Ni en sus peores pesadillas habrá imaginado la ex presidenta Cristina Kirchner que una de las mayores obras edilicias y culturales de su gestión y su propio apellido, y siglas, servirían como marco formal y escenario para que Mauricio Macri lance su convocatoria a un gran programa de reformas, tras el triunfo electoral del Domingo 22. Así será este lunes 30 al mediodía, cuando el Presidente reciba a gobernadores, sindicalistas, empresarios, líderes partidarios, legisladores y personalidades de otros ámbitos, a quienes expondrá en el Centro Cultural Kirchner sobre las líneas generales de esas reformas que piensa emprender en sus próximos dos años de gobierno.
Los resultados de esta elección legislativa de medio término confirmaron que algo nuevo está ocurriendo en nuestro país y que una etapa histórica va quedando definitivamente atrás. El presidente Macri y la coalición Cambiemos obtuvieron un indiscutido respaldo del voto ciudadano que le permite avanzar con plena legitimidad en su programa. Ganó en casi todo el país y gobierna los principales distritos. Cambiemos es algo diferente que ha surgido en la política argentina. Lo que no está claro todavía es el perfil que puede adoptar la reconfiguración del sistema político nacional con sus otros actores y fuerzas. Porque ese nuevo sistema supone dos cosas fundamentales: un gobierno responsable y sin pretensiones hegemónicas y una oposición también responsable, capaz de provocar una alternancia posible, que no modifique los fundamentos institucionales del sistema. Es una construcción de largo aliento, que trasciende a un mandato presidencial de cuatro años. Pero el Gobierno debe acertar en lograr buenos resultados económicos y sociales para que esa construcción sea viable.
En lo inmediato, reaparecen los problemas de fondo, que vienen de muy atrás, no solamente del legado que dejaron los doce años precedentes, con su lastre de corrupción. Entre ellos, la crisis fiscal con impacto en el federalismo, la inflación y la desigualdad de ingresos. Hay una cultura inflacionaria que, además, abona el déficit fiscal. La debilidad fiscal argentina alimenta la inflación, del mismo modo en que la inflación alimenta la debilidad fiscal. Son dos grandes cuestiones que hieren a fondo al sistema federal argentino, desde el punto de vista fiscal y presupuestario, con evidente impacto social. El Gobierno está obligado a encarar una reforma tributaria y un nuevo pacto fiscal con las provincias. De lo contrario, como se ocuparon de señalarlo varios analistas, la inflación y el déficit fiscal se lo comen, como se devoraron, a la corta o a la larga, a los gobiernos anteriores.
Las capacidades del Presidente para avanzar en su programa de manera consistente dependen de dos condiciones. La primera, es no caer en la tentación hegemónica. Hay una tradición horizontal propia de los gobiernos de coalición entre distintos partidos y fuerzas; la otra, típica de la Argentina, es la tradición vertical que copta dirigentes de todos lados para montar una nueva hegemonía. Habrá que ver si prevalece la primera o seguimos con la segunda. El segundo problema es el entusiasmo de corto plazo. Hay que recordar los entusiasmos de las décadas del 80 o del 90, que auguraron depresiones posteriores. Esto tendrá que ver con las propias fuerzas pero también, fundamentalmente, con cómo se reconfigure la oposición.
La participación del peronismo, que deberá encarar su propia transformación, será decisiva para avanzar en estas reformas. Porque el Gobierno no va a contar con mayoría en Diputados ni en el Senado y, por lo tanto, va a tener que llevar adelante negociaciones parlamentarias y buscar acuerdos. Habrá una parte de la oposición peronista dispuesta a negociar y acompañar y otra más intransigente que va a plantear una oposición frontal. Lo que muestra la historia de los últimos 34 años de democracia es que las reformas por imposición, que no son el resultado de la deliberación, el acuerdo y el consenso, tampoco pueden prosperar. La reforma menemista de la convertibilidad y las privatizaciones se impuso como llegaron siempre las reformas argentinas, de arriba hacia abajo. Sabemos qué significó y cómo terminó. Ahora está abierta la oportunidad de llevar adelante otro tipo de reformas -en forma y contenido- con un respaldo compartido. Ese sería el gran desafío. Adicionalmente, debería evitarse una tercera tentación: el personalismo, alimentado por la cultura política nacional y el propio régimen presidencialista. Ambos factores tentarán al Gobierno con anticipar el lanzamiento de una posible reelección presidencial, repitiendo los recurrentes ciclos políticos de las pasadas décadas.
Que sea el CCK -inaugurado por Cristina Kirchner y Julio De Vido hace dos años- el lugar elegido por Macri para esta convocatoria del lunes 30 puede resultar una ironía o una paradoja. También puede estar reflejando un acto de madurez política. Un legado del kirchnerismo destinado a perdurar como patrimonio cultural de la democracia, mientras el otro "legado" de corrupción que dejó como lastre sigue bajo examen de los jueces en los tribunales. ¿Se hablará en el futuro de "los Acuerdos del CCK"?