Patricia Perfumo (55) se lanzó en una cruzada en solitario en la búsqueda de herramientas para crear un hábito de lectura en los niños y con ello comprender lo que se lee, pero al final del camino encontró mucho más de lo que esperaba.
La docente de General Alvear cumplió ambos objetivos, pero a poco de concluir el ciclo lectivo también puede apreciar y hasta palpar como mejoró la ortografía, aumentó el vocabulario de los alumnos, amplió los horizontes de la imaginación creadora y además convirtió a dos estudiantes en los más lectores de todo Mendoza.
“No se trata de hacerlos leer simplemente, sino que los niños lo incorporen como algo habitual, pero además que lo hagan libremente y porque les gusta. Cuando algo de eso se logra no es difícil darse cuenta de que niño lee y cuál no, se refleja en muchos aspectos del aprendizaje”, resumió Patricia Perfumo.
Leer para desarrollarse
Cuatro años atrás, Perfumo descubrió el desafío que proponía la Fundación Leer, que los niños lean como mínimo 20 libros de literatura en un año.
A través de una plataforma virtual, el programa combina lectura con juegos. Por un lado, ofrece textos de distintas índoles y acto seguido, para reforzar e incentivar la lectura, después de finalizar cada libro, plantea juegos con preguntas y respuestas en los que el ganador recibe una medalla y a subiendo de nivel. Algo similar a un juego de video.
El lector puede elegir dentro de un vasto universo literario, nuevo o tradicional, que se va renovando cada 15 días.
Después de lograr que los niños se sumen al desafío, la docente lo refuerza en el aula porque utiliza esa lectura para realizar tarea en la clase y así la rueda gira sin detenerse un instante.
“Por lo general, la tecnología hace que el niño tenga todo resuelto, puede jugar y hasta responder alguna consigna, pero solo aplicando una marca en la respuesta correcta. Esto muchas veces los limita porque no tienen que pensar mucho, no amplían la imaginación e incluso hasta no comprenden lo que leen porque acertaron en algo y siguen”, afirmó la maestra.
Si bien “acá también utilizamos la tecnología y está esa pata del juego o el desafío, las formas son otras. Los chicos eligen que leer y después lo trabajamos en el aula”, apuntó.
Que distingan un adjetivo de un sustantivo
Al cabo de cuatro años de llevar adelante esta cruzada solitaria, Patricia Perfumo está convencida que no se equivocó y con total seguridad puede decir que cuando la lectura se transforma en un hábito “no es difícil darse cuenta quien lee y quien no lo hace. Simplemente, se puede apreciar en la construcción de una oración”.
“La lectura les amplía el vocabulario, les mejora la ortografía, desarrolla la creatividad y además los ayuda a pensar, por ejemplo, a saber distinguir un adjetivo de un verbo o un sustantivo, algo que puede parecer una obviedad, pero que les cuesta muchísimo a los niños”, explicó Patricia Perfumo.
Otro aspecto que armó dentro del plan de estudio para este año en base a la lectura está el de llevar adelante un encuentro entre todos sus alumnos, son 44 en total divididos en dos grados. La idea base es apuntalar la oralidad partiendo de que cada estudiante entendió lo que leyó.
“Vamos a hacer un encuentro entre los dos grados para que los niños comenten cuál fue el libro que leyeron este año y les gustó más. La idea es que lo relean y luego al contarlo ante los demás niños vamos a trabajar la oralidad partiendo de algo fundamental que necesitan para hacerlo, la comprensión lectora”.
Sin la familia nada se puede conseguir
Perfumo reconoce que no hay una receta grandilocuente detrás del logro, simplemente encontró una herramienta apropiada para apuntalar los conocimientos que se vierten en el aula y la puso en práctica.
Dentro de ese esquema también admite que jamás podría haber arribado a buen puerto sin el apoyo por parte de los padres. Es un punto de convergencia trascendental dentro del esquema. Es en la casa donde todo puede quedar en la nada o iniciar un recorrido que no tenga fin.
“Sin en la casa no hay predisposición, es muy complicado” afirmó la docente y luego entregó un ejemplo tan sencillo como descriptivo: “Para que los niños lean y hagan el desafío (de la Fundación Leer) necesitan un teléfono, tablet o computadora y si los padres no los dejan, ahí se acaba todo”.
En todo este tiempo Patricia también se tomó el trabajo de hacer un seguimiento con los papás. Les envía reportes habitualmente de cómo están sus hijos o cuanto leyeron, con felicitaciones de por medio, y así no solo los mantiene informados, sino que además los incentiva para que, a su vez, ellos estimulen a los niños a seguir adelante.
En líneas generales, la docente está más que satisfecha por el eco que encontró en cada familia y “sin el apoyo de los padres nada se podría haber hecho. Ellos han sido un aspecto fundamental para que los niños progresen como lo han hecho”, resumió.
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