El particular estilo de vida del hijo de Julián Weich: es hippie y trabaja como malabarista en la calle

Tiene 23 años y hace cuatro que decidió cambiar su modo de vivir. La reacción de su padre. 

Hijo Julian Weich
Hijo Julian Weich

Jerónimo, uno de los tres hijos varones de Julián Weich decidió seguir un estilo de vida muy distinto al de su padre: es hippie desde los 19 años.

Hoy el joven tiene 23 y ya recorrió muchos países de Sudamérica con su mochila - y nada más. Los padres le cortaron la tarjeta al poco tiempo de su partida, y se mantiene con lo que gana en sus malabares callejeros.

La revista Paparazzi publicó unas fotos de Jerónimo en plena actividad en la calle Olazábal del barrio de Belgrano, entreteniendo a los conductores con su arte durante el semáforo en rojo.

Fue el propio conductor quien contó en una entrevista radial la particular decisión de vida de su hijo: "A los 19 años Jerónimo decidió irse de mochilero con rumbo desconocido. Dejó el trabajo, sus estudios de cine, el gimnasio, el rugby. Al padre, a la madre, la familia... Dejó todo. No me dio mucho tiempo de regañarlo porque casi que se fue al día siguiente de que nos contó. Lo apoyé, siempre le dije 'sí, dale'. Después me di cuenta de que tendría que haberle hecho algunas preguntas antes. A los tres días de mochilero estaba en Bolivia, y todo a dedo o en micro. Al principio él tenía algo de plata propia, hasta que en un momento le dije basta a la tarjeta porque no daba para más".

Luego, reveló que para su cumpleaños número 50 viajó a Panamá para encontrarse con su hijo y experimentar su estilo de vida."Cuando el año pasado cumplí los 50, la idea era ir a visitarlo. Le dije que iba a visitarlo con mochila para vivir su vida. Me fui a vivir una semana a Panamá, a hacer malabares y vivir con él. Fue una experiencia increíble. Dormimos en la calle, en la playa, y mientras él hacía malabares y yo pasaba la gorra", recordó.

"En Panamá, que el clima es cálido, es fácil dormir en la calle. No como un homeless, pero nos colamos en un parque nacional y armamos la carpita ahí, otro día fuimos a una playa. Así tres o cuatro días. Después, dormimos en un hostel, porque nos teníamos que volver. Fue una experiencia alucinante. Me hubiera quedado a vivir, porque uno se da cuenta no se necesita nada para vivir, que es más fácil vivir de lo que uno vive porque no teníamos celular ni las comodidades y éramos felices", concluyó.