María Elena Walsh, el Mundo del Revés que millones recordamos

El arte, el amor, el mundo del revés argentino, el machismo... en el día de la mujer, recordamos a nuestra inmensa creadora a través de tres mujeres poderosas que la adoraron: Alicia Dujovne Ortiz, Eva Giberti y Gabriela Massuh.

María Elena Walsh
María Elena Walsh

No es un disparate del Mundo del Revés decir que somos millones quienes sentimos a María Elena Walsh un poco propia, un poco tía, abuela o amiga de la vida. ¿Acaso no podemos arrogarnos ese derecho si venimos abrazando sus canciones y cuentos desde la infancia? ¿Si con el correr de los años nos seguimos maravillando con su ternura infinita anudada a las reflexiones más profundas?

Hace unas semanas esta inmensa creadora argentina hubiera cumplido 90 años. Partió a otro mundo el 10 de enero 2011 pero su "espíritu" está más vivo que nunca. Fue poeta, escritora, compositora, dramaturga, juglaresa (como le gustaba autodefinirse) y tanto más... Y sin duda, una mujer libre que bogó siempre por desocultar, desde sus canciones y escritos, las desigualdades sociales que aún pesan sobre nosotras, deseándonos una vida mejor. Como en Rumbos la queremos mucho, se nos ocurrió aprovechar el Día de la Mujer para revisitar su figura. Y de paso nos preguntamos... ¿Existirá algo así como un "feminismo a lo Walsh"?

María Elena Walsh
María Elena Walsh

Para esto, nada mejor que otras tres mujeres excepcionales de nuestra cultura, que estuvieron muy cerca de María Elena y nos hablaron de ella: su querida amiga y biógrafa, la escritora Gabriela Massuh, y dos compañeras de camino, la psiconalista Eva Giberti y la escritora y periodista Alicia Dujovne Ortiz, autora de otra de sus biografías esenciales. Pasen y lean.

En el horizonte de las mujeres, para María Elena Walsh, antes que nada estaban el propio deseo y la independencia económica. Con esto en foco, ya era otro cantar. Y ella había obrado desde piba como ejemplo, porque a los trece años había decidido estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Buenos Aires y no en su Ramos Mejía natal. A los 14 publicó sus primeros poemas y a los 17 editó con sus ahorros el primer libro, Otoño imperdonable, en 1947. Y de ahí al diario La Nación y la revista Sur, de Victoria Ocampo, sin escalas.

¿Y que vendría después en la lista emancipatoria de esta criatura singular? Pues sacudirse, claro, los mandatos apolillados que dibujaron históricamente a la mujer como madre obligada, atrincherada en la cocina con la mamadera y el delantal.

A inicios de los 70 María Elena participó del Movimiento de Liberación Femenina (MLF), un espacio que junto a la Unión Feminista Argentina (UFA) ya denunciaba por esos años la violencia sexista y comenzaba a debatir la legalización del aborto. Se movía en esas arenas con otras artistas e intelectuales de la talla de Eva Giberti, Angélica Gorodischer, la cineasta María Luisa Bemberg y las fotógrafas Alicia D'Amico y Sara Facio, quien sería más adelante su gran amor.

María Elena Walsh
María Elena Walsh

"Con María Elena compartimos esta movida, pero participé mucho más en agradables veladas personales en su hogar con Sara", cuenta a Rumbos la psicoanalista Eva Giberti, pionera argentina en temas de género. "Ella fue una revolucionaria. Si no se la cita más a menudo, se debe a la distancia que su figura imponía frente a otras mujeres. Me excluyo porque conmigo se entendía muy bien. Pero ella llevaba la delantera como escritora, poeta, música, librepensadora y mujer económicamente independiente. Además, era discutidora y contestaba sin tapujos, algo duro para quienes esperan diálogos con remilgos".

Eva trae a cuento la vez en que Raúl Alfonsín, siendo presidente recién nombrado, llamó a María Elena como consejera. Ella acudió tres veces para comentarle lo que, a su parecer, necesitaba el movimiento de mujeres para avanzar. "El presidente la escuchaba entusiasmado, pero a la tercera cita ella planteó el tema aborto y no la invitaron más. Me lo contó indignada durante una cena, porque afirmaba que sin una ley no avanzaríamos jamás. Igual comprendía el susto del presidente y no esperaba que tomara decisiones fundamentales. Alfonsín no era un revolucionario en el tema género, aunque lo intuía. De allí su creación de una secretaría dedicada a temas vinculados con las mujeres".

