Lentamente. Así fue llegando el público de Talleres al Kempes. El horario del partido, a las 19, complicó la llegada de los hinchas. Entre lo raro de jugar un viernes, en horario laboral, y con las obras que rodean al estadio el acceso se hizo más lento que nunca.
Cuando los planteles salieron al precalentamiento, el panorama no era muy alentador en cuanto al marco de público. Pero, aunque lentamente, las tribunas se iban poblando. A la hora del partido, en las tres tribunas habilitadas había movimiento. Eran los que se estaban acomodando para ver la presentación albiazul, recién llegados. Y ese lento movimiento para que el escenario sea acorde al partido, pareció trasladarse adentro del campo de juego. Al final, fueron 25 mil los fanas que alentaron a la T.
Porque a los locales les costó un poco adaptarse al partido que le propuso el rival. Ortigoza manejaba los hilos del equipo dirigido por el Patón Bauza y, hasta que descifró el mensaje, la T no tuvo mucho movimiento de cara al arco del Canalla. Desde afuera, los hinchas se empezaron a hacer notar y el equipo albiazul pareció reaccionar.
De los pies de Pochettino y Ramírez partía el fútbol de Talleres sumado a la movilidad de Arias y Montenegro, los dos de arriba que empezaron a generar espacios para la llegada de los carrileros y los laterales. Especialmente por Leo Godoy que, cada vez que se proyecta, levantaba al público albiazul.
En la primera parte, que se cerró sin emociones, hubo varias chances de que el grito albiazul explote: una vez con un tiro de Cubas que sacó el arquero Ledesma, otra vez con un disparo de Godoy que pasó cerca. Y con la expectativa en alto para los fanas locales, se fueron al descanso.
En la segunda mitad, el Albiazul pareció despertarse. Antes de los 10, por intermedio de Tomás Pochettino, tuvo dos chances de soltar el festejo. Una le atajó el arquero Ledesma y, en la otra, definió desviado.
Esa reacción encendió a los hinchas. Pero ese fuego se apagó en el primer corner en contra que tuvo Talleres, a los 16. El cabezazo de Zampedri caló hondo en el ánimo de los hinchas que, si bien ensayaron una tímida reacción, al ver que el equipo no se contagió, los cantitos se trasformaron en rumores de fastidio y en protestas al árbitro.
El ingreso del juvenil Gonzalo Maroni quiso ser una muesca de esperanza. Pero el ex Instituto no apareció en la medida que se lo esperaba. También ingresó Aldo Araujo pero, cuando el partido dobló la curva del último cuarto, parecía difícil que los dirigidos por Vojvoda Y fue difícil. Imposible para un partido que, después del gol, el visitante lo durmió con mucho oficio. Y lo mantuvo a pesar de que los jugadores de Talleres quisieron jugarse la heroica.
El plantel fue despedido con aplausos por los hinchas que, a pesar de haber perdido, todavía le dan un pequeño crédito que, si no se mejora desde adentro de la cancha, se perderá afuera.