A Estados Unidos, en el lomo de la bestia

Movidos por el afán de cumplir el sueño americano, miles de migrantes centroamericanos abordan cada año un tren de carga que atraviesa México y llega hasta la frontera con Estados Unidos. A bordo de La Bestia, se juegan la vida en un viaje largo, tortuoso y lleno de peligros.   

LA BESTIA TREN QUE RECORRE MEXICO A EEUU CON INMIGRANTES \nFOTOS DE AFP Y GETTY IMAGES  VIA DOCUMENTOS
LA BESTIA TREN QUE RECORRE MEXICO A EEUU CON INMIGRANTES \nFOTOS DE AFP Y GETTY IMAGES VIA DOCUMENTOS


Como hormigas sobre un terrón de azúcar, cientos de personas se amontonan en los techos de un tren que avanza lentamente en la oscuridad. Viajan aferradas al lomo de La Bestia, una red de ferrocarriles de carga que recorre de punta a punta el extenso territorio mexicano. "No te duermas" es el consejo que se repiten los unos a otros entre susurros. Porque La Bestia muerde. Pestañear un segundo puede significar caer de aquel monstruo de acero y ser mutilado por sus ruedas.

Aunque ilegal, viajar en estos trenes es el medio de transporte más usado por los migrantes centroamericanos que buscan llegar a la frontera de México con Estados Unidos, con la esperanza de cruzarla.

Se estima que son entre 400 y 500 mil los indocumentados que abordan el tren cada año. Sin embargo, según datos del Instituto Nacional de Migración mexicano (INM) cada año son repatriados aproximadamente 250 mil centroamericanos.

Subir a bordo de La Bestia suele envolver un peligro de muerte para los migrantes.   (Ruido Photo)
Subir a bordo de La Bestia suele envolver un peligro de muerte para los migrantes. (Ruido Photo)

“Tren de la Muerte”, “El Devoramigrantes” y “Tren de los Desconocidos” son otros de los estremecedores nombres con que los propios migrantes han bautizado a la pesada locomotora, que en cada viaje tira de 30 a 50 vagones cargados de maíz, cemento, minerales y otras mercancías.

Con Donald Trump instalado en el Despacho Oval, el fantasma del muro entre Estados Unidos y México se torna cada día más corpóreo. Apurando el paso, los migrantes abandonan sus hogares y emprenden una travesía plagada de peligros a bordo del tren salvaje que promete trasladarlos a la tierra de las oportunidades. Eso, si sobreviven al viaje.

"Subí por primera vez al tren en 1997. Nadie me había advertido lo peligroso que era el camino" —relata Silvio José Blanco, un migrante nicaragüense entrevistado en el documental La Bestia (2010), de Pedro Ultreras—. "Una vez vi cómo un niño de cinco años caía debajo del tren y quedaba desecho. Otro día vi cómo nueve hombres violaban a una muchacha en el techo del tren… En Nicaragua le llamamos 'El tren de la muerte', porque muchos paisanos han quedado debajo de él sin haber llegado nunca a realizar el sueño americano".

“Las Patronas” son un grupo de voluntarias que reparten bolsas de alimentos y botellas de agua a los migrantes.  (Ruido Photo)
“Las Patronas” son un grupo de voluntarias que reparten bolsas de alimentos y botellas de agua a los migrantes. (Ruido Photo)

Por la ruta de la muerte

Cuatro mil kilómetros son los que separan a los migrantes de sus sueños de progreso. El tortuoso viaje, que puede durar un mes entero, empieza en Arriaga, Chiapas, en la frontera sur del país azteca con Guatemala. El destino final es Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, justo donde el exmagnate de la construcción quiere levantar el muro.

La Bestia es el único medio de transporte gratuito para todos los centroamericanos que abandonan sus países de origen huyendo de la miseria, de desastres naturales o de conflictos civiles, políticos y militares. Viajar en estos trenes les permite evitar casi cincuenta centros de detención mexicanos y numerosos puestos de control migratorio. Sin embargo, los riesgos son altos.

La aventura supone trepar al tren en movimiento procurando no ser succionado hacia las vías por la inercia de sus ruedas. De lograrlo, hay que instalarse en cualquiera de sus recovecos, sujetarse bien y aguantar allí las horas, días y hasta semanas que transcurren antes de llegar a la siguiente parada. Entonces, los migrantes deben bajarse y esperar el siguiente tren de la red ferroviaria. Hay quienes llegan a abordar hasta quince trenes antes de llegar a destino.

El recorrido tiene dos rutas posibles: una que sube cerca del Pacífico y otra que pasa más cerca del Atlántico. Ambas se juntan en Veracruz. Desde allí, el tren sale en diversas direcciones rumbo a la frontera norte. Cualquiera de las rutas pasa por las provincias más "calientes" de México, en las que hierve el narcotráfico. Los inmigrantes, vulnerables por su estatus de indocumentados, se convierten en blancos fáciles del crimen organizado. Las estadísticas indican que el 80 % de los pasajeros sufre robos, extorsiones, violaciones o amenazas en el camino.