María Elena Walsh
María Elena Walsh

¿Por qué no se la ha reivindicado desde el feminismo como ocurre con su literatura y su música? ¿Qué puede haber empañando ese registro colectivo?

Supongo que María Elena despertó envidias debido a su talento, y esto siempre tiende a silenciar a la persona envidiada. Además, su libertad para compartir su vida personal y privada de manera pública debe haber espantado a más de una timorata. A ella le molestaban mucho las tilinguerías de las mujeres, las que heredábamos y heredamos y las que mantenemos concientemente. Y no toleraba el machismo simbólico estereotipado en forma de galantería”.

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La escritora y periodista Alicia Dujovne Ortiz no conocía personalmente a la creadora de Manuelita hasta que en 1978 sonó su teléfono en el diario La Opinión, donde trabajaba. Era María Elena, quien quería encargarle su propia biografía: "Soy incapaz de escribir sobre mí misma porque soy tímida, pero me he puesto a analizar qué periodista podría hacerme un largo reportaje y te elegí a vos", le aseguró.

Después de una seguidilla de encuentros a contrarreloj (en un mes Alicia se iba a vivir a Francia con su hija) y las debidas correcciones de la artista, vio la luz el libro María Elena Walsh, de Editorial Jucar.

María Elena Walsh
María Elena Walsh

¿Sentís que era una feminista típica de aquellos años o tan original como lo fue con sus artes?

Si la limitamos a su pensamiento feminista, María Elena fue típica de una época marcada por El segundo sexo, un libro de Simone de Beauvoir que nunca me perdonó no haber leído, aunque mis motivos la hicieran reír a carcajadas. Pero limitarla a su pensamiento feminista es privarla de lo esencial, su lengua, la escrita y la cantada. Feministas hubo muchas, Marielenas, sólo ella.

En su faceta periodística, ella vuelve a menudo sobre la idea de la dominación femenina a partir de su embrutecimiento y su dependencia económica del hombre. El artículo "Sepa por qué usted es un machista" (revista Humor, 1980), generó gran revuelo.

Lo discursivo fue uno de sus campos de acción, pero no el más importante. Ella recurrió al periodismo cuando advirtió que no bastaba con otras formas de ironía más sutiles. Pero ella fue feminista en cada uno de sus poemas para todas las edades, su teatro, sus canciones. Lo fue en cada una de sus notas musicales, en el sentido de un rigor y un respeto por la forma bien estructurada que se oponía por completo a lo “femenino” tradicionalmente considerado como desborde sentimental.

En varios planos, María Elena siempre se movió a la izquierda de este mundo, pero las expresiones sociales más radicalizadas tal vez no le gustaban tanto...

Es cierto, lo radicalizado no era lo suyo. Siempre en el plano de las suposiciones, creo que María Elena apoyaría ahora al movimiento “Ni Una Menos”, pero con sus propias palabras y su propia voz.

¿Qué aportes a nuestros debates actuales entre mujeres podríamos adjudicarle a María Elena?

Mmm... Te repregunto yo: ¿Cómo saber si Manuelita o La Vaca Estudiosa no están en el origen de esta aventura maravillosa que nos sucede a las mujeres hoy en la Argentina? Lo fascinante del movimiento local es que se trata de un feminismo callejero y sudaca, como lo define la periodista Luciana Peker. La primera y única vez que viví de cerca una manifestación de “Ni Una Menos”, me encontré con el pueblo de las mujeres, todas las mujeres... Las feministas de siempre pero también las bolivianas con el changuito, las prostitutas dominicanas, lesbianas, trans, todas.

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Después de mucho trajinar entre médicos, en 1981 le diagnosticaron a María Elena cáncer. Poco antes, había comenzado a entregarle a su querida amiga y ex pareja Gabriela Massuh gran parte de su producción, entre libros, discos, manuscritos, letras de canciones (hasta entonces no compiladas en su totalidad) y originales. "Yo sentía que ella tenía la necesidad de legar, con todo lo que significa un legado: esa especie de generosidad de la entrega, la necesidad de verse en los ojos del otro. Hablábamos de todo esto y en algún momento nació la idea de sistematizar esos diálogos", recuerda esta reconocida escritora, fundadora de Mardulce Editora.

