Más de 3 millones de personas en el mundo nos encontramos recluidas en nuestros hogares con el objetivo de contribuir a la lucha mundial contra el avance del coronavirus. La Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó oficialmente el estado de pandemia el pasado 11 de marzo y desde entonces el mundo ya no fue el mismo.
En Argentina el aislamiento social, preventivo y obligatorio se cumple desde el viernes 20 y nadie puede circular de manera injustificada por las calles. Pero hay personas que están aisladas desde tiempo antes ya que las clases se interrumpieron antes al igual que el trabajo en algunos sectores.
Tal es el caso de Silvana, Licenciada en Trabajo Social y parte del equipo de trabajo del área de Niñez de la Municipalidad de Paraná: "Estamos en casa desde el 16 de marzo que los chicos no fueron a la escuela y ya no teníamos que ir al trabajo", cuenta desde su departamento donde está aislada junto a sus dos hijos, Manu de 10 y Cata de 17. Exequiel de 28 años y estudiante de Ciencias Económicas, vive solo: "Estoy en casa desde el lunes 9 de marzo", relata.
Los hábitos y costumbres ya no son los mismos y cada quien va redescubriendo espacios, tiempos y adaptando rutinas. "Ahora no tenemos tanta estructura en los horarios, somos más flexibles, dormimos un rato más, nos acostamos más tarde. Miramos más televisión, estamos más con el celular y con la Play en el caso de los chicos. Modificamos también el hábito de la alimentación, como tenemos más tiempo hacemos comida casera y no tanto delivery. Ejercitamos adentro de casa, tratamos de mantenernos activos", refiere Silvana.
Exequiel cuenta que ahora le dedica más tiempo a "actividades que antes no podía como por ejemplo leer libros ajenos al estudio, organizar de manera distinta las compras, limpiar y desinfectar todo, y cocinar. Estos tiempos vienen bien para pensar y proyectar".
Para Nicolás de 29 años, desarrollador de software y estudiante de Ingeniería, no hubo grandes variantes en su diaria: "En mi rutina no hubo ningún cambio porque trabajo de forma remota para el exterior. Mientras tenga buena conexión puedo trabajar", cuenta desde su departamento donde comparte la cuarentena con su novia Natalia, comunicadora social y encargada de comunicación de un curso de formación de UNICEF. En su caso, la cuarentena significó un parate laboral: "Los cursos son presenciales, se dictaban en diferentes puntos del país, ahora se suspendieron y por ende mi trabajo está en stand by".
Las salidas
Más allá de las realidades individuales, todas las experiencias se reúnen en una sola realidad colectiva. Tal es el caso de las salidas, que ahora se reducen solo a las indispensables. Silvana cuenta que solo sale a comprar comida: "Dos veces fui al supermercado y salgo día por medio a la verdulería o carnicería del barrio".
Natalia y Nicolás, solo dejaron la casa una vez para ir al cajero y el resto de las cuestiones tratan de resolverlas por delivery, "sobre todo farmacia y supermercado". En el caso de Exequiel las salidas fueron otras ya que se ofreció como voluntario en su edificio para hacerle mandados a personas mayores: "Habré salido unas seis o siete veces al súper, verdulería y farmacia; según lo que necesiten".
Los hábitos y el dinero
Las finanzas también se ven afectadas en algunos aspectos y beneficiadas en otros como por ejemplo en los gastos diarios de una casa. "Gastamos un poco menos porque no salimos a comer afuera, al cocinar acá se abarata. Tampoco gastamos en combustible", detalla Nicolas. Silvana también coincide en que al cocinar en casa los gastos se reducen, al igual que Exequiel que menciona que al no necesitar combustible ni haber salidas no tiene gastos y explica: "Me manejo mucho con la tarjeta para todos los consumos y bajó casi un 50% al gasto promedio mensual".
El tiempo que antes pasábamos en nuestros trabajos, en la calle, en el transporte ahora se concentra en nuestros hogares y en la convivencia a tiempo completo. Para Natalia, el cambio lo ve en el estar más quietos: "Es lo mismo que hacemos un domingo pero multiplicado por más días. Es como un eterno domingo", reflexiona. Exequiel por su parte cuenta que ahora no tiene que planchar la camisa para el trabajo y que lava la mitad de ropa; también nota el cambio en "no juntarte a la noche con las amistades".
La cuarentena y los más chicos
Al haber menores en la casa, durante el aislamiento se suman las tareas escolares y diferentes actividades: "Algo que empecé a hacer son las tareas de inglés, sobre todo con mi hijo más chico. También empezamos a compartir juegos de mesa, que antes no era tan habitual. Elegimos actividades que nos agraden a todos para poder sobrellevar la cuestión del encierro. Tratamos de evitar las discusiones, de ser más flexibles con los chicos, no estar tan pendientes de los hábitos normales que muchas veces hacen que los padres nos enojemos".
El encierro puede resultar tedioso y convertirse en el peor enemigo de esta realidad si no es abordado desde un lugar de entendimiento, así lo asume Silvana: "tratando siempre de tolerar y no generar discusiones o malestar ya que el encierro genera mucho estrés. Es la primera vez que nos ocurre algo así, lo importante es tener tolerancia y verlo de que es una manera de estar a salvo y no de que estamos prohibidos de salir", expresa.
Y quizás en este punto quedan en evidencia las diversas necesidades. "Los chicos lo que menos soportan es no poder compartir tiempo con los amigos. La más grande es la que más lo sufre, porque quiere salir. Los adultos estamos bien, estamos travesando un momento único y pensamos que no es para siempre. Tratamos de ser optimistas y de ver las cosas de manera positiva", reflexiona Silvana sobre el nuevo escenario.