A mitad de la angustiosa ruta de la muerte, en la localidad de Guadalupe, aparecen “las patronas”, y los migrantes encuentran por fin un pequeño consuelo. Se trata de un grupo de mujeres voluntarias que desde hace 22 años se dedican a arrojar botellas de agua y bolsas de comida a los pasajeros de La Bestia, que ellos atrapan al vuelo desde el tren en marcha. Consideradas los ángeles de la guarda de los migrantes, las bellas de La Bestia, su labor en defensa de los derechos humanos las ha hecho merecedoras de diversos premios y reconocimientos.

La ley de la selva

La Bestia es un animal caprichoso. Sus trenes no tienen horarios fijos ni fechas de partida establecidas. Varados en pueblos perdidos del interior de México, los migrantes esperan el tren durante varios días, acampando a orillas de las vías. El silbido que anuncia su llegada es música para sus oídos; los cientos de migrantes se abalanzan sobre el tren en movimiento. Sin embargo, como un potro salvaje, La Bestia no siempre se deja montar.

A bordo de La Bestia o no, miles de migrantes centroamericanos siguen persiguiendo el sueño de llegar a Estados Unidos.  (Ruido Photo)
A bordo de La Bestia o no, miles de migrantes centroamericanos siguen persiguiendo el sueño de llegar a Estados Unidos. (Ruido Photo)

"Eran las dos de la mañana y ya casi había trepado al tren, cuando de pronto siento que alguien se agarra de mis pies para ayudarse a subir, y me hace caer a tierra. El muchacho cayó conmigo, pero a él el tren lo mató al instante, lo partió en dos", cuenta Eva García Suazo, entrevistada para el documental La Bestia. Esa madrugada de 2003, las ruedas de la formación le amputaron ambas piernas. Impasible, el tren siguió su camino y la mujer pasó más de seis horas sola al lado de las vías hasta que por fin un campesino oyó sus gritos y fue a buscar auxilio. Tardó otras dos horas en volver.

Además de soportar el agobio del sueño, los sacudones del tren, el hambre, el hacinamiento y la hostilidad del clima, los pasajeros deben viajar en estado de alerta constante. A bordo de La Bestia gobierna “la ley del más fuerte” con todo su rigor. Sin vigilancia ni autoridades a las cuales recurrir, caerse del tren no es el mayor peligro al que se enfrentan. La amenaza de las pandillas que asaltan, violan, extorsionan y secuestran a muchos migrantes está latente a lo largo de toda la travesía. Incluso los compañeros de viaje son un peligro potencial: entre ellos se infiltran informantes que identifican a quienes llevan dinero para entregarlos a las bandas de delincuentes. Además, desde hace algún tiempo, cárteles del narcotráfico, como Los Zetas o las maras, cobran una suerte de peaje a los migrantes. Quien no pueda pagarlo es arrojado salvajemente a las vías. Se sospecha que están coludidos con los maquinistas, que se encargan de aminorar la velocidad del tren en determinados tramos para facilitarles la tarea.

Sin nada más que perder

El documental de Ultreras sigue los pasos de Noé y Clara Tucpensamiento, una pareja de hermanos guatemaltecos que vivieron una verdadera odisea para llegar a la ciudad fronteriza de Nogales, Sonora. Durante las semanas a bordo de La Bestia, fueron asaltados en repetidas ocasiones. “En el norte, nos quitaron hasta la ropa”, relata Noé. “Si uno no cede a lo que piden, pueden tirarte del tren o violarte. En ese momento hay que tomar una decisión: o te tiran los ladrones por no tener dinero o te tiras tú, y a ver si sobrevives”. “De las cuatro mujeres con las que viajaba en el tren, a tres nos violaron”, agrega su hermana.

Al menos un tercio de los que viajan en La Bestia son inmigrantes cíclicos, es decir, hombres y mujeres que vuelven a arriesgar sus vidas para regresar a Estados Unidos después de haber sido deportados, o tras algún intento fallido.

El número de personas que quiere llegar a Estados Unidos a bordo de La Bestia suele ser cada vez mayor. (Ruido Photo)
El número de personas que quiere llegar a Estados Unidos a bordo de La Bestia suele ser cada vez mayor. (Ruido Photo)

En julio de 2014, el gobierno mexicano lanzó el Programa Frontera Sur con el objetivo de “proteger a los migrantes” ejerciendo mayores controles en la migración en el sur del país. No obstante, los testimonios de estos, que denuncian una “cacería de migrantes”, contrastan con la versión de las autoridades. Ante el reforzamiento de los controles migratorios y las redadas que buscan evitar que los indocumentados aborden La Bestia, como parte de las acciones del programa, los ilegales han tenido que buscar rutas alternativas, más alejadas de las poblaciones, así como nuevos medios de transporte que los trasladan en condiciones aún más precarias. Los pocos que logran llegar a la frontera se sienten a pocos pasos del paraíso, de la tierra prometida. Por unos instantes, se esfuman los recuerdos del atroz viaje. “Venimos cansados, venimos golpeados, pero con las mismas ganas de llegar a Estados Unidos”, afirma uno de los sufridos hermanos Tucpensamiento.

Sin embargo, puede que tras la frontera no los aguarde otra cosa que un nuevo y distinto infierno. •

Las fotos que ilustran este reportaje fueron realizadas por el colectivo audiovisual español Ruido Photo. Para ver su trabajo completo entrá www.ruidophoto.com/es/.