Enrique Shaw, el empresario argentino que evitó despidos y está en proceso de canonización

A 100 años de su nacimiento, se lo recuerda por haber creado un plan inspirado en la fe que salvó el trabajo de más de 1.200 obreros.

Enrique Shaw, el empresario en proceso de convertirse en santo
Enrique Shaw, el empresario en proceso de convertirse en santo Foto: Enriqueshaw

Enrique Shaw se enfrentó muchas crisis económicas en el país y tomó una decisión audaz pero de neto corte social hace más de sesenta años, cuando estaba al frente de Cristalerías Rigolleau y se propuso preservar las fuentes de trabajo ya que decía que los desempleos constituyen un “mal moral” y que tratar de evitarlos, además de un imperativo ético, es una exigencia de todo buen cristiano.

Enrique Shaw con empresarios
Enrique Shaw con empresarios

En 1959, se produjo una fuerte caída en las ventas de la empresa y sus accionistas decidieron el despido de 1.200 trabajadores. Pero Shaw consideró que había posibilidades de evitar esta medida tan extrema e intentó preservar las fuentes de trabajo y conservar a un personal muy capacitado.

Entonces presentó ante el directorio un plan de contingencia que fue aprobado, aunque con algunas condiciones: primero fijó un monto que la empresa estaba dispuesta a perder en el intento y unos meses de plazo para lograrlo. Enrique que contaba solo con 38 años, redactó una carta para todo el personal para explicar la gravedad de la situación y su deseo de llevarla de la mejor manera.

Enrique Shaw, el empresario
Enrique Shaw, el empresario

Encabezó el escrito diciendo que el despido “es un mal moral y no solo un mero hecho económico, como sostienen ciertas teorías que no dudarían en sugerir que en determinados casos puede ser una solución útil e incluso conveniente para facilitar la recuperación económica”. “Nunca aceptaremos este materialismo que sacrifica a la persona humana por dinero y ganancias”, enfatiza. Luego, expone con minuciosidad sus consecuencias entre los trabajadores y sus familias y, en ese sentido, destaca que éstas “deben ser consideradas cuidadosamente antes de que se realicen despidos y suspensiones”.

Enrique afirma que el desempleo es “en primer lugar un mal moral porque afecta con todos sus sufrimientos a los seres humanos físicamente y en su corazón. La pérdida de empleo y la pérdida total de ingresos provocan en las familias afectaciones de tristeza y restricción, incluso en las necesidades esenciales de la vida”. Señala que, además, “da lugar a la incertidumbre, el miedo al futuro y, con frecuencia, la miseria”. Por tanto, considera que “ningún cristiano, ninguna buena persona puede permanecer indiferente ante la posibilidad de tal sufrimiento”.

Enrique Shaw, el empresario en proceso de convertirse en santo
Enrique Shaw, el empresario en proceso de convertirse en santo

También dice que el desempleo es “en primer lugar un mal moral porque amenaza la dignidad del hombre. Esta dignidad –indica- es compartida por empleados y empleadores, por lo que todos se esforzarán mutuamente para evitar, en la medida de lo posible, cualquier circunstancia que haga inevitable el desempleo. Por tanto, tanto los empleados como los empresarios deben mantener la calma y control en las discusiones y controversias, evitando la violencia y la mala voluntad que siempre son malos consejeros y por lo tanto dan malos resultados”.

Y cierra su mensaje: “Finalmente, el desempleo es un mal moral porque viola los planes de Dios, pues Él quiere que el hombre trabaje y obtenga de su trabajo los medios para que él y su familia puedan vivir una vida humana útil para la comunidad. En una sociedad justa y bien organizada -destaca-,no habrá lugar para el desempleo”. Tras lo cual deja en claro ante la crisis de la empresa que los despidos se producirán “cuando no hay otra posibilidad de evitarlos” y “si el bien común lo requiere”. Y que se harán con “justicia, equidad y caridad” después aplicarse todas las medidas legales.

Explica que “los supervisores y capataces harán un esfuerzo especial para asignar tareas al personal excedente de una manera realmente útil”. Y advierte que “la única defensa real de los intereses de todos es producir a costos que nos permitan competir y vender nuestros productos, manteniendo así la fuente de trabajo”. Aclara que esto “se aplica a las personas que realmente desean trabajar. No hacer nada para evitar que haya personas que roban o ponen obstáculos a todo es disminuir la posibilidad de retener a personas que realmente necesitan trabajar y perseguir el progreso”.

Shaw concluye que la actitud de la empresa “será clara y al mismo tiempo tranquila y no demagógica. No hagamos promesas, ni amenazas –recomienda-, sino un esfuerzo consciente y permanente” para conservar a la mayor cantidad de trabajadores. Finalmente, con el paso del tiempo, la crisis quedó superada e incluso las pérdidas económicas autorizadas por el directorio fueron menores. Entonces, Enrique logró que la diferencia fuese distribuida entre los trabajadores como un premio.

Su vida

Enrique Shaw fue hijo de Sara Tornquist y Alejandro Shaw. Nació el 26 de febrero de 1921 y perdió a su madre a la edad de 4 años. En ese momento, su padre cumple su deseo póstumo de confiar la educación de Enrique a un sacerdote sacramentino.

Estudió en el colegio “La Salle” y fue un excelente alumno. Luego ingresó a la Escuela Naval Militar y en los mares del sur, desarrolló una comprometida labor apostólica.

Enrique Shaw, su carrera militar
Enrique Shaw, su carrera militar

Junto a su esposa, Cecilia Bunge tuvo nueve hijos. En 1945 siente finalmente que Dios lo llama a cumplir una misión especial: la de ser un empresario con vocación apostólica y social, que transmitió el Evangelio a los obreros. Así llegó a ser Director Delegado en las Cristalerías Rigolleau.

Enrique Shaw en familia
Enrique Shaw en familia

Entre las múltiples entidades en que actúa, participa en la Acción Católica y el Movimiento Familiar Cristiano. Junto con otros empresarios participa en la organización de ayuda a la Europa de post-guerra que en 1946 promueve el Episcopado argentino, respondiendo al llamado de Pío XII, e intenta crear una entidad para que los empresarios “sean más cristianos”.

Con el estímulo del Canónico Cardijn funda en 1952 la actual Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y en intensa acción evangelizadora dirigida al país y América Latina promueve el ingreso a UNIAPAC (Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa).

Enrique Shaw, fue uno de los impulsores de la creación de ACDE, Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, siendo su primer presidente. Integró el Primer Consejo de Administración de la UCA (Universidad Católica Argentina), trabajó para conformar el Movimiento Familiar Cristiano y promovió la sanción de la Ley de Asignaciones Familiares.

En 1957 se le detecta un cáncer incurable. Su salud empeora en 1962 pero no declina hasta el final de su labor de dirigente.

Con apenas 41 años de edad su vida se apagó. Hoy en día sus reflexiones están más vivas que nunca: “nada anda bien en una sociedad donde muchos están mal”, sostenía.

El 9 de julio, en una reunión con el personal, agradece cálida y humildemente a quienes donaron sangre para las intervenciones que prolongaron su vida. Hace un breve viaje a Lourdes y allí ofrece sus oraciones por familiares y amigos. Fallece el 27 de agosto de 1962.

Enrique Shaw, pedido por su canonización
Enrique Shaw, pedido por su canonización

Se le atribuye el milagro de haber sanado íntegramente a un niño que había sido golpeado por un caballo y se le había diagnosticado pocos días de vida. Sus padres, empleados de Enrique, le pidieron por su salud y al poco tiempo el niño fue curado, con la novedad que no le habían quedado secuelas.