Después irrumpió el cáncer y, con él, un fárrago de diagnósticos, sanatorios, aceleradores lineales, quimioterapia. "Fue una etapa sumamente dolorosa y caótica porque no se sabía a ciencia cierta cómo podía evolucionar. Fueron meses de incertidumbre, de la que María Elena supo salir: lentamente, día a día, un poquito caminando y otro poquitito a pie. Una de esas tardes de zozobra, era otoño y había salido el sol, le propuse grabar las charlas que habíamos tenido. Primero dijo que no. Aunque días después me recibió con una frase que no olvidaré jamás: 'Basta de flit'... Quería decir que estaba por fin dispuesta a avanzar", evoca Gabriela.

“Y así empezamos, cada tarde durante ocho o diez meses. A ella le costaba rebobinarse, mirar para atrás. Me decía: ‘Las mujeres no somos prosopopéyicas. No nos gusta la solemnidad de recordarnos como protagonistas’. Y volvimos atrás, desde su primer recuerdo de infancia hasta finales de 1981, etapa en la que María Elena había cumplimentado toda su obra poética, infantil, los cancioneros para chiques y adultos. Le entregué el manuscrito, ella lo revisó, hizo alguna corrección, dijo que estaba muy bien. Y yo, insegura, no supe qué hacer con él. Lo dejé dormir durante más de treinta años hasta que mis gatos empezaron a mordisquear las cajas donde lo tenía guardado. Fue una señal. Volví a leerlo y allí nació Nací para ser breve, la primera y acaso única biografía de María Elena contada por ella misma”.

¿Cómo eran tus charlas con ella a propósito de las cuestiones que nos afectan a las mujeres?

Su feminismo era visceral, elaborado desde la intrínseca percepción cuasi carnal de la prepotencia masculina. Por eso llegó a decir que El segundo sexo era el libro que le cambió la vida. De allí extrajo bagaje teórico, pero nunca hablaba en teoría, su feminismo está de manera múltiple a lo largo de toda su obra. Alguna vez habría que volver sobre ella, desmenuzarla para entender su dimensión entrañable.

¿Cómo creés que reaccionaría frente a esta marea feminista que tiene a la Argentina como vanguardia? ¿Se hubiera sumado a la "Revolución de las hijas", como la define la periodista Luciana Peker?

Creo que habría reivindicado cada una de las luchas actuales. Las habría mirado con complicidad y humor, les habría quitado esa solemnidad un tanto irritante que suelen tener las luchas de puño alzado. Les habría señalado el a veces notorio afán de exclusión, pero las habría mirado con solidaridad. O sororidad. Y también habría leído con devoción cada libro de la antropóloga feminista Rita Segato. De eso estoy segura.

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María Elena Walsh
María Elena Walsh

Podríamos cerrar esta nota con aquella carta contundente que la Walsh dirigió a sus congéneres a través de la revista Extra en 1973, aún bajo la dictadura de Lanusse... La que decía "las mujeres, como los negros, los colonizados, la clase trabajadora, a medida que tomamos conciencia, menos queremos dádivas; queremos lo que nos pertenece por derecho y nos arrebatan día a día, es decir, todo."

O dar el broche final reivindicando la gesta soberana de la Vaca Estudiosa, que un día quiso ir a la escuela aunque era muy vieja, muy vieja... Pero lo haremos con el poema “La feminista”, de su libro Hecho a mano, de 1965, cuyas flechas aún dan en el blanco:

Sucede que ya no aguanto / que en la calle me grités / a la primera de cambio: /"¡Tenías que ser mujer!" / Soy mujer y me equivoco / pero vos, ¿quién te creés? / ¿Valentina la astronauta, /Evita, sor Juana Inés? / Sos el león de la Metro,/ mucha porra y poco rey./ No me vengas con rugidos / que no hay selva por acá / y no soy ninguna fiera / ni la mona de Tarzán. / Yo fallo por accidente / y no por fatalidad./ Cuando agarre la manija / no sé si lo haré tan mal / como ustedes, que arremeten / gobernando marcha atrás. / Conmigo te equivocaste de programa y de canal. / Me tomaste por tu abuela / que aguantó sin pestañear. / Si tenés el monopolio/ del acierto universal / yo te dejo vía libre /pero vos, dejame en paz. / Y cuando las papas quemen/ ¡arreglate sin mamá!