se reduce muy lentamente y sin embargo el acumulado va para arriba.

Motyl lo ve distinto: “Habrá una aceleración porque no hay por parte del gobierno una demostración de que la situación se va a revertir. Las medidas que se toman son sólo para llegar a las elecciones y ganarlas. Prevemos 55% de inflación en 2022”.

Para Delgado, parece no haber todavía suficientes incentivos para que la política (gobierno, oposición y toda relación entre lo público y lo privado) vea que “el abismo existe” y que el problema puede extenderse por mucho tiempo, aunque no haya ahora riesgos de una próxima hiperinflación.

Por la Corresponsalía de Buenos Aires