Cinco mujeres y una amistad que nació bailando

El Gran Ballet Argentino fue el punto de encuentro para el inicio de una relación que lleva más de 25 años. Recorrieron el mundo y fortalecieron lazos de hermandad. Amigas inseparables.

Cinco amigas desde hace mu00e1s de 25 au00f1os.
Cinco amigas desde hace mu00e1s de 25 au00f1os.

Por Gabriela Martín.

Hablan, se ríen, comparten, son cómplices. Llegan y desparraman en la mesa cientos de fotos y cartas que recuerdan un pasado unido por la pasión por la danza. Están felices por la convocatoria y ansiosas por contar su historia.

Verónica Varela, Laura Menis, María Angélica López, Silvina Moyano, Silvia Terzi y María José Gutiérrez (ausente con aviso) se conocen desde hace más de 20 años. En distintas épocas, todas integraron el Gran Ballet Argentino; pero, entre zambas y chacareras, forjaron un vínculo de amistad que trascendió más allá de la danza. Se autodefinen como amihermanas y se consideran familia.

"Cada una estudiaba en una academia de barrio o en distintos institutos, pero nos unió El Gran Ballet Argentino. Con María Angélica nos conocimos en el '89 y después se fueron sumando el resto de las chicas. Ya no bailamos, pero seguimos siendo amigas", dice a Tu Día Vero.

Y agrega María Angélica: "La amistad se fue construyendo un poco sin querer, se fue haciendo al compartir tanto tiempo juntas. Nos juntábamos tres o cuatro veces a la semana a ensayar y al terminar nos íbamos a la casa de alguien para seguir compartiendo nuestras vidas, conociendo la familia".

Después de tantas horas juntas, el vínculo se fortalece, los sentimientos se profundizan y puede pasar mucho tiempo hasta que vuelvan a encontrarse, pero el cariño se mantendrá intacto.

"Al compartir las giras en el exterior es como si estuvieras con la familia afuera. Vivís muchas cosas y al estar todos bajo un mismo techo, si le pasa algo a uno, el otro está presente. El hecho de extrañar también te une y al regresar querés mantener ese vínculo", dice Laura.

Y continúa: "Más allá de que es muy lindo compartir lo bueno, todos tenemos tropiezos y es bueno saber que el otro está presente. Quizá no podés estar físicamente, pero con el solo hecho de enviar un mensajito, una oración o hacerle saber que estás, ayuda un montón. Eso también va formando parte de la amistad; es una hojita tras otra hojita".

Mientras Laura habla, el resto de las amigas parece reafirmar con la mirada, un gesto o una sonrisa. Pero es Silvia quien mete bocadillo y agrega: “No es solo lo bueno, es un todo”.

Sin redes

En la actualidad, la tecnología permite mantenerse comunicados todo el tiempo. Las redes sociales se convirtieron en material indispensable para estar al tanto de todo lo que sucede, aquí o allá.

Años atrás, sin Facebook, Twitter, Instagram o WhatsApp, el correo tradicional era la alternativa para mantenerse al corriente de la vida de cada una de las amigas.

“Yo viví mucho tiempo afuera del país y tengo muchas cartas o tarjetas de navidad que nos mandábamos con las chicas. De esa manera, mantenía el contacto. Venía para bailar en Cosquín y me volvía, no terminaba de desprenderme de lo que era la familia del Ballet”, cuenta Vero Varela.

Y sigue María Angélica: “Para un fin de año, estando Vero en Paraguay, yo me fui a pasarlo con ella porque su mamá no se animaba a mandarla sola en colectivo y se iba a quedar con sus tíos. Como soy dos años más grande, le pedí permiso a mi mamá y viaje. Nos quedamos ese fin de año en su casa y después nos vinimos las dos. Ella se quedó en casa hasta que fue el Festival de Cosquín”.

Juntas, siempre

Este 20 de julio celebrarán el Día del Amigo como lo hicieron otras tantas veces, pero no se sienten atadas a ninguna fecha. Se ven, se frecuentan, si están cerca de la casa de una u otra, un mensajito o un llamado activa una visita. Pero además, intentan mantener a rajatabla la posibilidad de, por lo menos, un encuentro mensual.

“El acompañamiento nos ha fortalecido; Vero, Majo o yo hemos tenido pérdidas afectivas en las que como hija única sentís que se está cerrando un círculo. Pero, después te das cuenta que hay todo un respaldo de amigas como ellas que no te hacen sentirlo con tanta soledad y te van fortaleciendo”, relata María Angélica y la emoción parece desbordarla.

Pero continúa: “Yo perdí en un lapso muy corto a mis dos padres y ellas estuvieron permanentemente. Hay situaciones que hoy nos acordamos y nos reímos, pero que en ese momento fueron muy dramáticas. Ese tipo de cosas te hace abrir los ojos de que no es solo la familia, el círculo sanguíneo, lo que te une”.

Compartieron cumpleaños, casamientos, el nacimiento de sus hijos y hasta el debut como abuela de una de ellas. Todas coinciden en que este círculo es más profundo que cualquier otro parentesco, en el que los lazos no son tan fuertes.

“No todas teníamos la misma vida, la misma rutina; cada una tenía sus estudios, su trabajo, pero el Ballet nos unía. Somos amigas; en algunos casos, comadres, compartimos cosas lindas y otras tristes. Hemos tenido idas y vueltas, contratiempos, distancias, pero seguimos estando juntas”, dice Silvina Moyano.

Y cierra Maria Angélica: “El haber pasado por el Ballet no nos ha enriquecido únicamente a través de la danza, también lo ha hecho en un montón de aspectos de la vida que han acompañado a la educación y en el sentido de la amistad misma. Nos enseñó a respetarnos y a admirar las cualidades de la otra”.

Matrimonios y algo más

El marido de María Angélica López es un amigo de Laura Menis. Un año no bailaban en el Festival de Cosquín y decidieron ir igual. A César no le interesaba mucho el folclore, pero quiso sumarse al grupo y era el único varón que compartía el lugar en el que se hospedaba Laura con sus amigas.

María Angélica paraba en otro lugar y a la noche se sumaba a las recorridas por las peñas coscoínas. Rodeado de mujeres, César era el primero en estar bañado y preparado para salir. Un día llegó Angélica y tras la presentación de rigor se quedó a acompañarlo mientras el resto de las mujeres se producía para la salida. Congeniaron, se enamoraron y hoy están casados. ¡Todo por un Cosquín!

Silvia Terzi se casó y se fue a vivir a la provincia de Buenos Aires, pero una o dos meses al mes venía a visitar a su mamá. En cada viaje, los sábados eran para el ensayo con el Gran Ballet Argentino.

Su casamiento fue los primeros días del mes de enero, se fue de luna de miel y al regresar a Junín mientras miraba por TV el Festival de Cosquín empezó a llorar. Su suegra lo miró a su hijo y le dijo: "Llevala a Córdoba porque esta mujer se va a descomponer". Cuando llegó a la ciudad, tiró la valija en la casa de su mamá y se fue a Cosquín. Silvia cayó de sorpresa mientras ensayaban y el profe la eligió para bailar en el escenario Atahualpa Yupanqui. Esa fue la última vez que lo hizo oficialmente.