Moldavsky, un paisano superstar

Sencillez, frescura y espontaneidad. Aquí radica el secreto del éxito del artista de humor judío, que se ríe de la cole de manera auténtica sin apelar a una postura forzada. Convoca multitudes en la calle Corrientes a la par de Suar, Bossi y Siciliani.

moldavsky
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Por Javier Firpo (jfirpo@larazon.com.ar)

"Todos están diciendo que acabo de llegar a Corrientes, que soy nuevo en esta avenida... No. Error. Yo estaba hace mucho en Corrientes, pero en el segundo cordón, allá, por Pueyrredón", dice a modo de presentación Roberto Moldavsky, el humorista sensación del momento, que la rompe con su stand-up en el teatro Apolo, donde actúa a sala llena. Tiene frescura, espontaneidad y luce implacable a la hora de apelar a esas historias paisanas, personales y ajenas, fabuladas y narradas como los dioses, virtud indispensable para bañar la sala de carcajadas.

Pese a ser relativamente "forastero" en la Broadway porteña, Moldavsky cuenta con una naturalidad, fluidez y eficacia, que lograron un boca a boca fulminante que situó a este ex vendedor del Once en el centro de la escena. La venta obsesiva, las inversiones y las recurrentes tragedias de "la cole" son los ejes de "Moldavsky suelto en el Apolo", que también propone un abanico temático como los conflictos por su peso y su amor incondicional con las harinas (su defensa por papas fritas a caballo es imperdible), su odio por el running y el gimnasio, las vicisitudes en las poses sexuales para alguien de su tamaño, su experiencia en el proctólogo y la indignación que todavía le produce el caso López, de quien no entiende cómo dejó los bolsones en un convento en lugar de tirarlos en una sinagoga. "Hoy la platita ya estaría en Israel y Lopecito sería un héroe circuncidado".

Y así se suceden los tópicos, que inteligentemente desembocan en su pasado durante veinte años como vendededor de camperas. Moldavsky, bah su personaje, todo lo traduce a dinero: el público es clientela y una butaca equivale a 600 pesos. Se jacta él de su arte para regatear y de sus habilidades para vender una campera de cuero en febrero, "el mes donde se puede filmar una porno en Once que nadie se entera".

"Es más fuerte que yo. No es la plata, es cultural". Ni él lo cree... Sostiene Moldavsky que no concibe pagar cash cuando puede hacerlo en veinticuatro cuotas. En ese tono sus anécdotas, que se suceden en tropel, descostillan a un público urgido por reír. Como ocurre en un pasaje del show en el que aparece Eial, su hijo verdadero, estudiante de filosofía, que vive otra realidad con el dinero... de su padre. Claro, la tarjeta de crédito la paga su progenitor.

La hora y media del espectáculo está salpicada de atinados separadores musicales, realizados por una joven y aceitada banda que enriquece el show y mima al espectador con temas como "Los mareados", "Razón de vivir" y "De mí", interpretados por la bella voz de Chelo K, que es acompañado por Martín Rur en saxo, Matías Scheines en violín y, algo más alejado, en piano, Lucas Ramírez. "A éste me lo impuso el Inadi, sino lo hubiera rajado... por eso lo puse lejos", lanza Moldavsky, poseedor de un timing propio de un experimentado humorista.

Carismático, para nada divo y una procedencia diferente hacen que el desembarco de Moldavsky sea una de las grandes novedades teatrales del año.

Moldavsky suelto en el Apolo

Humor. Con Roberto Moldavsky. Teatro Apolo. Próxima función: sábado 30/9, a las 22.30. Entradas: $600.