Opinión: ¡Pin! Aparece

La columna de Alfredo Casero.

Alfredo Casero
Alfredo Casero

De pronto aparece, como un sifonazo fresco, en el momento justo. A esta altura de la guerra “espada” significa mantenerse en pie, y la no espada es una doblegación que puede mandarte a una sopa, a un postre, a un pescado.

Cuanto mejor un pez.

Se pone todo feo y ella aparece, sin policarbonatos entremedio de las acciones; algunas veces en estos mundos, océano/mar significa maíz, y debemos navegar en barcos que están hechos de otro material.

Y de pronto la fiebre, y de pronto la sabia homeopatía de Hahnemann, y el rayo misterioso de una sonrisa que me vuelve (de tanto hablar de la muerte, nos olvidamos de la muerte). Pero ella me abre la mano, me saca el miedo y me la vuelve a llenar de orgullo, amor propio, y deseo.

“A vos lo que te hace falta es un poco de amor”, y explota en mil pedazos la Santa Bárbara de mi buque (puro amor, en una caja de fósforos).

Y esta manera, novedosa siempre, de desamor técnico, que hace que temamos al amor por siempre, sabiendo que nada es para siempre.

Ella igual aparece. En la dura superficie del horror, aparece, matando todo con sonrisas.

Por otro lado el domingo es día a go go. Toda esta basura que ha descompuesto tantas almas, sigue jugando un scrabble sin reglas (algo cambiará, esperemos que sea ahora). Bailan los payasos desmejorados, a los que les conocemos las cabriolas de ayer y las que prometen.

Mi corazón se agita ante cada mentira nueva. Y ella aparece ¡Plin!

¿No ves acaso el triste juego de payasos que se desdibuja?

Y ¡paf!, todo cambia.

Empiezo a ver piolines tan burdos y berretas que me enferma. Y más piolines, y más mentiras, y el grito ahogado de no poder vomitarle en la cara al que te miente la verdad que nos parece, y te llena de frustración debajo del pecho. Te hace apretar los dientes hasta ablandarlos. Te hace pensar en cuchillos y en fuego.

¡Plin! Ella aparece y ensalza sin querer quizás, el grito ¡Basta! batmaniano.

Todo en el cuerpo se resiente, y aparece el dolor con su saeta.

Calma, apenas me da un poco de calma. Salgo para adelante disparado lentamente. Sería bueno que algún día deje de pegarme a las utopías de lograr que no nos mientan.

Pero en fin, aceptamos estos juegos porque ha de ser nuestro karma como pueblo.

¡Pin!, ella aparece. Y con su amor, pintado de celeste turquesa, me hace olvidar los monstruos que me mordieron ayer.