Fantasmas en la familia

Indagando en sueños e intuyendo fenómenos, Benson nos ha transmitido lo incomprensible que se oculta en la sombra.

Cristina Bajo
Cristina Bajo

Cuando comencé a preparar la antología de cuentos góticos titulada Alguien llama a la ventana, había pensado incluir en ella a los escritores de ese género que había leído en distintos momentos de mi vida. El último de ellos fue Edward Frederic Benson, a quien encontré hace pocos años. Me atrajo su prosa despojada de adornos, irónica, divertida y con un sentido del humor muy inglés. Nunca imaginé que daría con una deliciosa –pero terrible– historia de una casa señorial inglesa, de la época de los Tudor, cuyo desenlace acontece en la primera mitad del siglo XX.

Benson nació en julio de 1867 en Berkshire (Inglaterra). Era hijo de un director de escuela –Edward White Benson, que terminó como Arzobispo de Canterbury– y de Mary Sidgwick, dama de sociedad.

Por razones que no vienen al caso, Frederic estudió en varios lugares de Inglaterra y terminó en Cambridge, donde se anotó en arqueología, una tendencia familiar; también le gustaban los deportes y pronto mostró su vocación de escritor.

Conoció a Montague Rhodes James, con quien integraban un grupo literario de Cambridge. A ambos los unió una gran amistad, que duró toda la vida. Ambos eran admiradores de un irlandés que había iniciado entre los lectores británicos el gusto por las historias de terror: Joseph Sheridan Le Fanu.

Pero cuando Benson comenzó a escribir, en vez de seguir al maestro por viejas mansiones, tardes sombrías y bosques misteriosos, sitúa el horror a plena luz del día, en la sala familiar, en un hotel de buen nombre, en una playa de moda. Y el espanto, entonces, nos toca muy de cerca, pues sentimos que puede presentarse en nuestro cuarto de lectura donde, ingenuamente, creemos estar a salvo.

Él prefiere indagar en los sueños, despertar premoniciones, intuir fenómenos; escritor de muchos recursos, antes de que nos demos cuenta, nos ha transmitido el viejo miedo a los fantasmas y a lo incomprensible que se oculta en las sombras.

Si bien se sintió siempre un escritor de cuentos de terror, comenzó escribiendo melodramas y, al final de su vida, una serie de novelas de "sociedad" ferozmente divertidas, críticas y muy ácidas, al estilo de algunos cuentos de Saki. La más famosa es la serie de Mapp –una tiranuela de la alta sociedad que vive en un pueblo– y Lucy, su contrincante. Estas novelas fueron presentadas por la radio de la BBC y, a finales de 1980, convertidas en películas y miniseries. Hay una versión estrenada en el 2014 con Miranda Richardson y Anna Chancellor: una miniserie divertida, filmada en hermosos exteriores y pueblos victorianos.

Muchas veces me pregunté por qué demoré tanto en encontrar sus cuentos, siendo que nunca dejaron de editarse o de ser seleccionados para antologías de género.

Benson murió en febrero de 1940, en Londres, pocos años después que su gran amigo, M. R. James. Hasta hoy, Sheridan Le Fanu, Montague Rhodes James y él siguen manteniendo la fidelidad de sus admiradores y cada tanto aparecen, especialmente en España, reediciones de muy buena calidad, en lo que respecta a sus traducciones y encuadernaciones.

Muchos lectores me preguntaron por qué elegí "Cómo desapareció el miedo de la galería alargada". Aquí respondo: porque presenta, en su contexto terrorífico, un humor tan fino que se me antojó el ingrediente justo para equilibrar el suspenso con una sonrisa.

Sugerencias:

1) Ver la miniserie Mapp & Lucia: nadie mejor que los ingleses para reírse de sí mismos;

2) Leer “La Habitación de la torre”: suele venir en antologías, pero pueden bajarlo por Internet.