Transcurridos 20 días de la cuarentena obligatoria por el coronavirus los rosarinos viven expectantes las decisiones que puedan comunicarse en los próximos días tendientes a la flexibilización de las condiciones del aislamiento, aunque también transcurren las horas con cierta resignación por hábitos que parecen cada vez más lejanos. La mesa de un bar, llevar los chicos a clases y la reuniones con amigos son elementos del pasado y con esos cambios también la economía del hogar sufrió alteraciones.
Los empleados que en suerte no han experimentado alteraciones salariales y los cuentapropistas que han hechos malabares para llegar a fin de marzo, todos a su medida, se han tenido que adaptar a nuevas rutinas.
Aunque hay gastos que ya quedaron de lado, María, psicóloga y docente universitaria a cargo de dos hijos en barrio La Tablada asegura que a la hora de la compra de alimentos en el aislamiento se gasta más. "Sinceramente inferí que quizás iba a gastar menos. La comida subió de precio y los controles no alcanzan", expuso, para también remarcar que como forma de reemplazo de la salida con los chicos "compré cosas ricas extras, productos que habitualmente no adquiero".
Como María, el delivery de heladerías y las filas en algunas carnicerías han marcado el termómetro de los "premios" que se dieron aquellos a quienes el bolsillo le alcanzó para soportar el "quedáte en casa".
"De combustible pasamos de gastar 5 mil pesos por mes a absolutamente nada", indicó Silvina, ama de casa de Echesortu que con sus hijas estudiantes en la casa familiar, limitó mucho los gastos en transporte. "El auto lo repartimos siempre entre mi esposo, mi hija mayor y yo. Ahora nadie sale. Ellas estudiando online y mi marido con teletrabajo", amplió.
El mayor impacto en la reducción del nivel de gastos lo viven aquellos que no tienen hijos. "Las salidas eran muy habituales hasta el inicio de la cuarentena. Nuestros gastos ahora se limitan a la comida, los productos de limpieza, el alimento de los gatos y el delivery, no mucho más", aseguró Melina treintañera que con su pareja administra desde casa una pyme dedicada a la provisión de servicio de internet.
"Fede es el que sale a trabajar todos los días. Está casi obligado para garantizar la conectividad de nuestros clientes", indicó la joven desde us departamento en la avenida Pellegrini.
Aunque con algún nivel de desorganización en el inicio del período de cuarentena, a las familias que tienen hijos escolarizados o universitarios no les quedó otra que la adaptación a la virtualidad. "Cada una con su herramienta de estudio, que es la computadora básicamente", indicó Silvina, sobre el aula que ahora se improvisa en la mesa del comedor o en las habitaciones.
"Con el menor, de 10 años, costó al principio", aseguró María desde La Tablada con clara mirada pedagógica. "De todas maneras, cuando entendió que ésta es la escuela que hay éste año, lo aceptó, bajó expectativas y lo resuelve a la mañana. No es mucho lo que le dan. Lo bueno es que tuvo que aprender a usar el mail, Drive, classroom, Word y mejorar sus búsquedas en Google. Eso va a ser lo mejor que le va a dejar éste periodo", ponderó.
La diaria en la clase media rosarina se ha trastocado, una adaptación forzosa, que no necesariamente se observa en los barrios más humildes, donde la cuarentena debe enfrentar el hacinamiento en casas donde el "permanecer" dentro es casi inhumano. Son las familias que, al decir de los entendidos, sufrirán en poco tiempo los más complejo del parate económico que trae consigo la pandemia y la paralización de los trabajos informales. Allí es donde el estado intenta llegar ahora con mayor presencia para atender una emergencia con consecuencias en el bolsillo todavía desconocidas.