La hospedería Padre Hurtado, el refugio para los hombres en situación de calle

Esta casa cumple 15 años en Córdoba. Allí han acogido más de 1.000 hombres en situación de calle. Algunas historias de los que recibieron el abrigo de una oportunidad.

Carlos, José, Luis y Mario, en el entorno de la Hospedería.
Carlos, José, Luis y Mario, en el entorno de la Hospedería.

Por Lucía Pairola.

“La Hospe”, como muchos la llaman con cariño, está ubicada en Libertad 171. Es una de las ocho obras que tiene en pie la Fundación Manos Abiertas en Córdoba y este mes cumple 15 años.

De esta casa, donde se alberga a hombres que viven en situación de calle, cada año ha brotado vida y esperanza sostenida por el compromiso de cientos de voluntarios.

“Acá priorizamos un clima de familia. Además del asistencialismo y la promoción social tenemos como llamado ofrecer a estas personas una familia.

Tratarlos con amor para que puedan salir de lo más doloroso, que es la soledad”, comparte Luciana Vega, directora de la Hospedería Padre Hurtado, sobre la misión que encarnan.

Ella, junto a profesionales y voluntarios, sostienen un espacio de reinserción social para quienes sufren el flagelo, como ellos dicen, de “ser invisibles”.

Actualmente esta casa cuenta con lugar para 40 muchachos y además de las necesidades básicas también pueden participar de talleres y avanzar en tratamientos de salud.

De a pequeños pasos y con tiempo, en este lugar cada día puede gestarse un milagro. “Lo primero siempre es resolver la situación en la que están, darle baño, cama y comida. A partir de ahí cuando la persona se siente digna podemos empezar a trabajar para que sane lo que lo llevó a vivir en la calle”, explica Luciana.

En estos años cuentan más de 1.000 personas que han sido albergadas, algunas por días y otras por años. “Nos motiva ver cuántos han sido los que pasaron y encontraron una oportunidad, que se han sentido iguales a todos. Hoy los vemos a muchos trabajando y otros vuelven a visitarnos porque acá ha sido un lugar bisagra en sus vidas”, reconoce.

Pasar para sanar. "Nadie como el que la pasó para contarla", se dice vulgarmente sobre el valor de quienes han experimentado la dureza de la vida. Pero también vale para los que han recibido una mano.

"Es como venir del infierno y de golpe encontrarse que hay algo nuevo que te permite levantar. Todos te han olvidado, pero acá, sin conocerme, me dieron una oportunidad", cuenta a Día a Día Luis Nievas.

Él hace cinco años que pasó por la Hospedería y hoy recompuso su salud, volvió a vincularse con su familia y a buscar un trabajo. “Acá me enseñaron que tiene valor perdonar, olvidar y volver a intentarlo”, reconoce con una sonrisa.

Para Luis los años no pasaron en vano, todo ha dejado su huella y mucha sabiduría: “Yo tenía una buena vida, pero de pronto todo se cayó. Eso me hizo ver que nadie está exento de pasar una situación difícil, pero que hay muchas personas dispuestas a ayudar si nos dejamos”.

Como él, Mario Comar también registra el valor de esta casa y la compara de modo simpático como un taller mecánico: “Venís con el coche abollado, chocado y de a poco vas acomodando las ruedas, la chapa y terminás con pintura nueva”.

Mario, tiene apenas 35 años y una depresión lo llevó a quedarse sin dinero y vivir en situación de calle. Luego de tres años en “el taller”, como lo llama, hace apenas dos meses que volvió a alquilar su casa y comenzar de nuevo.

“Acá pude salir del abandono. Me recibieron sin prejuicios, me miraron como a cualquiera y eso me levantó de a poquito”, comparte este joven tucumano que trabaja en mantenimiento y ya empezó a ayudar a sus hijos y retomar los vínculos perdidos.

Ser con otros. José Luis Romero no se olvida el día que entró a la Hospedería: "Estaba sucio, flaco y con ganas de comerme la mesa", dice con sorna, aunque sabe que los días en la calle no fueron divertidos. José tenía un buen trabajo, pero luego de perder a su mujer el alcohol y la tristeza lo alejaron de sus hijos. "Para mí este lugar fue mi salvación. Si la gente supiera que estamos en la gloria acá. Me han recibido tratándome como si fuera un familiar", describe emocionado.

Este cordobés es de los que sienten “la Hospe” como su propia casa y reciben de ella más que cama y comida: “Recuperé a mis hijos y acá me ayudan con ellos, con las tareas, con las necesidades que vamos teniendo. Vengo y charlo para que me guíen. Siempre hay alguien dispuesto a acompañarnos, porque uno se siente querido, valorado”, describe pensativo, tratando de poner palabras eso que se llama familia.