"Si el rugbier sanrafaelino fallecido hubiese sido él el que por razones dudosas, matara a la mujer, todos los medios del país y las mujeres con carteles de 'Ni una Menos' saldríamos a la calle a pedir justicia", publicó una ciudadana de San Rafael en Facebook. Los medios de la zona impulsaron el debate.
Y remató: "Se hubiese tenido que esconder él y toda su familia porque alguien querría justicia por mano propia. Pobre, una madre con dos hijos. Y él sería el degenerado. ¿Dónde estamos los que defendemos la violencia de género?".
Este comentario, compartido cientos de veces, fue uno de los primeros en instalar la duda. ¿El homicidio de Genaro —en caso de confirmarse intencional— puede considerarse un episodio de violencia de género?
Las Naciones Unidas en su Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer define a la violencia de género como: "Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino, que causa o es susceptible de causar a las mujeres daño o sufrimiento físico, psicológico o sexual, incluidas las amenazas de tales actos y la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada".
¿Implica este argumento que la violencia ejercida de una mujer a un hombre no puede considerarse violencia de género?
De acuerdo a las Naciones Unidas, sí. El término violencia de género apuntaría, entonces, al sometimiento de una mujer por un hombre, no viceversa.
Sin embargo, con la muerte del rugbier Genaro Fortunato como fondo, la polémica por la definición del término ha desatado una avalancha de comentarios a favor y en contra. Mientras unos recordaban las miles de muertes de mujeres a manos de hombres y llamaban a no hacer comparaciones injustas, otros clamaban por una marcha para pedir Justicia por Fortunato bajo el slogan “Ni uno Menos”.
La duda, no obstante, persiste, y florece al amparo de las más diversas opiniones. ¿Es el caso del rugbier un episodio de violencia de género o no?
Por supuesto, hay que entender que la problemática de la violencia hacia la mujer está arraigado de tal forma en la cultura y la sociedad Occidental, que necesita de movimientos a la altura del Ni una menos como para a empezar a revertirlo. Este caso, más allá de lo desgraciado del hecho, no podría tipificarse -por todo lo expuesto- en la figura de la violencia de género. Pero sí, en el de la violencia (a secas) que vive nuestra sociedad.