Desde el Centro Documental de la Memoria de Rafaela que funciona en el Archivo Histórico y depende de la Secretaría de Educación de Rafaela, se viene llevando adelante desde hace tiempo un minucioso trabajo de recopilación de información, registros de testimonios orales y bibliografía que documentan lo ocurrido con Reinaldo Hattemer así como con el resto de las víctimas del Terrorismo de Estado en Rafaela y la región.
A las once y media de la mañana del martes 25 de enero de 1977, al finalizar la boda entre Oscar Hattemer y Patricia Boggio en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, dos personas armadas y vestidas de civil secuestraron a Reinaldo Hattemer en plena vereda, y lo subieron a un Ford Falcon. Desde ese día nunca más se lo volvió a ver.
Es por esto que, a 45 años del suceso más emblemático de secuestro y desaparición forzada en nuestra ciudad, se comparte una parte de la tarea en la búsqueda por documentar el pedido de memoria, verdad y justicia.
El barrio y los primeros amigos
El “Alemán”, como lo llamaban sus amigos, nació en Rafaela el 18 de mayo de 1953. Junto a sus padres, Carlos Hattemer y Elda Boidi, y su hermano Oscar vivieron en calle Balcarce, a pocos metros del frigorífico. Pasados unos años, cuando don Carlos terminó de construir la nueva casa, se mudaron a calle Suipacha, frente a la escuela Mitre, que por aquel entonces aún no estaba en el lugar actual.
A los siete años comenzó sus estudios primarios en la escuela Rivadavia, y una vez finalizados cursó un par de años el Comercial hasta que empezó a trabajar. Un breve tiempo estuvo en la fábrica de pianos Brandt de Marino y Virgilio Marcucci, en avenida Luis Fanti y luego unos seis años en la sección de chapa y pintura del taller de Berta, de calle 25 de Mayo.
Federación Juvenil Comunista
“Las actividades eran hacer algunas pintadas y vender las revistas La Estrella Roja y Nuestra Palabra que mandaban de Buenos Aires. Éramos todos muy jóvenes, atravesando las primeras experiencias que con el paso del tiempo nos permitieron ir cambiando de perspectivas y tomar otros rumbos políticos que uno creía más conveniente”. (Testimonio de Domingo Salari).
“En cuanto al ‘Alemán’, comenzó a adherir a las luchas de la izquierda peronista, ya hacía unos años que su experiencia era diferente a la de la mayoría de nosotros. Su trabajo le permitía tener un contacto directo con la problemática de los obreros y un gran entendimiento en lo que respecta al ámbito sindical, tanto que llegó a ser delegado de SMATA”. (Testimonio de Juan Gentilini).
“Corrían tiempos de gran efervescencia política y social que nos contagiaba de un espíritu solidario y comprometido con el más necesitado. El ‘Alemán’ tenía además un fuerte vínculo con los obreros a través de su desempeño como delegado sindical. Esa era una diferencia importante con el resto de sus amigos, que éramos estudiantes o empleados de comercio”. (Testimonios de Graciela Rabellino y Ricardo Díaz).
La Guerrilla Industrial
Las organizaciones sindicales, reconocidas por su capacidad de lucha en el sostén de los derechos de los trabajadores, eran la piedra en el zapato empresarial y la bota militar. La preocupación por la “guerrilla industrial” era tan extendida que el asunto fue objeto de estudio y seguimiento por parte de la embajada de los Estados Unidos, a pedido del Departamento de Defensa. En un documento del 2 de diciembre de 1975 se señala al respecto: “El terrorismo es un hecho y una forma de vida en Argentina. Las actividades guerrilleras en zonas rurales de Tucumán y urbanas de Córdoba y Buenos Aires han sido objeto de comentarios en todo el mundo y de interminables análisis. Sin embargo, otra forma de guerra de guerrillas, probablemente incluso más insidiosa, y a la cual se le ha prestado -hasta el momento- muy poca atención, está en plena operación en Argentina. Es la guerra que la guerrilla industrial está llevando a cabo, que opera en la planta de producción, en el sindicato. Ésta tiene como objetivo radicalizar a los trabajadores, alienarlos de sus dirigentes legítimos y de su gobierno, y ganarse su apoyo y solidaridad para así poder convertirlos en sus serviciales cómplices o dóciles seguidores”. (“Cuentas Pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura”. (Horacio Verbitsky y Juan Bohoslavsky).
“Hubo suspensión del derecho a huelga y de actividad gremial; se reimplantó la Ley de Residencia de 1902 para expulsar a extranjeros; desapareció la obligación de preaviso de despido; se autorizó a los empleadores a interrogar sobre las ideas políticas de los aspirantes; se desfinanciaron los sindicatos transfiriendo las obras sociales al estado terrorista y se enviaron pelotones militares a los lugares donde había conflictos, para reprimir a la ‘guerrilla industrial´” .
“El centro de accionar terrorista estuvo en el nivel del simple trabajador en conflicto y de los activistas gremiales que componen el 90% de los desaparecidos obreros. En las cifras de los presos este fenómeno se repite. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) en su informe de 1984 detalla el siguiente porcentaje de desaparecidos por ocupación: obreros 30,2, estudiantes 21, empleados 17,9, profesionales 10,7, docentes 5,7, entre otros. Como se ve la clase trabajadora fue el principal blanco de la dictadura. El 16 de marzo de 1998, la CTA se presentó ante el juez español Baltazar Garzón y denunció formalmente que de los 30 mil desaparecidos, el 68 por ciento eran trabajadores. Videla lo dijo clarito ese mismo año: ‘Nuestro objetivo era ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo’. No lo disciplinaron: mataron a sus principales cuadros” (“El Nieto”. María Seoane y Roberto Caballero).
El obrero organizado
“Reinaldo era una persona excepcional, de las mejores que he conocido, intelectualmente lo podría definir como un marxista con una práctica sindical militante que le permitía entender al peronismo. Identificó claramente que el sujeto que llevaría adelante las transformaciones sociales y políticas era el obrero, mayoritariamente peronista. Los militares detectaron correctamente quiénes eran los que le oponían resistencia al modelo económico que pretendían implementar. Por eso nos secuestraron, nos torturaron, nos desaparecieron y nos asesinaron. A Reinaldo lo desaparecen por ser montonero, no por otra cosa, aún con nuestros aciertos y errores me niego a quitarle identidad política a nuestra historia”. (Testimonio de Carlos Borgna).
La madre de Reinaldo logró ser atendida sólo una vez por Ítalo Falchini, jefe de Policía de Rafaela, quien le dijo que “se quedara tranquila, que su hijo había sido detenido por fuerzas de seguridad y que estaba en Santa Fe”.
En febrero de 1977, Silvia y Oscar se entrevistaron con Juan Orlando Rolón, por entonces jefe del Área 212 del Ejército. El coronel les dijo que no sabía nada de Hattemer, que posiblemente lo habían secuestrado sus propios compañeros o que tal vez se habría ido al extranjero.