A la familia Ballhorst no le importó que la perrita adoptada sólo pudiera caminar con las patas delanteras y tuviera el virus del moquillo nervioso. La sumó como un integrante más de su familia y la bautizaron Chicha. Por eso fue muy duro el golpe cuando desapareció, pero nunca se dieron por vencidos.
Como todos los días, aquella tarde la familia de la ciudad de Santa Fe había dejado que la barbincho saliera afuera a tomar aire. Pero después de un rato, no regresó ante los llamados de los chicos y de la madre Carmen. La buscaron durante horas por todos lados, pero ya no estaba.
Preguntaron a vecinos, parientes, amigos. Pegaron carteles con su foto en los postes de luz. Pidieron ayuda a través de redes sociales. Nadie sabía nada. Hasta que un día, cuatro años después de su desaparición, encontraron información de Chicha en las redes sociales.
La familia Avarece Benítez se enteró que Carmen y sus chicos buscaban a la perrita que ellos tenían, y una vez que constataron que se trataba del mismo can, coordinaron la entrega. La vivienda quedaba a tan sólo seis cuadras del lugar donde desapareció Chicha.
El encuentro no dejó lugar a dudas: ni bien los vio, la perrita se puso a llorar y su colita enrulada se movió sin parar durante largo rato, según consignó el sitio Uno de Santa Fe.
Después de pasar por el veterinario que le sacó garrapatas y le curó el oído, la perrita fue sometida a un tratamiento para mejorarle la alimentación. Cuatro años después, la mascota volvió a su verdadero hogar.
Imagen: Uno Santa Fe